"El viento se levanta. Debemos tratar de vivir"Durante muchos años Miyazaki ha sido (y es) uno de los más grandes. Ahora se retira (no acabo de creérmelo) y los que amamos profundamente esas historias llenas de imaginación y sobre todo VIDA lo vamos a echar mucho de menos.
El cine de animación sigue siendo menospreciado por cierta parte de la crítica y por muchos espectadores. Siempre considerado como género de segunda fila, albergan en él auténticas obras maestras que a lo largo de los años nos han ido enamorando y apoderándose de nosotros. El maestro japonés es sin duda el que más gloriosas y memorables películas nos ha dejado. "Mi vecino Totoro" (1988) o "La princesa Mononoke" (1997), son algunas de ellas. Ahora toca el merecido descanso, la retirada y reposo del genio. Para ello ha variado el rumbo y sus mundos y seres imaginarios tan únicos e inimitables, en cierta parte los ha dejado para ofrecernos una historia que destila puro clasicismo, un melodrama al más puro Hollywood dorado, repleto de sueños y de amor.
El viento se levanta nos cuenta la historia de Jiro Horikoshi, un ingeniero aeronáutico japonés el cual diseñó varios cazas utilizados durante la Segunda Guerra Mundial.
Miyazaki se centra en la figura de este chico repleto de ilusión, sacrificio y sobre todo SUEÑOS, algunos de ellos tan oníricos y fascinantes como en los que aparece su ídolo, el italiano Caproni, uno de los pioneros de la aeronáutica. Para ello el maestro nipón recrea escenas magníficas realizadas con todo mimo y detalle.A lo largo de varios años nos sumergimos en la vida de ese niño que sueña ser piloto pero que debido a su gran miopía tiene que "conformarse" con diseñar esos aparatos voladores.
La grandeza de esta historia radica en su planteamiento y forma. Está tratada como los clásicos. Como aquel Tyrone Power de "Cuna de Héroes" (1955) de otro maestro como John Ford, nos muestra la vida dentro de la compañía aeronáutica y la relación con los miembros de esta, en especial con un jefe tan especial como entrañable.Si todo esto está realizado de manera notable, existe otra historia que es la que hace rozar a la película la categoría de obra maestra. Porque donde se hace grande, muy grande, es en su maravillosa historia de amor. De nuevo seguimos con puro clasicismo como si de un Frank Borzage se tratara.
Acusada por sus detractores de tópica, podemos estar de acuerdo o no, pero está realizada de una manera tan excepcional, maravillosa y delicada que se alza como una de las historias de amor más románticas que nos ha regalado el cine reciente. Iniciada en un tren, no podía ser en otro medio de locomoción (sin duda el más romántico de todos), y acompañada del Gran Terremoto ocurrido en 1923, el encuentro entre Jiro y la bella Nahoko es de esos de idas y venidas, en un país destrozado por la catástrofe y en plena ebullición de una futura guerra. Recuerdos de obras maestras como "Doctor Zhivago" (1965) de David Lean o de "Tiempo de amar, tiempo de morir" (1958) de Douglas Sirk. Escenas llenas de grandioso espectáculo se mezclan con el detalle de lo invisible, en donde el cine japonés lo maneja con una grandiosa maestría, recordemos al gran Yasujiro Ozu. Los inolvidables encuentros de la pareja se ven finalizados en la mejor secuencia de la película, la maravillosa, sencilla y emocionante boda de los protagonistas, una de las mejores que he visto en la historia del cine.
El despertar de una ilusión y la resignación ante la pérdida en una historia épica y lírica, sencilla e intimista, dolorosa en la enfermedad y en la naturaleza tan presente en la monumental obra del director nipón. Esta vez el componente fantástico es el propio viento capaz de hacer volar un sombrero para dar inicio a una gran historia de amor como aquella carbonilla de "Breve Encuentro" (1945), otra vez David Lean. El viento tan imprevisible como caprichoso, capaz de cambiar el destino y tan mágico para hacer volar unos simples aviones de papel.
Una animación extraordinaria, bellísimas imágenes y una excepcional música a cargo del habitual Joe Hisaishi acompañan a esta extraordinaria película.
El maestro se ha retirado como los más grandes, a la altura de testamentos como "Siete Mujeres" (1966) de Ford, "Gertrud" (1964) de Dreyer, "Lola Montes" (1955) de Ophüls, "Dublineses" (1987) de Huston o "Madadayo" (1993) de Kurosawa.
El viento se levanta, pero quien sabe que es lo que nos devolverá....
El viento se levanta (The Wind Rises - Kaze tachinu). Director: Hayao Miyazaki. Nota: 9/10