Ed Brubaker es posiblemente el mejor guionista que hay a día de hoy en activo en el panorama del cómic. Y cuando un gran guionista se une con su dibujante perfecto el interés que puedan llegar a despertar sus trabajos se multiplica en mucho; sin duda ese dibujante es el excelente Sean Phillips. Su fructífera colaboración ha dado como fruto los mejores cómics del guionista, como Sleeper o la saga completa de Criminal. Esta última saga es la que nos ocupa en esta ocasión, algunos de sus números son verdaderas obras maestras, como Cobarde o Mala noche, pero cuando el quinto número, Los pecadores, hizo su aparición creímos que las ideas se les estaban terminando y que la originalidad se perdía. Pero por suerte nos equivocamos, Criminal regresa mejor que nunca en su sexta entrega: El último de los inocentes.
Riley Richards vive en una oscura y terrible ciudad con su mujer Felix. Disfruta de un buen trabajo que le ha dado su suegro, pero las deudas que ha acumulado debido al juego le empiezan a presionar. Cuando su padre está gravemente enfermo, Riley regresa a su pueblo natal, y es entonces cuando comienza a recordar su infancia y como han cambiado las cosas desde entonces a peor, como ha perdido el norte en todos esos años. Agobiado por su mala situación, llega a la conclusión de que la única forma que tiene de escapar de su presente es cometiendo un asesinato.
Criminal nos tiene acostumbrados a un ambiente opresivo, repugnante, sin escapatoria posible, pero en esta última entrega gran parte de la acción se desarrolla en un pequeño pueblecito, donde el ambiente es mucho más distendido, pues es necesario que exista la esperanza para que temamos aún más la caída. Los recuerdos de la juventud de Riley se nos muestra como unos dibujos simples, infantiles, como en Archie, y el experimento no les puede salir mejor. Cuando a Riley parece que le van mejor las cosas, la composición del dibujo cándido lo impregna, y en una misma viñeta dos rostros que están muy alejados se acercan. Cuando se nos describe la ascensión del protagonista en la empresa de su suegro, el dibujo sencillo se tiñe con la oscuridad y los trazos de las viñetas más taciturnas. Pero sea como sea esto sigue siendo Criminal, y por lo tanto la historia no deja de ser turbia ni siquiera en la infancia de Riley, un asesino en serie o la extraña y posesiva personalidad de Felix estarán presentes en todo momento.
Todos los números de criminal son claramente historias de género negro pulp, pero en esta ocasión encontramos una relación directa con una autor de novela negra: Jim Thompson. Riley no es lo que aparenta ser cuando se junta con sus viejos amigos de su pueblo natal, algo horrible y violento bulle en su interior sin que lleguemos a percibirlo en todo su esplendor nunca. Es capaz de asesinar a una mujer a sangre fría, de culpar del crimen a una persona inocente, de destrozarle la vida a su mejor, y todo esto casi sin remordimiento alguno. Esto nos recuerda directamente a la terrorífica novela de Thompson El asesino dentro de mí. Por otra parte la historia contada en primera persona del tipo trastornado cuyos límites de maldad desconocemos es una constante en la obra de Thompson. Criminal nunca había sido tan turbio y escalofriante.
Ya parecía difícil incluso igualar la calidad de algunos números anteriores de la saga Criminal, pero El último de los inocentes supera a todos sus antecesores y con diferencia. Es la mejor colaboración entre Brubaker y Phillips y casi con total seguridad el mejor cómic que ha realizado el guionista hasta el momento. Una absoluta obra maestra que marca un hito y que pasará a la historia del noveno arte y que se posiciona entre uno de los mejores cómics que se han editado en muchísimos años. Imprescindible.