Nota: 7’5
Lo mejor: frases del estilo: “Cada vez que veo a Jane Fonda por la tele, me entran ganas de afiliarme al Ku Kux Clan”Lo peor: no va mucho más allá de lo que propone.
“Vivimos en Nueva York, no en Kinshasha; con las costumbres de la sociedad occidental así que lo que ocurre en un parque junto al puente de Brooklyn, tiene que ver con los valores occidentales” se lamenta Jodie Foster tras saberse ignorada deliberadamente tanto por su marido como por los padres del niño que pegó a su hijo. Una simple disputa infantil – con palazo en la cara incluido – sirve de detonante para desarrollar la trama presentada por Polanski. A continuación, tenemos a los padres del enfant terrible y a los de la víctima reunidos en una habitación alrededor de un ordenador mientras tratan de aclarar lo sucedido hace un par de días en el parque entre sus respectivos hijos. Lo que parecía iba a ser un encuentro breve y formal deriva en una reunión extrañamente prolongada.
Kate Winslet (The Reader, 2008) y Christopher Waltz (Malditos Bastardos, 2009) son los padres del niño agresor: Ella es ejecutiva y él abogado de una empresa farmacéutica; él es cínico e impertinente, ella se muestra educada y deseosa de solucionar el conflicto. Jodie Foster (Contact, 1997) y John C. Reilly (El último show, 2006) por otra parte, forman la pareja de clase más humilde, ella trabaja en una librería y él en una ferretería. Ella es engreída, soberbia y cursi; él, más conciliador, está completamente dominado por ella. Todos hacen gala de unos modales inmejorables al inicio. Sus actuaciones son excelentes a la vez que constituyen uno de los puntos fuertes del filme: El director reúne a cuatro pesos pesados de la interpretación y sabe sacar lo mejor de cada uno de ellos. Polanski aprovecha y estruja a sus personajes logrando que se complementen entre sí para que aporten todos de manera consecuente y según sus personalidades los ingredientes justos para la comedia.La respetabilidad adquirida automáticamente por pertenecer a una clase media-alta occidental se derrumba tras la primera media hora del filme. Como no podía suceder de otra manera, los acontecimientos siguen su curso natural y la situación se enreda cada vez más de tal manera que lo que en un principio presumía ser una velada civilizada deja paso a un brillante y divertido catálogo de sarcasmo, grosería e incorrección. Polanski nos enseña en clave de humor que las apariencias y las poses afectadas pueden desmoronarse un abrir y cerrar de ojos dejando al descubierto las heridas y miserias personales más íntimas. Tanto la violencia como el diálogo pueden convertirse en armas de doble filo y moldearse hasta no distinguirse la una de la otra demostrando en una sala de estar que los padres no son más civilizados que sus hijos en una parque público, por mucho que los primeros crean inicialmente en el diálogo como arma pacífica para solucionar los conflictos. Polanski dispone a sus personajes constantemente en situaciones incómodas mostrando sin piedad y con la lupa de aumento todos sus defectos, vicios, frustraciones, anhelos y vergüenzas estirando la situación hasta límites insospechados. Las convenciones sociales, lo políticamente correcto, la educación y las normas forman una guía de conducta que puede asfixiar a cualquiera en circunstancias comprometidas. De ahí que el título en castellano, como bien explica Waltz en su momento, haga mención al dios salvaje que todos llevamos dentro pero que hay que saber dominar en la mayoría de las ocasiones. Por otra parte, y al mismo tiempo que la película logra su objetivo – es una comedia negra inteligente que consigue hacer reír sin esfuerzo – peca también de ser algo ligera en el tema que plantea. Que no se me malinterprete, pienso que Polanski exprime y juega con un guión admirable y maravillosamente adaptado pero llega a un punto en el que la tesis que expone ya no da más de sí. Quizás por este motivo es de agradecer que el filme no supere la hora y quince minutos de duración, ya que a pesar de lo corta que resulta – entre otras cosas por el control del tiempo y del ritmo en los diálogos que el director domina a la perfección- hubiese sido reiterativa.