Regresamos a la Tierra Media, al mundo de fantasía que ideó Tolkien. Peter Jackson se vuelve a encargar de la tarea, como si ya no se pudiera concebir otro realizador para tan mítica novela. "El Hobbit, un viaje inesperado" era uno de los títulos más esperados del año y a fe que ha valido la pena; su puesta en escena, sus efectos visuales y sonoros, y mantenerse fiel a su exitoso estilo han sido fundamentales para salvar con nota este nuevo proyecto.
La Comunidad del Anillo está muy presente en la memoria cuando ves "El Hobbit". Distintos personajes pero un mismo guía, Gandalf, y un hobbit como inestimable aliado, Bilbo en este caso. Su viaje les traslada más allá de los límites de la Comarca, hasta Erebor, hogar de los Enanos de donde fueron expulsados por el poderoso dragón Smaug. Su misión será recuperar ese territorio y devolver la grandeza a este entrañable pueblo.
La fotografía y la dirección artística son de una extrema belleza. Paisajes, escenarios y personajes retratados con una gran calidad técnica y narrativa que iluminan un mundo tan bello como irreal. Las criaturas que van encontrando en su camino tienen una capacidad para transmitir sensaciones y sentimientos prácticamente perfectas, buena muestra de los avances tecnológicos que se han producido en este terreno.
Su excesivo metraje nos deja momentos tediosos que van en detrimento del ritmo general de la historia. Es una pena alargar estas películas innecesariamente, como si ya fuera obligado acercarse a las tres horas para contar algo épico.
El resultado final es una muy digna precuela de la maravillosa "El señor de los Anillos", que no llega a la perfección de ésta, pero mantiene con mucha entereza el espíritu original. Un film que disfrutarán "como enanos" (perdonar la broma pero tenía que hacerla) todos aquéllos seguidores fieles de la saga que ya disfrutaron la anterior trilogía. Los que no valoran tanto este tipo de cine, saldrán igual que salieron, pero claro, no siempre llueve a gusto de todos.
