Basada en la novela “Buenos días, princesa” de Blue Jeans, escritor que logró publicar su primera novela, “Canciones para Paula” allá por 2009 gracias al apoyo de los lectores de Tuenti y Fotolog, nos encontramos aquí con una adaptación de un libro para adolescentes que en su viaje a la gran pantalla bebe de numerosas fuentes atragantándose bastante por el camino, pero vamos a ver si tiene algo que hacer contra clásicos del género teen como esa película de 1985 dirigida por John Hughes y protagonizada por Emilio Estévez, Molly Ringwald, Anthony Michael Hall, Judd Nelson y Ally Sheedy a la que trata de parecerse tan descaradamente.
CRÍTICA DE EL CLUB DE LOS INCOMPRENDIDOS
La historia del film se centra en Valeria (Charlotte Vega) cuando ella y su madre, Mara (Aitana Sánchez Gijón) se mudan a Madrid para empezar una nueva vida juntas, con todo lo que eso conlleva para la joven; una nueva ciudad, nuevo instituto, nuevos amigos…y la verdad es que no empieza muy bien que digamos, porque el primer día de clase ya es destinada a una clase especial de apoyo para alumnos especiales/problemáticos a cargo del psícólogo de la escuela (Raúl Arévalo), allí conocerá a los otros cinco miembros del club. Vamos a ver uno a uno los brutales estereotipos artificiales de serie americana de adolescentes que representan este grupo de chavales que hacen que echemos de menos a los protagonistas de Al salir de clase o Compañeros, porque desde luego parecían mucho más creíbles en su día.
Raúl (Álex Maruny) es el “chulo”, arrogante, consciente de su atractivo y de su posición de clase dominante en el ecosistema del instituto, por su parte, Elísabet (Michelle Calvó) es la “puta”, otro estereotipo legendario de chica plenamente consciente de sus encantos físicos que busca amor fácil porque tiene poca autoestima y que posee una cierta bipolaridad y problemas psicológicos. Bruno (Jorge Clemente) es el “pringao”, la quintaesencia del chico rarito y retraído que es la presa de los abusones y que asume con falsa entereza y hasta dignidad su posición de víctima en el escalafón social, Meri (Ivana Baquero) es la versión femenina del personaje que acabamos de comentar lo que le vale el apodo de la “friki”, sin embargo ella es aún más introvertida y sus inclinaciones en algunos aspectos son las que condicionan su aislamiento, todo lo contrario que Ester (Andrea Trepat) alias la “perfecta”, que es la representación de la excelencia y la responsabilidad y finalmente Valeria, que es la menos definida de todos los personajes, ella simplemente se deja llevar por cuanto le acontece en su nueva vida en la capital, y de echo es el personaje del club que menos sentido tiene, viendo el absurdo motivo por el que pasa automáticamente a las clases de apoyo con el psicólogo.
Al igual que sus personajes, la película es un cocktail de diversas ideas e intenciones que se mezclan de manera caótica, hay lugar para el drama y la (muy) leve denuncia de problemas como el bullying, la marginación, la identidad sexual, la presión que pueden tener los adolescentes en ciertos momentos, el descubrimiento del mundo adulto y sus consecuencias cuando aún se es poco más que un niño, sin embargo todo esto solo se atisba y queda relegado cuando el film decide dejarlo en un lugar secundario y convertirse en un sucesor espiritual de Tres metros sobre el cielo, creando contrastes que no dejan claro porque camino quiere ir, desde luego el mensaje que quiere dejar es de todo menos claro, pues acaba frivolizando con los problemas de los jóvenes que se suponía en principio que eran el sustento de la historia y proyecta unas moralejas un tanto aleatorias: si te ha tocado ser Valeria en tu adolescencia o Raúl puedes estar tranquilo porque al final vas a acabar bastante bien, pero si eres Meri o Elísabet quizás el desenlace no sea tan feliz.
Lo más triste del film, es que al menos podría haberse salvado si hubiera sido cuanto menos un entretenido homenaje a El club de los cinco y a otros clásicos del cine adolescente americano. El problema reside en que copia descaradamente y sin el más mínimo reparo al clásico de Hughes, y no posee alma propia ni personajes suficientemente bien construidos como para poder ser algo más que otro fan service para quinceañeros e incondicionales de las historias de amor al estilo de las dos películas de Mario Casas con María Valverde y Clara Lago, con la diferencia de que la que nos ocupa se queda a medio camino incluso de ser como esas porque trata de abarcar demasiado sin profundizar en nada. Estos inadaptados no logran calarnos, no nos creemos que realmente sean marginados más allá de los diez primeros minutos de la historia, y ni siquiera logran encontrar su lugar como un “El club de los cinco a la española”.