Los Jennings calientan la Guerra Fría
Nota: 8
Desde que comenzó el año televisivo no hemos hecho más que
reiterar la decepción que están resultando la mayor parte de las propuestas que nos
llegaban del otro lado del charco. A pesar de que la midseason también parecía que iba a suponer la confirmación de un año de agotamiento de
ideas tras ver los escabrosos pilotos de The Cult o de la esperada The Following,
al final la balanza se ha compensado con series debutantes como
la emitida por History Channel, Vikings -la cual se ha consolidado según han transcurrido los capítulos-, Bates Motel –que tras un notable
comienzo titubea pero no dejar de cumplir su función-, la hilarante Da Vinci´s Demons -el pecado culpable- o por supuesto quizás uno de
los mejores estrenos del año, Hannibal, cuya depravación va in crescendo capítulo a capítulo. Qué duda cabe de que The Americans ha sido uno de esos
grandes estrenos concibiendo una primera temporada sensacional que ha servido
de marco de presentación de una Guerra Fría que aún está lejos de calentarse y
no ha hecho más que arrancar motores.
La serie emitida por la cadena de pago FX ha conseguido perfilar una temporada debutante sensacional, comenzando por un piloto abrumador que inevitablemente capta tu atención hasta
un final de temporada que demuestra de qué pasta está hecha esta serie, alejada
de odiosos cliffhangers o fuegos de artificio para ocultar sus carencias. No
obstante, tras años siguiendo la televisión yanki ya sabemos cómo se despacha este negocio, y es que hasta la segunda temporada no sabremos si estamos verdaderamente hablando de una
serie destinada a codearse con los grandes o simplemente ha resultado un tiro de fortuna que nunca más volveremos a contemplar -que se lo digan a Tim Kring y su denostada Héroes- . Sea como fuere, es indiscutible que hasta la fecha de hoy, The Americans se ha mostrado como serial
sobresaliente que sabe beber de muchos géneros sin estancarse en ninguno y que
permite lecturas diferentes sobre lo que verdaderamente esta serie intenta
enfocar.
El mérito tanto de su showrunner
Joseph Weisberg -un ex espía reconvertido a guionista- como de sus
guionistas, es el de haber sido capaces de crear un drama familiar con la Guerra Fría como fondo y que dicha ambivalencia haya sabido ser administrada adecuadamente a través de una
faceta caricaturesca que nos permite ser magnánimos ante determinadas incoherencias del relato. Ciertamente, The Americans
no bebe del clásico género de espionaje, no estamos ante la nueva Rubicón, ni mucho más lejos de la
realidad. De hecho, nos encontramos más cerca de cualquier drama familiar visto en la
pequeña pantalla que de la recomendable obra de Robert DeNiro, El Buen Pastor. Y es que FX siempre ha sido una cadena que ha hecho énfasis en esbozar la
figura familiar en cada uno de sus seriales, como en la sobresaliente The Shield o en la decepcionante Sons of Anarchy, sin olvidar la joya de
la corona en antena, Justified.
The Americans nos
sitúa en un contexto histórico visto ya anteriormente en el cine en multitud de
ocasiones, salvo que esta vez, a pesar de que no nos pille de sorpresa que los soviéticos perdieron la Guerra Fría contra la maquinaria capitalista americana, el enfoque es bien distinto al de las clásicas
barras y estrellas modélicas combatientes contra la hoz y el martillo, pues en esta ocasión con quien acabamos empatizando es con los comunistas. No obstante y aunque nos caiga en gracia el matrimonio Jennings,The Americans no deja de retratar a estos Mrs. and Mr. Smith como unos verdaderos hijos de puta que no dudan en
apretar el gatillo llevándose por delante a quién haga falta si la situación lo
requiere, y es en este punto donde se sustenta gran parte de la calidad que atesora la
serie de FX. La seductora Nina lo
expresa muy bien cuando le responde al sabueso Stan:“En América o es negro o blanco, en Rusia todo es gris”. Una afirmación que refleja el contexto sobre
el que navega la serie y cada uno de sus protagonista principales.
Así, una de las virtudes de la serie de Joseph Weisberg ha sido saber crear un marco perfecto que se aleja
de cualquier absolutismo de héroe o villano. Cierto que la seducción del sueño
americano es uno de los conflictos con los que los Jennings tienen que lidiar, porque al final siempre queremos bailar
con las más guapa de la fiesta, pero los sabuesos de Hoover retratan la otra América, esa cuya palabra "libertad" justifica
irónicamente la palabra "represión". Finalmente, el espectador no puede dejar
de caer rendido ante la madre Rusia y toda su encantadora maquinaria
propagandista nacionalista. El contexto histórico se sirve del relato para
regalarnos apasionantes capítulos, como el protagonizado por el intento de
asesinato de Reagan o, por supuesto, la lucha de Polonia por librarse del régimen
comunista soviético, sin olvidar que estamos ante el inicio de la carrera
espacial.
Tanto Philip como
Elizabeth, o mejor dicho el
matrimonio Jennings, se ha mostrado
como el eje sobre el que se mueve la serie. Su relación nos ha deparado un
vaivén de emociones que curiosamente arranca en su evolución tras años de mentiras
y engaños que no harán sino complicar el poder poner de nuevo el contador a cero.
Desde el piloto consiguen definir fehacientemente los roles que ejercen cada
uno de los espías, tanto dentro como fuera del hogar. Si Elizabeth es quién lleva las riendas fuera del hogar, qué duda cabe
que es Philip quién soporta mejor el
peso de la paternidad, convirtiendo esta duplicidad en una decisión imposible
entre la madre patria soviética o el hogar que han construido cimentado a base
de mentiras, pero que no por ello deja de ser algo real, porque tras años de repetir una mentira, ocurre a veces que la realidad no
está tan alejada, siendo la tormentosa relación entre Philip y Elizabeth una muestra de ello, explicado en convincentes
flashbacks que ayudan a entenderlo, sin olvidar la introducción de un Gregory que resulta esencial para comprender el desarrollo de Elizabeth.
The Americans tiene
el virtuosismo de poder mezclar acción, triángulos amorosos, intrigas y
traiciones y salir indemne de ser denostada como un producto de segunda con
tinte telenovelesco, porque finalmente la historia se sustenta en las
interacciones de sus protagonistas y, por supuesto, en los esqueletos que van dejando tras ellos. La pobre Martha -¿de verdad aún no se ha fijado en el
pelucón de Philip?- o la inconsolable Nina
resultan víctimas de caracteres que dejaron la empatía tiempo atrás para lograr
sus fines. El incombustible Stan es
curiosamente la antítesis de Philip, haciendo lo posible por huir de la
confortabilidad del hogar mientras que el camarada la anhela por encima de los
conflictos de poder. Y qué decir de la entrada en escena de la actriz
todoterreno Margo Martindale -a la
que ya pudimos disfrutar en la segunda temporada de Justified y no confirmada aún en la siguiente-, elevando el listón durante toda la season en un constante "tira
y afloja" con sus camaradas y dejándonos congelados ante su pasividad mientras
contempla como se desangra un Hoover fruto de su premeditada venganza.
Tras trece capítulos uno
no puede sino confiar en la solvencia de esta serie de cara al futuro. Su
cierre se ha mostrado fiel a sí misma, alejada de cualquier giro
sensacionalista como los de la segunda temporada de Homeland, que hicieron de su privilegio su perdición. No por ello, la
tensión de la narrativa ha dejado de mantenernos pegados a la pantalla ante la
inminente caída en la boca del lobo. Nos despedimos de los Jennings hasta el próximo año, en el que tendrán no sólo que hacer frente a las pruebas que Moscú tenga preparadas, sino también a la
más grande de todas las pruebas, preservar y proteger a su familia.