La serie que llena el hueco que debió ocupar Daredevil
Nota: 6'5
Mientras que las producciones cinematográficas que toman su grial del cómic han ido fortaleciéndose en cada nuevo intento por trasladar del soporte papel a la imagen real la esencia de sus enmascarados hasta alcanzar un éxito rotundo, parece que a la televisión, que ha conseguido asemejar la calidad de sus productos a su hermano mayor, el cine, en casi todos los géneros, le está costando un esfuerzo sobrehumano lograr que las series de superhéroes se consoliden sin terminar postulándose como una versión infantiloide de sus personajes que se parodia a sí misma, como ha sido el caso de Smallville, Héroes o, más recientemente, la fracasada The Cape. Las razones pueden ser muy diversas, desde la inadecuada decisión de captar un target unidireccional dirigido a una audiencia adolescente que se conforma con un héroe casi pueril cuya mayor batalla es un triángulo amoroso, a la escasa planificación de los creadores, tónica desgraciadamente habitual de muchas televisivas, pasando por el desequilibrio de otras tantas que no saben si posicionarse en la comedia, en el drama, en ambas y que a lo único a lo que finalmente llegan es a bodriete inclasificable.
Arrow, sin ser una iluminación, podría ser la serie que dé pistas sobre el cauce que han de tomar las venideras realizaciones televisivas, eso si CW Network, el canal estadounidense experto en emitir chiquilladas para cultivos de acné, no la termina transformando en otro artículo mojabragas mezcla del aspecto más pedante de Smallville y la tontería casposa de Gossip Girl.
De momento, nos quedamos con el pequeño potencial mostrado en el piloto de la serie, cuyo análisis, como siempre, os dejamos tras el salto.
A veces sucede como en Fuenteovejuna. Un batiburrillo de profesionales del medio y con experiencia en el género, que se reparten entre productores ejecutivos, directores y scripters, los cuales cuentan con participaciones en títulos como Green Lantern, Fringe, Castle o la propia Smallville, se congrega con una misión en común. Por citar algunos nombres en los títulos de crédito, tenemos al director de la serie, David Barret, o a los creadores Andrew Kreisberg y Moira Kirland, entre otros. Un grupo que si por separado ha funcionado a medio gas, une ahora sus fuerzas tal y como hicieran los miembros de La Liga de la Justicia o Los Vengadores, para derrocar en este caso a un villano mucho más real: el fracaso televisivo.
La jugada, en lo que respecta al piloto, parece que no ha funcionado tan mal, porque la génesis de Arrow cumple sirviendo de ganzúa en sucesivos episodios, pero no enganchando a una audiencia limitada como ocurre en la mayoría de producciones de la cadena norteamericana, sino una que amplía mucho más su espectro al sugerirse la televisiva como un producto encaminado a satisfacer mentes algo más adultas, las cuales exigen ya una profundización argumental que traspase la superficie más básica de la preocupación humana adolescente, pavimentada por el amor y la imagen.
La historia se basa en el Green Arrow: Year One de Andy Diggle, con un Flecha Verde jovencito. Oliver Queen, hijo de un multimillonario, es rescatado de una isla desierta tras permanecer en ella 5 años a causa del hundimiento del yate en el que viajaba con su padre. Ollie retorna a la mansión familiar con una maleta cargada de secretos, una capa, un arco, una flecha y un objetivo: impartir justicia en su ciudad, Sterling City, tomada por los capos, los estafadores y los maleantes. Aunque el protagonista trate de ocultar, claro, su doble vida, el cambio no pasará desapercibido para la familia y las amistades del chico, desconcertados ante el nuevo Ollie.
El protagonista que se nos presenta ya no es un ingenuo Clark Kent con la mente a medio desarrollar y sin pelillos en los huevos, sino que la de Oliver Queen, interpretado por un notablemente inexperto Stephen Amell, corresponde a una personalidad un poco más interesante, madura y oscura mezcla del Robin Hood más justiciero a la par que delincuente en horas nocturnas y el elitista e inquietante Bruce Wayne bajo el sol. Hablamos de la conversión de un niñato pijo, cuya máxima habilidad era hacerse a una tía sin necesidad de recurrir al Whatsapp, a un súperhombre que ha sobrevivido durante años en una ínsula sin más compañía que unos cangrejos y cuatro cocoteros, transformándose en una especie de Mowgli capaz de hacer parkour sin derramar ni una puta gota de su gin tonic, mientras sin contemplaciones atraviesa con una flecha al tipo de enfrente.
Por tanto, nos hallamos ante un héroe adulto que lo visto en anteriores creaciones para la TV y una intriga que, en apariencia, se presume más elaborada, violenta y oscura a partir de unos personajes que también ocultan sus propios secretos, enigmas que resultan decisivos para el posicionamiento en el bando de unos y otros, una linea poco definida que vaticinamos supondrá un juego constante de incertidumbre para el espectador. Se agradece también el toque de humor que se le confiere a la serie, una ironía que hace gala de pullitas lanzadas a Lost o Crepúsculo y que básicamente se encuentran en el trozo de libreto dedicado al colega bromista de Ollie.
A pesar de las excepciones que postulan su distinción frente a otras producciones del género, no salva un guión de lo más predecible, los tópicos, estereotipos rollo hermanita cachonda y amigo liante, soap en las relaciones, ni, en muchas ocasiones, la distancia con Smallville o los productos, cinematográficos y televisivos, humectantes más chapuceros encaminados a los imberbes, motivados por un trípode amoroso, conflictos con las drogas o un torso sin camiseta en el que podrían lijarse todos los muebles del Ikea.
Como estamos hablando de un ámbito en el que se presupone que abundan las acrobacias y peleas con los villanos, no podemos obviar el apartado técnico, decente y consciente de sus posibilidades, sin tratar de ir más allá de lo que puede ofrecer una producción de serie B sin pretensiones 'nolanianas' y muy light, que adolece eso sí, de una dirección poco inspirada más que de falta de medios. Apreciamos unas peripecias y luchas cuerpo a cuerpo bien resueltas que se alejan del ridículo que supone su presencia en otras series con tal contenido a las que no les sobra la pasta, precisamente.
Arrow podría ser la oportunidad televisiva que DC buscaba tras haberlo intentado sin éxito con las series de Aquaman y Wonder Woman, y podría ser también la ungida para encaminar un género que en la pequeña pantalla ha ido cabalgando entre fracaso y fracaso. Una propuesta para toda la audiencia, joven, adulta, fans del cómic e ignorantes, que sentenciará su target según avancen los episodios y que ya insinúa por dónde van a ir las flechas con algunos guiños a los aficionados, como la máscara de Deathstroke en este primer capítulo, amenazando sobre la inclusión de otros conocidos personajes del universo DC en esta misma temporada. Más vale que el arquero aumente la tensión de su arma, porque la noche es más oscura antes del amanecer, y os prometo que el amanecer está llegando. Lleva la marca de Marvel.