La nueva producción épica de Ridley Scott es (literalmente) de proporciones bíblicas, avasalladora a nivel técnico, espectacular y, ciertamente, rodada con maestría, porque si algo sabe hacer el director de Gladiator es transmitir con las imágenes, lo que para el caso es perfecto, pues dudo mucho que las gentes de los tiempos del antiguo Egipto y el imperio romano disfrutaran de parlotear cual protagonistas de un film de Woody Allen, en estas historias una imagen vale más que mil palabras.
Una de las cosas más interesantes de acudir en 2014 a las salas de un cine a ver este tipo de relato tan delicado, trillado y estereotipado, es el saber que probablemente se le va a dar otra perspectiva, un director sabe que la audiencia a la que se enfrenta ahora es más escéptica, si les das una versión “remozada” y en 3D de Los diez Mandamientos de DeMille de 1956 dejarás al respetable con la misma expresión de incredulidad con la que se sentó a comer sus palomitas (lo que no quiere decir que la historia del Moisés de Charlton Heston no sea maravillosa, pero a cada época los suyo). En este sentido Exodus afronta un reto complejo: ha de encontrar su propio carácter más allá de las imágenes preconcebidas que la mayoría de la gente tiene de esta historia, pero también ha de ceñirse al material original sin ser redundante y ofreciendo a la vez pinceladas que la aparten de ser solo una representación cinematográfica más (aunque con mayor presupuesto y medios tecnológicos de vanguardia) de este relato.
Si Gladiator representa la faceta más apasionada del director, su último film representa sin duda la madurez. Scott trata de dar verosimilitud al mito, trata de humanizarlo y hacerlo más cercano, y sin caer en la trampa de la dualidad fácil que convierte a los buenos en figuras cuasi santificadas y a los malos en demonios sin corazón ni resquicio de bondad. El pueblo de Moisés es esclavizado y busca ser libre, si, pero para ello ha de derramar la sangre de los egipcios sin piedad, y el Dios que está de su parte también está dispuesto a castigar al opresor del pueblo hebreo sin misericordia ni contemplaciones. Y hablando de la representación de la divinidad en este film, es total el acierto del director del Reino de los Cielos a lo ahora de plasmar con forma física al Dios de Moisés (yo ya temía ver un arbusto parlante en 3D, y que conste que aparece pero no tiene diálogos), sus discusiones y discrepancias con el pastor que guía al pueblo hebreo son sin duda las partes más personales y a la vez más definitorias de la película, sobre todo porque el Moisés al que da vida Christian Bale no es un fiel servidor de su Señor, de hecho tampoco es un hombre de fe, y no tarda en mostrar su desacuerdo con algunas de las acciones y métodos de aquel que le guía. Asomémonos a la magnificencia y la ampulosidad del antiguo Egipto para ver como le va al ex hijo predilecto de Gotham en su nuevo papel de hijo adoptivo de los faraones.
Christian Bale (El maquinista, El caballero oscuro) da vida a un Moisés que intercala tres facetas que lo hacen mucho más verosímil como héroe que puede salvar y guiar a todo un pueblo sumido en la desesperación y la esclavitud más arbitraria y sistemática; por un lado es, ante todo, un general, un guerrero, lo que da realismo al hecho de que para poder romper las cadenas que oprimen a los hebreos se necesita a un líder fuerte, curtido en mil batallas, difícilmente podría alcanzar el pueblo de Israel su libertad sin derramamiento de sangre. En segundo lugar es el pastor al que Dios ha elegido para guiar a su gente, esta faceta se ve sobre todo en la parte del film en la que se ve forzado al exilio, es allí donde se encuentra con la humildad y la sabiduría que todo pastor necesita, a parte de tener su propia familia y acercarse, al principio de forma un tanto escéptica, a la fe y las creencias de la gente a la que tiene que salvar. Finalmente está el hombre, con sus dudas, sus conflictos internos, sus discrepancias con el mismísimo Dios (incluso a veces, su carencia de fe), obligado a dejar atrás lo que ama por cumplir una misión más elevada, luchando por mantener su condición de ser humano por encima de la concepción de ser sólo una herramienta en manos de un ser divino. Bale defiende su personaje dándole un enorme halo de dignidad y brutal realismo incluso en las escenas más delicadas, crea un Moisés menos solemne y santurrón, pero más justo y sobre todo más humano, no es un simple juguete en manos del destino, aunque sabe que ha nacido para cumplir con un determinado cometido, eso no le impide decidir por si mismo y hacer lo que él considera correcto.
El otro gran personaje de Exodus (como ya sucediera en la adaptación animada de esta historia bíblica por parte de Dreamworks, El prícipe de Egipto) es Ramses (Joel Edgerton), la creciente rivalidad con su hermano adoptivo lleva a algunos de los mejores momentos de la película, sobre todo en los compases finales cuando el choque entre ambos es inevitable, pero ninguno de los dos llega a perder su humanidad, el Faraón Ramses actúa como un dios y no duda en declarar que lo es, pero al contrario de lo que pueda parecer, es en las escenas en las que muestra su vulnerabilidad como ser humano cuando el personaje brilla más allá de sus corazas y ropajes dorados, es cruel, ciertamente, pero no es un demonio, solo un gobernante infame venido a más por la grandilocuencia del ostentoso imperio Egipcio, en el que la opulencia de aquellos que sin serlo, creen ser reyes, y de reyes que se creen dioses se sostiene sobre las espaldas de esclavos privados de todo derecho y humanidad. Sin embargo también la injusticia cae sobre los injustos, y en una simple frase dicha a Moisés tras la ejecución de la última de las plagas, Ramses nos hace reflexionar sobre la moralidad de esa divinidad que se ha puesto del lado del pueblo judío: “¿Que clase de dios es ese tuyo que mata niños?”.
El resto del reparto del film gira en torno a los dos personajes previamente mencionados, que son tristemente los únicos que son realmente desarrollados en la historia, y es una pena porque John Turturro como el faraón Seti I está muy logrado y recuerda por momentos a ese mentor justo y sabio que fue Marco Aurelio (Richard Harris) en Gladiator y podía haber dado más de si, al igual que Sigourney Weaver en su papel de Tuya, la esposa de Seti. Ben Kingsley está inmenso en su papel del líder espiritual de la comunidad hebrea, Nun, sobre todo cuando rebela la verdad al elegido, sin embargo, al igual que el resto no tiene mucho tiempo en pantalla para aportar más profundidad, pues está es la historia del Faraón Ramses II y su hermano el libertador de un pueblo sometido bajo la tiranía del primero.
Desde el punto de vista técnico el señor Ridley Scott se corona como el nuevo rey del antiguo Egipto, quizás la espectacularidad y la grandilocuencia priman sobre la fidelidad a la ambientación estrictamente histórica, pero el resultado es incuestionable, no escatima en crudeza, sobre todo en lo que a las plagas se refiere (bien aprovechado aquí el efecto 3D), casi se puede sentir el olor a degradación y podredumbre de los escenarios. En cuanto a la banda sonora de Alberto Iglesias acompaña bien a los momentos épicos, sin grandes alardes, pero no está a la altura en los momentos más dramáticos, los films de Ridley Scott han contado con partituras de mucho más nivel, cumple con lo que se le pide pero no esperéis que siga sonando en vuestras cabezas al salir del cine.
Para terminar he de decir que Exodus: Gods and Kings supone la madurez de un director que nos ha contado ya varias historias épicas con dispar resultado, es muy superior a El Reino de los cielos, eso es indudable, y es una soberbia y verosímil (incluso por momentos atrevida) exposición de la historia de Moisés y el éxodo del pueblo hebreo, sin embargo no es una visión que busque ser transgresora, difícilmente busca escandalizar a alguien ni darle la vuelta al imaginario colectivo, invita más a la reflexión, a un posicionamiento libre. Puede pecar de ser algo fría, ya que la madurez supone casi siempre una cierta pérdida de intensidad, y aquellos que quieran ver en Moisés al general y gladiador Máximo y en Exodus ese fuego vibrante con el que nos encendió el alma Gladiator probablemente saldrán algo decepcionados de la sala. Si pueden obviar las comparaciones entre los dos films descubrirán aquí una historia contada con maestría.