Revista Cine
Nunca abandonarás Harlan con vida, Raylan
Nota: 8
A falta de dos temporadas más para poner punto y final a Justified uno no hace sino echar un vistazo atrás y preguntarse dónde estará el techo de la serie de la FX. No cabe duda que hoy por hoy vuela a la par de otras joyas como Boardwalk Empire o Breaking Bad aunque bien es cierto que no ostenta esa repercusión ni mediática ni sociológica de las que hacen gala las series de HBO o AMC. Sin embargo, la adicción que provoca Justified es proporcional al ingenio que los guionistas añaden en cada una de las réplicas que Raylan, Boyd y el resto del elenco exhalan sin perder su fuerte acento sureño mientras sus pulsos se mantienen firmes sobre su adversario. Nicky Augustine, uno de los villanos de la temporada, lo explicaba muy bien cansado ya de los rodeos de Boyd: “Tío, me encanta la forma que tienes de hablar. Gastas cuarenta palabras donde bastarían cuatro”. Ésa es la verdadera magia de Justified, el magnetismo que emite cada uno de sus diálogos en un constante toma y daca donde la testosterona no deja sitio para sentimentalismos.
Que durante está temporada Justified ha demostrado que quiere seguir creciendo es un hecho. Su narrativa a lo largo de estos cuatro años ha evolucionado desde su primera temporada, un procedimental con toques de grandeza, llegando a una segunda donde el clan Bennet perfilaba ese gusto por los grandes villanos del que hace gala la serie, acabando con una tercera cargada de personajes eléctricos e impredecibles con un comportamiento similar al de la nitroglicerina. Esta última temporada, en cambio, ha optado por la intriga y el misterio al dar vueltas sobre la figura del escurridizo Drew Thompson sin llegar ningún otro rol a erigirse como la némesis palpable de la temporada. Un recurso que puede haber despistado al espectador al difuminar el rumbo que la serie quería tomar, incluso llegando en ocasiones a olvidar por qué demonios era tan importante el desconocido Drew cuando otros criminales igual o más importantes se paseaban por Harlan como Pedro por su casa. No obstante, la búsqueda del hombre del millón de dólares nunca ha eclipsado al verdadero relato, ya que las consecuencias de su búsqueda iban a ser el auténtico motor de la temporada, siendo el ”4x10 Get Drew” donde se revela la identidad del susodicho como una forma de preparar una recta final donde cada rol presente en este entramado criminal ha tenido que afrontar las consecuencias del levantamiento del telón.
Pero recapitulando un poco, durante este año hemos visto como distintas líneas argumentales han tenido bastante protagonismo, presentadas como pequeños relatos que han enriquecido el argumento al tiempo que contribuían a evolucionar a los personajes. Uno de los casos más sórdidos es sin duda el arranque con matices religiosos con el que empezó la andadura y que finalmente ha servido para ensalzar la figura de Boyd Crowder en su escalada del crimen, relegando dicha trama finalmente a un plano menor cuando parecía que su trascendencia en esta temporada iba a ser de mayor importancia. Es en el caso de Rayland y su tortuosa relación con Arlo donde se ha elevado si cabe un poquito más la complejidad de nuestro protagonista, sobre todo a raíz de las "entrañables" últimas palabras del criminal para su hijo. Unas pinceladas que no hacen sino reforzar a un personaje fascinante cuya coraza es su virtud a la vez que su maldición, alejándose del estereotipo marcado por John Wayne hacia derroteros más grises, siempre sin abandonar su pose.
Este año también hemos agradecido cómo han conseguido dar una nueva dimensión a uno de los personajes en la sombra que ha logrado más de un tira y afloja con Raylan. Por supuesto, hablo de su compañero Tim. Su pasado como alcohólico y partícipe en la guerra de Irak han sentado las bases para catapultar el enfrentamiento con el emergente Colton -“Creo que finalmente dejaré hoy de fumar” sentencia Coltón ante su inminente final- pero cuyo juego se alargó durante más episodios en una constante partida de póker que eclosionaba en la espectácular batalla dialéctica durante la emboscada final. Y es que el malogrado Colton se ha mostrado como el personaje revelación de la temporada en un año que tampoco se ha caracterizado por contar con nuevas caras y en el que incluso se ha echado de menos alguna – falta de minutos de Limehouse-. Un perfecto Ron Eldart dando vida a este sicario cuyas emociones contrastan con su cruel semblante en una espiral autodestructiva hasta su harakiri final.
A Walton Gogins, una vez más, es una delicia verle en la piel del paleto pomposo Boyd Crowder. Posiblement, muchos aún le asocien con su papel en The Shield, pero en Justified además consigue demostrar su madera de creciente coprotagonista del relato. Su camino hacia el sol este año finalmente ha terminado por hacerle pagar el precio, perdiendo lo que más amaba en una carrera constante de la que finalmente ha resultado perdedor. El futuro se presenta vedado vedado para un Crowder que se ha convertido definitivamente en la cara alternativa del Marshall, cuya relación fraternal nos deja diálogos para el recuerdo como esa conversación durante la finale en la que el criminal responde al tono de superioridad del agente preguntándole qué se dice a sí mismo por las noches para despertarse pensando que no es uno de los malos.
Quizás este año el final y el estiramiento sobre la identidad de Drew Thompson hayan sido las connotaciones negativas de una temporada que, sin llegar a la excelencia de la segunda, puede mirar por encima a las restantes entregas de este western contemporáneo. Pero como comentábamos, los minutos finales ante el incombustible Nicky Augustine han hecho justicia a la temporada ejemplificando de la mejor manera las luces y sombras de este año, con un mafioso en declive que no se arruga ante las bravuconadas de un Raylan que acaba sentenciando con otro latigazo -“aún no has salido de la limusina”- de una forma más sutil a la que nos tiene acostumbrados pero rebosando el magnetismo de siempre.
Nota: 8
A falta de dos temporadas más para poner punto y final a Justified uno no hace sino echar un vistazo atrás y preguntarse dónde estará el techo de la serie de la FX. No cabe duda que hoy por hoy vuela a la par de otras joyas como Boardwalk Empire o Breaking Bad aunque bien es cierto que no ostenta esa repercusión ni mediática ni sociológica de las que hacen gala las series de HBO o AMC. Sin embargo, la adicción que provoca Justified es proporcional al ingenio que los guionistas añaden en cada una de las réplicas que Raylan, Boyd y el resto del elenco exhalan sin perder su fuerte acento sureño mientras sus pulsos se mantienen firmes sobre su adversario. Nicky Augustine, uno de los villanos de la temporada, lo explicaba muy bien cansado ya de los rodeos de Boyd: “Tío, me encanta la forma que tienes de hablar. Gastas cuarenta palabras donde bastarían cuatro”. Ésa es la verdadera magia de Justified, el magnetismo que emite cada uno de sus diálogos en un constante toma y daca donde la testosterona no deja sitio para sentimentalismos.
Que durante está temporada Justified ha demostrado que quiere seguir creciendo es un hecho. Su narrativa a lo largo de estos cuatro años ha evolucionado desde su primera temporada, un procedimental con toques de grandeza, llegando a una segunda donde el clan Bennet perfilaba ese gusto por los grandes villanos del que hace gala la serie, acabando con una tercera cargada de personajes eléctricos e impredecibles con un comportamiento similar al de la nitroglicerina. Esta última temporada, en cambio, ha optado por la intriga y el misterio al dar vueltas sobre la figura del escurridizo Drew Thompson sin llegar ningún otro rol a erigirse como la némesis palpable de la temporada. Un recurso que puede haber despistado al espectador al difuminar el rumbo que la serie quería tomar, incluso llegando en ocasiones a olvidar por qué demonios era tan importante el desconocido Drew cuando otros criminales igual o más importantes se paseaban por Harlan como Pedro por su casa. No obstante, la búsqueda del hombre del millón de dólares nunca ha eclipsado al verdadero relato, ya que las consecuencias de su búsqueda iban a ser el auténtico motor de la temporada, siendo el ”4x10 Get Drew” donde se revela la identidad del susodicho como una forma de preparar una recta final donde cada rol presente en este entramado criminal ha tenido que afrontar las consecuencias del levantamiento del telón.
Pero recapitulando un poco, durante este año hemos visto como distintas líneas argumentales han tenido bastante protagonismo, presentadas como pequeños relatos que han enriquecido el argumento al tiempo que contribuían a evolucionar a los personajes. Uno de los casos más sórdidos es sin duda el arranque con matices religiosos con el que empezó la andadura y que finalmente ha servido para ensalzar la figura de Boyd Crowder en su escalada del crimen, relegando dicha trama finalmente a un plano menor cuando parecía que su trascendencia en esta temporada iba a ser de mayor importancia. Es en el caso de Rayland y su tortuosa relación con Arlo donde se ha elevado si cabe un poquito más la complejidad de nuestro protagonista, sobre todo a raíz de las "entrañables" últimas palabras del criminal para su hijo. Unas pinceladas que no hacen sino reforzar a un personaje fascinante cuya coraza es su virtud a la vez que su maldición, alejándose del estereotipo marcado por John Wayne hacia derroteros más grises, siempre sin abandonar su pose.
Este año también hemos agradecido cómo han conseguido dar una nueva dimensión a uno de los personajes en la sombra que ha logrado más de un tira y afloja con Raylan. Por supuesto, hablo de su compañero Tim. Su pasado como alcohólico y partícipe en la guerra de Irak han sentado las bases para catapultar el enfrentamiento con el emergente Colton -“Creo que finalmente dejaré hoy de fumar” sentencia Coltón ante su inminente final- pero cuyo juego se alargó durante más episodios en una constante partida de póker que eclosionaba en la espectácular batalla dialéctica durante la emboscada final. Y es que el malogrado Colton se ha mostrado como el personaje revelación de la temporada en un año que tampoco se ha caracterizado por contar con nuevas caras y en el que incluso se ha echado de menos alguna – falta de minutos de Limehouse-. Un perfecto Ron Eldart dando vida a este sicario cuyas emociones contrastan con su cruel semblante en una espiral autodestructiva hasta su harakiri final.
A Walton Gogins, una vez más, es una delicia verle en la piel del paleto pomposo Boyd Crowder. Posiblement, muchos aún le asocien con su papel en The Shield, pero en Justified además consigue demostrar su madera de creciente coprotagonista del relato. Su camino hacia el sol este año finalmente ha terminado por hacerle pagar el precio, perdiendo lo que más amaba en una carrera constante de la que finalmente ha resultado perdedor. El futuro se presenta vedado vedado para un Crowder que se ha convertido definitivamente en la cara alternativa del Marshall, cuya relación fraternal nos deja diálogos para el recuerdo como esa conversación durante la finale en la que el criminal responde al tono de superioridad del agente preguntándole qué se dice a sí mismo por las noches para despertarse pensando que no es uno de los malos.
Quizás este año el final y el estiramiento sobre la identidad de Drew Thompson hayan sido las connotaciones negativas de una temporada que, sin llegar a la excelencia de la segunda, puede mirar por encima a las restantes entregas de este western contemporáneo. Pero como comentábamos, los minutos finales ante el incombustible Nicky Augustine han hecho justicia a la temporada ejemplificando de la mejor manera las luces y sombras de este año, con un mafioso en declive que no se arruga ante las bravuconadas de un Raylan que acaba sentenciando con otro latigazo -“aún no has salido de la limusina”- de una forma más sutil a la que nos tiene acostumbrados pero rebosando el magnetismo de siempre.