Para desarrollar esta crítica, parto de que no se entiende a la energía como ese Dios del que se habla; pues aquella no tiene capacidad razonadora. Y, de nuevo, aclaro que no me propongo ser un innovador en la crítica de las vías tomistas; pues ya hay mucha literatura al respecto. Me tomo la libertad, eso sí, de elaborar unas opiniones de mi cosecha; siempre sobre la base del análisis crítico y objetivo.
(La crítica va en cursiva)
El movimiento como actuación del móvil (primera vía): Es cierto y consta por el sentido que en este mundo algunas cosas son movidas. Pero todo lo que es movido es movido por otro. Por tanto, si lo que mueve es movido a su vez, ha de ser movido por otro, y este por otro. Mas así no se puede proceder hasta el infinito (Quién asegura que no se pueda proceder hasta el infinito? Eso no se puede establecer a ciencia cierta)... Luego es necesario llegar a un primer motor que no es movido por nada; y este todos entienden que es Dios (¿Por qué es necesario llegar a un primer motor? ¿Todos entienden que es Dios? ¿En serio? Impactante razonamiento, aunque gratuito).
Experiencia de un orden de causas eficientes (segunda vía): Vemos que en este mundo sensible existe un orden de causas eficientes; pero no vemos ni es posible que algo sea causa eficiente de sí mismo, porque de lo contrario sería anterior a sí mismo, lo cual es imposible. Ahora bien, no es posible que en el orden de causas eficientes se proceda hasta el infinito... Luego es necesario suponer una causa eficiente primera, que todos llaman Dios (El argumento de esta vía es un calco de la primera, pero cambiando el concepto de motor por el de causa. Vuelve a presuponer que tiene que haber una causa primera cuando, según la experiencia, nada lo indica necesariamente. Si la energía es infinita, nada nos obliga a presuponer que salió de algún sitio en un momento determinado. De hecho, se barajan hipótesis que incluyen posibles universos sucesivos en el tiempo, e incluso universos paralelos. Aunque esto sea difícil de concebir, no es imposible).
La contingencia o limitación en el existir (tercera vía): Nos encontramos con cosas que tienen posibilidad de existir y dejar de existir, pues algunas se engendran y se corrompen. Ahora bien, lo que tiene posibilidad de no existir alguna vez no existe. De ahí que si todas las cosas tuviesen esa posibilidad de no existir, alguna vez no habría existido nada, y por consiguiente ahora tampoco, pues de la nada no procede nada (De nuevo vuelve a partir de presupuestos inciertos, que da por indudables. ¿Por qué por el sólo hecho de que todas las cosas tengan la posibilidad de no existir, hemos de proceder necesariamente de la nada? Incluso suponiendo que todo es perecedero, nada nos asegura que en algún momento no haya existido nada, pues esas cosas perecederas han podido ir solapando sus existencias, habiendo, por tanto, algo en todo momento*. De todas formas, para invalidar esta vía, baste decir que todo apunta a una ya conocida cosa infinita, y que no es Dios: la energía). Pero dado que ahora existe algo, es que no todas las cosas tienen posibilidad de existir y de no existir, que algo ha de ser necesario, y esto, en última instancia, es Dios (Dada mi anterior argumentación, no se puede asegurar que ese "algo" sea necesario, aunque la energía pueda ser infinita y, por tanto, asemejarse en sus funciones a un "dios creador" -aunque no pensante).
*Puedo poner un ejemplo análogo: imagínese una tienda de ultramarinos que abre 24 horas. Ninguno de sus empleados trabaja durante 24 horas al día todos los días, y sin embargo, la tienda nunca se queda sin, al menos, un empleado que pueda atender al público. Sus empleados solapan sus turnos, que sí pueden comenzar y terminar; pero no implican que la tienda se quede sin nadie en algún momento.
Diversos grados de perfección en las cosas (cuarta vía): Encontramos en este mundo cosas más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos nobles, y otras cualidades así. Ahora bien, el más y el menos se dicen de cosas diversas según la diversa aproximación a lo que es máximo en ese orden. Por eso ha de haber algo que sea óptimo, nobilísimo, máximamente verdadero y, por consiguiente, máximo ser (Esto, sencillamente, es falso. Pues, cuando realizamos comparaciones, podemos realizarlas según un estándar de carácter medio, y no necesariamente según uno de carácter máximo*). Y como lo que es máximo en un género es causa de todo lo que se contiene bajo ese género (esta afirmación es muy gratuita por su rotundidad excesivamente generalista. Por ejemplo; podría tomarse a la máxima temperatura como causante de todas las demás, pues podríamos llegar desde la máxima hasta la mínima según nos alejásemos de su foco; descubriendo todas las variantes por el camino. Pero también es cierto que existen fuentes que emiten frío, y este también influye en esa variedad de temperaturas -por ejemplo; la temperatura del suelo del Polo Sur en relación a la de una persona que camina sobre él-. Por lo que no podríamos tomar a la temperatura máxima como causa de todas sus variantes. Este hecho invalida el argumento tomista precedente), ha de haber un máximo ser causa de la bondad, de la verdad, de la nobleza y de las demás cualidades por el estilo; y este es Dios (Pues, más bien, parece que el inventor de la bondad, de la verdad y el resto de este tipo de cualidades tal como las conocemos, así como de sus contrarias, es el ser humano).
*Por ejemplo; podemos valorar que una persona es guapa, no comparándola con el máximo ideal de belleza, sino a otra persona de físico corriente. Es más, llegaríamos a una conclusión similar si la comparásemos con una de físico poco agraciado.
El gobierno de las cosas (quinta vía): Vemos que algunas cosas que carecen de conocimiento, esto es, los cuerpos naturales, obran con intención de fin... (¿Lo vemos? ¿En serio? ¿Vemos las intenciones de un canto rodado?) Ahora bien, las cosas que no tienen conocimiento no tienden a un fin si no son dirigidas por algún cognoscente e inteligente. Luego existe algún ser inteligente que dirige todas las cosas naturales a un fin; que es lo que llamamos Dios (¿Por qué hemos de pensar que una montaña tiene un objetivo? ¿Por qué nos empeñamos en suponer que todo tiene una razón para existir? Nosotros podemos buscar con ahínco la razón de que una montaña exista -por el movimiento de placas tectónicas -pero no hallaremos nada si lo que buscamos es una razón última, de tipo causal, de su existencia. Una montaña no se crea con el fin de embellecer el paisaje. Una estrella no nace con un objetivo fijo, sino por la conjunción de múltiples factores; no nace con el fin de iluminar la Tierra, para que nos entendamos. Igualmente, tampoco se puede decir que el ser humano nazca con otro objetivo que no sea el de multiplicarse. En fin, que resulta ridículo suponer que tiene que haber un dios para que dirija el destino de las montañas, los astros, etc.).