Corría el año 1969 cuando Fujiko F. Fujio creó un manga llamado Doraemon, en el que narraba las aventuras de un gato robot que viene del futuro para ayudar a Nobita, un niño vago, desastroso y blandengue que necesitará de todos los artilugios tecnológico-fantásticos que el particular felino pueda sacar de su bolsillo mágico. Nadie (seguro que tampoco el propio autor) podría haber imaginado que esta historia se convertiría en el anime más famoso de la historia de Japón; la primera serie animada del gato azul vio la luz en 1973, y desde entonces jamás ha abandonado la televisión nipona (con más de 2400 episodios, ahí es nada), a lo que hay que sumar los treinta y cuatro largometrajes que con periodicidad anual comenzaron a estrenarse en 1980. Para su trigésimo quinto film, el enorme minino azul de nariz roja y el niño que sólo saca ceros se han vestido de gala con un espectacular rediseño en 3D CGI, vamos a ver si después de más de cuarenta años el gato cósmico aún guarda algún truco en su bolsillo (mágico)…
CRÍTICA DE STAND BY ME DORAEMON:
Tras tantas aventuras en la gran pantalla, Doraemon y Nobita han decidido hacer en esta ocasión una especie de vuelta a los orígenes, contándonos la historia desde el principio y recopilando además tramas y momentos memorables de sus mejores peripecias. Así que todo comienza con Nobita llegando tarde a clase, siendo ninguneado por Gigante y Suneo, regañado por sus profesores y con la única alegría de poder estar cerca de Shizuka, esa niña cuyo único hobby en la vida es darse baños… vamos, lo de todos y cada uno de los más de 2000 capítulos de la serie. Sin embargo, una noche, el incorregible chaval recibe la visita de un joven llamado Sewashi que dice ser su tataranieto, y que haciendo las veces de Doc en Regreso al futuro avisa a Nobita de que su porvenir y el de su familia no va a ser precisamente una escalera ascendente al éxito… sin embargo, en vez de invitarle a dar una vuelta en el DeLorean para que compruebe por si mismo los desastres que va a causar en años venideros, decide que lo mejor que puede hacer es prestarle su gato robot del futuro al que programa cual microondas para que no pueda regresar a su época hasta que no haya logrado cambiar el aciago porvenir del chico. Tras este increíble encuentro, Doc….o sea Sewashi vuelve al siglo XXII, dejando solos al descontento felino de cabeza prominente y al niño de la eterna camiseta amarilla.
A partir de este momento el film se pasea por territorio bien conocido por todos; Nobita se va envuelto en los mil y un problemas cotidianos por los que tantas veces le hemos visto derramar lagrimas cual fuente a los pies de Doraemon, para que éste, echando mano de su bolsillo mágico, le preste algún aparato que le de ventaja en las pequeñas batallas del día a día, pero por lo general, esto solo suele desembocar en un problema aún mayor. Sin embargo, el epicentro del film radica en la salvación que Shizuka representa para nuestro lamentable protagonista siendo su amor platónico, por lo que buena parte de los intentos del gato cósmico se centrarán en intentar que el desastroso niño de enormes gafas con el que comparte habitación consiga el corazón de la niña y así poder volver al futuro, lugar que el mismo Nobita acabará visitando (como otras tantas veces hiciera en el anime).
Respecto a la factura técnica el largometraje es sublime, todo ha sido genialmente recreado en 3D, pero respetando las líneas de la obra original por lo que el paso a la tercera dimensión se da de forma natural y añade algunos matices visualmente hilarantes. El doblaje al español está realizado por los actores habituales de la serie y eso crea una familiaridad que es bienvenida, sin embargo no ocurre lo mismo con las versiones adultas de Nobita y Shizuka, interpretadas por Mario Vaquerizo y Alaska, la diva del rock ochentero realiza una labor al menos decente (pese a que el cambio de tono respecto a la Shizuka de la niñez es poco creíble), pero el señor Vaquerizo le da al Nobita adulto un tono de macarra sureño que no encaja de forma alguna, y se hace difícil tomárselo en serio. La banda sonora por su parte cumple muy bien, con numerosos temas cantados en inglés que le sientan bastante bien aunque solo quedarán en la memoria de los más pequeños por ser demasiados genéricos.
Mientras avanza el film, llega un momento en el que uno empieza a pensar que la película es tan solo un capítulo de recopilación engrandecido visualmente, es entonces cuando la historia se va volviendo más profunda, con un trasfondo más grave, pero sin perder su noble brillo, Nobita madura y descubre la fuerza que hay bajo esa fachada de perdedor incurable, es aquí cuando Stand by Me Doraemon confraterniza con films como la trilogía Toy Story, tratando temas como la madurez, el sentimiento de pérdida o la lucha interior por cambiar y ser mejor, mucha gente no será capaz de ver estas similitudes en la profundidad de los temas que toca este film protagonizado por un chico y su gato del futuro con lo visto (y por lo general aplaudido) en la saga de los juguetes vivientes de Pixar, pero sinceramente, eso es sólo por los prejuicios con los que se suele mirar muchas veces todo lo que llega del país del sol naciente, aún con todo no voy hablar hoy aquí de estas diferencias culturales que muchos se limitan a señalar en vez de tratar de entenderlas, simplemente diré que quien se emocionó en los cines viendo el final de Toy Story 3 también debería hacerlo con este niño japonés, que es un poco pringado pero tiene un gran corazón y con su robot de aspecto felino, que llevan más de cuarenta años saliendo juntos de todo tipo de situaciones problemáticas, muchas de ellas fijo que las hemos sufrido más de uno y quién no hubiera querido tener su propio Doraemon, la vida hubiera sido un poco más fácil….o no.