Nota: 7
Es inevitable pensar en la película homónima de 2005 cuando dirigimos la mirada hacia esta serie, ambas centradas en el personaje creado en 1985 por Alan Moore, Stephen R. Bissette y John Totleben para el universo comiquero de DC. Pero que no haya lugar a equívocos, ya que mientras que el filme de Bill Lawrence se tradujo en un vehículo bastante correcto para que Keanu Reeves luciera su eterna cara de haber visto un fantasma, la serie del canal NBC llega con la intención de homenajear el espíritu canalla del personaje protagonista de Hellblazer a costa de la fidelidad, sin que ello signifique que nos encontremos ante la adaptación de la novela gráfica que los fans llevan décadas esperando. No, este es Constantine, de segundo apellido Winchester. Y nos vale.
En principio, la idea de comenzar con el protagonista realizándose una lobotomía voluntaria, un acto tan doloroso y desgarrador como para servir de final de temporada a una serie tan demoledora como Homeland, es un inicio esperanzador para cualquier aficionado al horror que suele acompañar a lo fantástico. En ese sentido, a la hora de situar el tono de su propuesta en el episodio piloto, se nota que la serie intenta ir más allá que cualquier procedimental fantástico al uso, presentando a un protagonista y una atmósfera más adultas que adolescentes. Por si fuera poco, el primer episodio ha contado con el imponente realizador Neil Marshall, responsable de los capítulos más espectaculares de Juego de Tronos y la razón de que Constantine luzca tan bien.Más que una adaptación de un cómic al uso, en la línea de Arrow o la reciente The Flash, Constantine funciona mejor en comparación con thrillers fantásticos en la línea de Sobrenatural o Grimm, ambas protagonizadas por agentes de lo paranormal que son capaces de ver más allá de lo que alcanza el ojo del humano normal y corriente. En este caso, ese "detective" de lo sobrenatural y "Maestro de las Artes Oscuras" es un pobre diablo aficionado al whisky, la nicotina y al sentido del humor corrosivo. Bajo esa premisa, el talante procedimental de la propuesta nos llega casi de forma obligada, aderezado con una historia central tan válida en su función de nexo como escueta a la hora de otorgar mayor carga dramática a la ficción. Porque estamos acostumbrados a los cazadores de demonios, pero no lo estamos a la forma de atraparlos que tiene John Constantine.
El problema de la serie creada por Daniel Cerone (guionista de El Mentalista y Dexter) es que cuenta con un carisma basado en un pilar muy concreto que destaca por encima de la corrección generalizada que domina al conjunto: su protagonista Matt Ryan (Layer Cake, Assassin´s Credd: Black Flag). Es él quien lleva el 99% del peso de la serie y, por tanto, quien asienta el tono de la misma. En este caso, ese espíritu general no se aleja demasiado del retrato del mundo paranormal visto en títulos como Bitelchús, donde el horror pierde de forma consciente su aura extraña para acercarse más que nunca a la trivialidad del mundo real y a los lugares ya conocidos. Es en ese tono casi paródico, en la que esta especie de John McClane de lo sobrenatural fuma cigarros torcidos y maldice a sus rivales con desgana, donde reside el éxito de Constantine, por lo menos en su primer episodio. Que sirva para sostener a una ficción de largo recorrido ya es otro asunto bien distinto.
En principio, una primera temporada de 12 capítulos parece una cifra bastante adecuada para una serie tan dependiente y limitada como Constantine, y más si tenemos en cuenta que, al igual que sucede en la ficción protagonizada por los incombustibles hermanos Winchester, realmente no nos están contando nada nuevo. Aún así, los aficionados a lo canalla encontrarán un nuevo cómplice en la figura de Ryan, que le ha cogido el pulso al rol con la misma contundencia que Hugh Jackman logra con Lobezno o Robert Downey Jr. con Iron Man; es decir, haciendo completamente suyo al personaje. Y eso no se ve todos los días.