Nota: 4
Lo mejor: las apariciones de Electro -que no de Jamie Foxx- y la recta final.
Lo peor: que funciona peor como adaptación que su predecesora. Y que a Paul Giamatti y a Chris Cooper bien les podrían haber pagado sus cameos con un bocata de mortadela para cada uno.Si algo dejó claro el reinicio que sufrió la saga en 2012, más allá de la falta de ideas que reina en la factoría hollywoodiense, fue que sólo hace falta la ley del mínimo esfuerzo a la hora de relanzar una franquicia para seguir gozando del respaldo de los fans. Porque no es ningún secreto que The Amazing Spider-Man se parecía más aSpider-Man 4 de lo que nos hubiera gustado, con la diferencia de que la cinta dirigida por Marc Webb contaba con un actor competente en el rol protagonista y un tono más condescendiente con los fans de los cómics. A nivel general la cinta no hacia peor las cosas que Spider-Man 2, la reina de la trilogía de Sam Raimi, y sí bastante mejor que la vergonzosa tercera entrega, con lo que todo sumado parecía suficiente como para que su éxito taquillero no sorprendiera a nadie. Pero casi 800 millones de dólares a nivel global son muchos millones, tantos que en Sony han lanzado un comunicado en el que manifiestan sus intenciones de explotar el universo del arácnido hasta que no queden bestias en el reino animal para dar forma a sus villanos. Su título -en spanglish además- es The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro.A pesar de que Andrew Garfield y Emma Stone den tanto el pego en la piel de recién graduados en el instituto como Tommy Lee Jones de protagonista en Cisne Negro, ambos intérpretes ya hicieron suyos los papeles en la anterior entrega y no tiene sentido cuestionarlos a estas alturas, por mucho que la continuación nos traslade apenas unos meses después del final de la anterior, en el que el héroe derrotaba al Lagarto y conseguía que su chica aceptara su pluriempleo como trepamuros. Ahora tanto él como Gwen están a las puertas de entrar en la universidad mientras viven un tira y afloja en su relación, motivado por la petición que le realizó el Capitán Stacy al protagonista antes de morir en la película precedente. En este punto, la historia que sigue no es la épica batalla que determinará el destino de los habitantes de Nueva York, sino el relato de los obstáculos en forma de galletas de animales que se interponen entre su amor, tan puro, doloroso, épico y americano.Por lo menos, durante los primeros minutos, mediante un prólogo en el que parece que en cualquier momento va a asomarse Bane por una de las ventanillas del avión, la cinta comienza cumpliendo una promesa: revelar la auténtica historia de los padres de Peter Parker. En ese sentido, esta secuela ata todos los cabos que insinuaba de forma tan desconcertante como su predecesora, allanando el camino para la auténtica saturación de historias que acontecerá en los minutos siguientes: desde la transformación del Jerry Lewis negro en un monstruo mitad anguila mitad Doctor Manhattan (de Watchmen); hasta el regreso de un colega de guardería de Peter, Harry Osborn, caracterizado para protagonizar la secuela de Niño Rico; pasando por un vistazo a la carrera criminal del sicario ruso menos imponente de la historia, Aleksei Sytsevich (más conocido como Rhino).
El principal problema de la cinta, que cuenta con escenas de acción realmente espectaculares y los mejores paseos en red vistos hasta la fecha, reside en que cuando alguna de las subtramas se pone interesante regresa el "ahora sí, ahora no" de los calenturientos protagonistas con un nivel de pasteleo que creíamos que ya había tocado techo. Sencillamente, no nos creemos que Peter Parker, estudiante modelo y fotógrafo profesional por el día y superhéroe-monologuista por la noche, es decir, una persona a la que sólo le faltan unas gafas de sol, una visera y un patinete para tener más flow que Robert Downey Jr. y Bart Simpson juntos, se encierre a llorar en su habitación escuchando una moñada en su móvil o acose de forma "adorable" a su ex novia desde la altura de los rascacielos de la ciudad.
La película ya es larga de por sí, acercándose a las dos horas y media, con lo que no se entiende del todo la decisión del cuarteto de guionistas -sí, cuatro- por otorgarle tantos minutos al romance, robándole tiempo al desarrollo de otras secuencias que acaban evidenciado la precipitación. Hablamos de Harry Osborn (un esforzado Dane Dehaan) asaltando con su acné como principal arma una instalación de confinamiento ultramoderna, de Electro sacándose de la manga un traje fardón de diseño o de
Curiosamente, aunque la película haya costado 35 millones de dólares menos que la anterior, "sólo" 200, donde no se le pueden poner reparos es en el aspecto visual. Una vez desaparece el cada día más devaluado Jamie Foxx (próximamente en el remake de Annie) bajo la estática de Electro, cada una de sus embestidas condensan las mejores ideas de la película. No sólo todos los elementos eléctricos reaccionan de forma diferente a su alrededor, sino que su presencia es anunciada gracias a una tan anticlimática como potente melodía industrial que nos recuerda los brotes de esquizofrenia del supervillano. Por desgracia, no se nos escapa que la Nueva York que nos muestran en la película parece un parque temático creado en exclusiva para el Hombre Araña, con vallas metálicas instaladas permanentemente en Times Square para que los padres que acuden con sus hijos a ver los combates de su amigo y vecino estén tan seguros como disfrutando de un espectáculo de pressing catch; o una central eléctrica con forma de órgano gigante, para que Electro pueda dar su último concierto con la grandilocuencia que merece.
The Amazing Spider-Man 2: El Poder de Electro llega con la misión única de asentar la mayor cantidad posible de mitología del universo Spider-Man en la conciencia del espectador, a modo de preparación para la avalancha de títulos que nos llegarán durante los próximos años, como ya hiciera para Disney la también fallida Iron Man 2 en su día. No sólo cierto personaje nombra por primera vez al supergrupo de villanos Los Seis Siniestros, sino que tanto las alas de Buitre como los tentáculos de Octopus cuentan con su propio cameo, se introduce al personaje de Felicia (¿Hardy?) e incluso tiene toda la pinta de que Donald Menken, el empleado de Oscorp al que encarna Colm Feore, es quien finalmente se enfundará las alas del villano con nombre de ave de rapiña. Vamos, que sólo falta un meteorito cayendo en segundo plano con Venom de pasajero para que la película acabe explotando por saturación de elementos. Y lo peor de todo es que, una vez se ha pasado el mal trago necesario, tiene toda la pinta de que lo que nos espera de ahora en adelante sí que puede molar un puñado.
P.D. La película no tiene una escena post-créditos propiamente dicha sino un clip de X-Men: Días del Futuro Pasado, resultado de un acuerdo al que ha llegado el realizador Marc Webb para que FOX no le demande por incumplir un contrato que firmó con el estudio antes de que Sony le ofreciera resucitar a Spider-Man.