La receta clásica resucita a los Winchester
Nota: 6,5
Supernatural, como no nos cansamos de decir en sus análisis, es la joya de la corona de la cadena The CW no ya sólo porque la audiencia responda siempre a la llamada de sus nuevas entregas con la fidelidad del primer día, sino porque se trata de la muestra
fehaciente de cómo se puede realizar una buena serie destinada para todo tipo de público sin necesidad de insultar la inteligencia del espectador. Y es que aunque el canal siempre ha segmentado su audiencia hacia ese tipo de espectadores carnaza de la Superpop, este relato de corte fantástico siempre se ha
mostrado como un producto lo suficientemente cuidado y consciente de cuándo debía hacerse parodia a sí misma. Sin embargo, ya es
cantinela vieja que la serie debió haber puesto punto y final – de hecho, estaba
configurada para ello- tras su fabulosa
quinta temporada. El resultado fue una sexta irregular que supo ir a más
tras un inicio deplorable, continuada con una séptima que merece estar en podio de los
despropósitos compartiendo el mérito de la sextas entregas de Dexter o la última de El Séquito A pesar de todo, este año
podemos decir que la calidad general ha vuelto y, si bien no ha sido ni mucho menos la entrega más redonda, sí nos ha demostrado que los Winchester aún son capaces de revivir sus mejores días.
Como ya comentábamos el año pasado, la séptima temporada tuvo
una season finale que supuso el golpe
de gracia a una temporada aún más dolorosa que un mordisco de Julia Roberts. Lo único rescatable fue un cliffhanger que nos dejaba a un Dean en el Purgatorio a merced de los Leviatanes mientras Sam salía airoso de la contienda. Si mi
compañero Pablo hacía referencia a Michelle Rodríguez en su crítica de A Todo Gas 6 como un personaje -porque Michelle Rodríguez siempre hace de Michelle Rodríguez- que ya
compite en número de resurrecciones con Son Goku y Jesucristo, quién va a
discutir que en el caso de Dean y Sam la frase nos viene que ni pintada. El punto de inicio de este año viene a raíz
de la vuelta del hermano mayor tras un año
sobreviviendo en el Purgatorio mientras que el pequeño de los Winchester
llevaba retirado de la caza desde la desaparición de Castiel.
La primera parte de la temporada posiblemente haya sido la
más pesada al no llegar la trama a ningún lado en
concreto ni focalizar el hilo conductor de este año. Aunque los
flashbacks nunca han sido un recurso propio de Supernatural, esta entrega se ha servido de ellos para recrear todo el año transcurrido tras la ausencia de Dean, y a pesar de que tanto el personaje de Benny como
el periplo amoroso de Sammy nunca
acabaron por cuajar del todo, no es menos cierto que el primero finalmente supo cerrar su arco con bastante dignidad. Pero como íbamos comentando, una vez pasado este
tramo que nos recordaba los pecados de sus dos últimas temporadas, Supernatural de nuevo volvió a ganar
enteros regresando a la fórmula clásica, es decir, la de Ángeles y Demonios.
Y es que como ya sabemos, tras el Apocalipsis las batallas entre dichos seres parecieron ya pasar a un plano inferior, sabedores los guionistas de que en esa vaca ya no quedaba mucho por ordeñar. Ésa ausencia, sumada a la incapacidad para encontrar otros seres mitológicos del carisma
de Lucifer o por supuesto del propio
Crowley, fue la principal razón que llevó a la deriva a Supernatural, con lo que si la vieja fórmula
sigue funcionando, por qué no regresar a ella. Al menos, éso es lo
que ha debido pensar el nuevo showrunner,
Jeremy Carver, y no se ha equivocado. La octava entrega no sólo conseguido devolver el interés a una propuesta maltrecha sino que
también ha logrado resucitar su característico humor con capítulos
tan desternillantes como el protagonizado por el Golem judío, con nazis incluidos, o el menos ambicioso pero divertidísimo episodio en el campamento para nerds de
la era medieval.
Una vez superado el grueso de la temporada y habiendo recobrado la compostura, Supernatural ha vuelto a recurrir a la eterna batalla entre el cielo y el
infierno mientras que los hermanos Winchester
luchaban para sellar las puertas del infierno definitivamente a costa del
sacrificio gradual de Sam. Sin embargo, el eje sobre el que se ha sostenido
gran parte de esta temporada, donde básicamente se aglutinaba toda la intriga y
sorpresas de este año, surgía a raíz de la entrada del personaje de Naomi como un ángel que manipula a los
suyos a su antojo sin intención de desvelar hasta el final sus verdaderos fines. De
nuevo, los ángeles vuelven a ser tan pendencieros como los escurridizos
demonios dejándonos otra vez con la miel en las labios gracias a un final rompedor donde no sólo se nos presenta a Metatroncomo
la auténtica amenaza de la temporada, sino que llega también para marcar un punto de inflexión con los ángeles vagando por La Tierra como almas mortales.
Por su parte, la vuelta tanto de Crowley como de Castiel al primer plano es uno de los notables cambios de esta
temporada en comparación con su predecesora. Mark
Sheppard siempre ha sabido transmitir un halo carismático a un Crowley que nunca ha pretendido asumir el rol de némesis central, siendo su participación limitada
a la de un secundario de lujo rendido al interés de la historia. En cambio, Misha
Collins, que representó en su día el crecimiento exponencial de la serie hasta convertirse en el
tercero de los hermanos Winchester, regresa tras una equivocada ausencia en la pasada campaña para regalarnos auténticos momentos para el recuerdo, tanto puramente cómicos como simplemente espectaculares como su huida de las garras de la incisiva Naomíiteletransportándose continuamente a través de una cadena de restaurantes de comida rápida.
A la luz del éxito de la octava temporada no es descabellado afirmar que los Winchester han vuelto. Lo que no está claro es sí lo han hecho con ganas de quedarse. Y es que con una novena entrega ya en plena producción que no ha sido anunciada como la de cierre (algo habitual en las ficciones longevas), no es descabellado imaginar una hipotética décima tanda. La season finale, uno de los mejor capítulos del año, nos
ha regalado dicho futuro en forma de nuevo panorama argumental, mientras que muchos aún esperamos impacientes la aparición estelar del único ser celestial que aún -o eso creemos- no ha hecho acto de presencia (hablamos obviamente de Dios). En conclusión, este año Sobrenatural ha ofrecido la que parece a todas luces su última temporada principalmente genérica como un preludio nostálgico para una recta final de infarto. Sólo nos queda esperar que los directivos de The CW también lo vean así o, si siguen empeñados en estirar el chicle, hayan aprendido como copiarse a sí mismos sin perder la dignidad.