Instrucciones de cómo hacer un Señor Western sin fallar en el intento
Nota: 8
Lo Mejor: Recoge todos los tópicos del género.
Lo Peor: ¿Alguien más se ha quedado con ganas de saber qué pasó con LaBeouf?
Escuchar el vocablo 'remake' en un proyecto transmite ya una sensación de desconfianza que deja cierto mal cuerpo, y si lo rematan con que el remake es sobre un clasicazo de esos de toda la vida que se configura como una jodida obra maestra sin necesidad de retoques, el panorama se torna más turbio aún. Sin embargo, los Hermanos de Oro lo han vuelto a lograr, se han batido el mejor puñetero western, con perdón de Sin Perdón, desde aquellos peliculones del género de los años 50 y 60. Pero ahora, por lo menos los de mi generación, lo podemos disfrutar en el cine. ¿No es cojonudo?
Los Coen ya nos tienen acostumbrados a no decepcionar, aunque su anterior cinta, Un tipo serio, me inspiró una serie de sentimientos encontrados, llegando mejor al orgasmo con trabajos como El Gran Lebowski o No es País Para Viejos. De sobra era conocido que los Golden Brothers querían gastarse un western como los de antes y qué mejor que escoger uno de los grandes como base para resucitar al género de forma que llame la atención de la crítica y la taquilla.
Es una historia de violencia sin contemplaciones, en una época en la que el asesinato es un acto común y en la que rige la ley del Oeste, teñido por venganzas, ahorcamientos y whisky. Valor de Ley nos relata una historia sobre una pequeña Mattie Ross (Hailee Steinfield) que clama vendetta a la justicia por el impío asesinato de su padre a manos del cobarde Tom Chaney (Josh Brolin). Al ver la poca eficacia del método, la muchacha le echa un par y decide invertir los ahorros familiares contratando los servicios de Rooster Cogburn (Jeff Bridges), un 'marshall' poco ortodoxo que resulta ser la antítesis de lo moralmente aceptado. Un viejo solitario borracho, gordo, sucio y falto de humanidad al que el mundo se la trae floja y cuya filosofía de vida está más acorde con la de Charlie Sheen que la del buen vaquero, pimplar y dormir. Cogburn decidirá aceptar por dinero y a la pareja se les unirá el chulillo ranger de texas LaBeouf (Matt Damon), que también va en busca del maleante.
No dista mucho ésta de aquella que le otorgó el Oscar en 1969 a un John Wayne cuya trayectoria nunca había sido reconocida hasta el momento. La de Henry Hathaway le valió una alegría y un honor bien merecidos. Esta de los Coen no es que supere a la original, simplemente, están a la par. Ambas son adaptaciones cuasi-perfectas del libro de Charles Portis. La contemporánea no es más que un excelente homenaje a la literaria y a la de Hathaway, de la cual extrae detalles como el parche en el ojo de Cogburn.El film recupera con excelencia todos los tópicos de las western movies y queda impregnado con ese toque de humor ácido del que los hermanos hacen gala siempre. Rescata con logro la estética del Oeste y la crudeza de unos personajes de sangre fría que se van cargando a los torpes secuaces lameculos del villano jefe, unos personajes que defienden con maestría los actores protagonistas, en cuya elección los Coen han acertado de pleno. La joven Hailee Steinfeld luce espectacular interpretando a Mattie, una niña madura, terca, perspicaz y con una mala hostia brutal. Al igual que, como ya se esperaba, Bridges, en cuyo rol de Cogburn no podrían haber seleccionado a nadie mejor. De Matt Damon y Josh Brolin no se puede decir gran cosa y, aunque las expectativas eran altas al llegarnos rumores desde el otro lado del charco sobre que era la mejor actuación en la vida de Damon, resulta que tampoco es para tanto. El chico lo hace bien, sí, pero su papel de la versión engreída de Walker no coge tanta potencia, quizá, por el eclipse de los personajes de Mattie y Rooster.Los Coen no se lían en meter efectos especiales espectaculares ni tiroteos megalíticos con grandes escenas de acción, no lo necesitan. Ni siquiera introducen grandes sentimentalismos comerciales. Simplemente, se limitan a contar el viaje de tres desgraciados, cada uno con objetivos distintos, que no importan a nadie y cuya travesía se convertirá en el sentido de vida de cada uno de ellos, un viaje cuyo fin les dejará sin rumbo y en el que se quedarán anclados en el recuerdo. "El tiempo sólo se escapa de nosotros", reza la voz en off de Mattie.
Si hay un par de diferencias que marcan perceptiblemente la película de los Coen y la de Hathaway, son, por un lado, que los hermanos elevan a la pequeña Mattie al rol protagonista desde el inicio de la cinta. En la original era Cogburn quien tomaba mayor importancia. Por otro, la actual se perfila como un western de desenlace más sobrio y dramático que dista de la adaptación al cine primitiva, ideando finales distintos para sus personajes, con lo que el homenaje a la obra literaria y al film queda de un modo equitativo reflejado, un híbrido complicado de cojones, que sólo los hermanos podían lograr.
No es que hasta ahora no se hayan rodado cintas con pretensiones de ser brillantes westerns, Sin perdón lo es. No es que los Coen sean los primeros en plantearse un remake arriesgado de ese medio olvidado género del Oeste al uso, la digna pero no espectacular El tren de las 3:10 de James Mangold, lo es. Y tampoco es que Joel y Ethan hayan revolucionado el cine introduciendo novedades nunca vistas antes y creando un batiburrillo caótico con mala pinta, Cowboys & Aliens, lo será. Pero los Golden Brothers sí han logrado lo más complicado de todo, cascarse un reboot clásico que homenajea a sus compadres y que no desea ser más de lo que es, una cojonuda película del Oeste con todas las de la ley.