Algo más que la nueva serie de Ben Linus y J.J. Abrams
Nota: 8
Algo más como por ejemplo la primera incursión televisiva de Jonathan Nolan, hermanísimo de uno de los directores más confiables de la actualidad y a su vez coguionista de la resurrección de Batman. Su nombre es el que cierra los créditos bajo el cargo de "creador", y lo cierto es que los ecos al cine más palomitero del Big Nolan son mas que evidentes así como la robustez de un guión que apuesta claramente por la acción en detrimento del misterio. Y es que por mucho J.J. que mueva los hilos en Person of Interest, tanto su propuesta como su desarrollo no tienen nada que ver con la serie que hizo célebre a uno de sus protagonistas y principal reclamo, Michael Emerson.
El análisis del primer episodio, tras el salto.
A pesar de las tibias críticas recibidas al otro lado del charco (64 en Metacritic), desde La Palomita recibimos a Person of Interest como la incorporación de más interés a la parrilla televisiva en este 2011 tras la omnipresente Juego de Tronos (y a falta de ver Terra Nova, review para esta semana). Pero a diferencia de la serie protagonizada por los Stark y los Lannister, la última producción del director de Super 8 no llega para arrasar en las entregas de premios ni para cosechar hordas de fans ansiosos del próximo episodio. Esa franja está más que cubierta de aquí a 2 o 3 años. Abrams ha sido consciente de ello ya dado luz a otra serie destinada a la segunda liga catódica, que es la del entretenimiento puro y duro. Y vaya si ha dado en el clavo.
Para ello se ha hecho con uno de los guionistas de moda, Jonathan Nolan, y le ha concedido los mandos de toda la producción en el que es su primer trabajo fuera de la escritura y una inmejorable carta de presentación como autor. Las comparaciones con la saga murciélaga son inevitables, ya que aunque se hable de una trama que bebe principalmente de Minority Report, lo cierto es que no dejamos de estar ante una historia de justicieros con la tecnología más avanzada a su alcance. ¿Os suena familiar?
John Reese es un ex agente del gobierno que lleva una década viviendo en las calles hincapaz de superar el asesinato de su mujer. Durante un altercado en el metro es detenido, y las habilidades que demuestra ante el arresto no tardan en llamar la atención de un misterioso millonario que se hace cargo de la fianza. Su nombre es Mr. Finch y parece que lo sabe todo sobre nuestro protagonista. Incluso ese motivo que necesita para reencauzar su vida.
Resulta que el excéntrico y cojo benefactor es un genio de la informática al que el gobierno encargó un sistema de vigilancia definitivo para evitar otro 11 de septiembre. El pedido tuvo éxito y el sistema basado en la red de comunicaciones global (ordenadores, cámaras, teléfonos, análisis de gestos, etc...) no tardó en arrancar generando los primeros dilemas morales. La máquina no solo era capaz de prever las peores desgracias, sino también todo tipo de sucesos violentos en los que corriera peligro la vida de una persona. El gobierno decidió que todo lo que no fuera información prioritaria tenía que ser eliminado y Finch abandonó su puesto.
Obviamente, los servidores que almacenan y procesan la información de la máquina siguen en algún sótano del gobierno, pero el millonario fue capaz de crear una puerta trasera para recuperar los datos eliminados que se traduce en números de la seguridad social de personas que estarán involucradas en sucesos violentos. Ahí es donde entra John y su experiencia como espía. Bajo la nómina de Finch, el ex-agente deberá vigilar a esos objetivos hasta descubrir y evitar el suceso del que les advierte la máquina.
Como véis, un contexto lo suficientemente complejo como para resultar atractivo y a la vez funcional en un thriller de acción como el que nos ocupa. Realmente, Jonathan Nolan solo ha tomado la idea inicial de la cinta de Tom Cruise dirigida por Spielberg y la ha traído a nuestro tiempo sirviéndose de paranoia orwelliana pura y dura.
Pero como decíamos en la introducción, su principal valor es utilizar ese pretexto para ofrecer una historia de justicieros con apariencia realista. Una sensación lograda gracias a una fotografía fría dominada por rascacielos y que representa ese principal nexo de unión entre las obras de los dos hermanos Nolan. Pero eso no significa que la acción no sea espectacular a pesar de su crudeza casi mecánica. Y es que ese realismo es una ilusión que nace en un guión férreo y sin florituras que va directo al grano.
Al ser un producto destinado al consumo de palomitas en cantidades industriales tampoco es que los intérpretes tengan tiempo para lucirse. James Caviezel no sale del rol de tipo introspectivo que ha mostrado en todas y cada una de las -malas- películas que le ha llevado a caer y rebotar (su teleserie de 1009 remakeando El Prisionero es directamente criminal) en la pequeña pantalla. El que más se esfuerza es del que más se esperaba. Michael Emerson incluso cae un poco en la sobreactuación retratando a un personaje radicalmente diferente a Benjamin Linus, frágil físicamente, brutalmente honesto (de momento) y con esa mirada magnética de la que hace gala el actor.
Ahora bien, a pesar de su inmejorable aspecto (y una banda sonora moderna y muy ambiental) y de que tanto el reparto como la propuesta hayan aterrizado de forma certera, no podemos olvidar la vocación de serie procedimental de un caso a la semana que nos espera tras esta presentación de personajes. Lo que falta por ver es si el resto de directores asignados a la serie serán capaces de mantener la buena mano del veterano David Semel (de Sensación de Vivir a House, pasando por Life o Héroes) en este piloto sin caer rápido en la repetición y la falta de propuesas visuales al servicio de la pirotécnia, que a menos que el pequeño de los Nolan nos tenga guardado algún as bajo la manga, parece que es de lo que vamos a vivir en Person of Interest. Y bienvenido sea.