Porque las mujeres no deberían desear tener pene
Nota: 3
Lo mejor: que la he visto entera y no me ha bajado la regla.
Lo peor: que se junte un elenco de secundarios de lujo para este tipo de subproductos.
Directamente me niego a creer que esta película entre en la clasificación de cine para mujeres por la simple razón de que supone un insulto en toda regla para ese tipo de féminas a las que pretende retratar. Entiendo que seguramente todo aquel que busque una reseña de esta película y se encuentre con un análisis generacional puede salir espantado, pero es que el mensaje arcáico, deformado y lo que es peor, con apariencia buenrollista y moralista que ofrece Tentación en Manhattan me impide limitar esta reseña a un par de chistes sobre la dentadura de Sarah Jessica Parker o la faja de Pierce Brosnan. No, aquí lo que tenemos es un discurso para la mujer que trabaja fuera y dentro de casa y que concluye invitándolas a sentirse mal consigo mismas por el mero hecho de tener aspiraciones profesionales.
No hay más que observar el inicio del film, en el que tanto Kate (Parker) como su marido (Greg Kinnear) están a punto de cerrar un gran acuerdo en sus respectivos trabajos, y mientras el éxito de él merece una celebración por todo lo alto, ella ha de guardar el suyo en secreto para que su familia no piense que desatiende a sus hijos. Y sobre ese eje gira toda la función entre personajes masculinos unineuronales y mujeres todoterreno que luchan por ser reconocidas más allá de sus contoneos pero que solo lo suficiente para que sus maridos no se sientan desamparados.
El mensaje es tan descarado que el film incluso podría haber servido como un ejercicio crítico de no terminar cayendo en la propia inmundicia que en principio parece evidenciar con esa sátira de las barbies de los suburbios. Y ese remate final reside en olvidarse de darle una resolución verdadera al conflicto para dejar el peso del climax en si Sarah Jessica Parker se va a liar con Pierce Brosnan o no. Porque está mal querer convertirte en la jefa de tu departamento pero de vez en cuando te mereces que un apuesto millonario te corteje un rato. Que no estamos en el siglo XIX y la mujer es libre, o por lo menos todo lo libre que le permita su propia conciencia cimentada en los valores sociales del momento. ¿No?
La única reflexión sensata que se puede escuchar en la originalmente titulada I Dón´t Know How She Does It (No Sé Cómo lo Hace) es aquella que asegura que el principio del fin para las mujeres es intentar convertirse en hombres. Pero lo que se olvida de decir es que la única forma para que el sexo deje de ser un handicap en el mundo laboral es la personificación del individuo y la conciliación familiar, no la rendición de la mujer.
Por lo demás, Sarah Jessica Parker consigue llevar el peso de la cinta ella solita hasta donde el guión se lo permite mientras Bosnan, Kinnear y los televisivos Kelsey Grammer (Frasier) y Christina Hendricks (la pelirroja de Mad Men. Si, esa) dan vida a meros engranajes que escupen frases que rebotan contra las paletas de la rubia protagonista de una serie que en su día la convirtió en un reflejo superficial de la mujer del siglo XXI y cuya estela no le queda otro remedio que aprovechar. O quizás solo sea otra comedia romántica estúpida y como me aburro me pongo a buscar dobles lecturas. Aún así: cáncer.