Hay veces en las que uno se pregunta qué características se valoran a la hora de decidir si una película es una tv-movie ó merece ser estrenada en la gran pantalla. Sé que hay multitud de variables (sobre todo presupuestarias) que servirían para responderme a la cuestión, pero yo lo planteo desde un punto de vista puramente cinematográfico. "En la mente del asesino" de Rob Cohen podría pasar por un capítulo de "Mentes criminales" sin ningún tipo de problema y eso no dice mucho en su favor.
Las series de televisión, últimamente, han tenido un gran filón en las investigaciones policiales. Sólo basta recordar "Castle", "CSI", "Navy" ó "Bones" para advertir que el género ya está muy trabajado, incluso algunas de ellas con mayor calidad que muchos largometrajes . Así, si arriesgas con una película de esta temática debe ser por su intrigante y sorprendente historia. "En la mente del asesino" no es el caso, lo que redunda en una decepción mayor.
De nuevo nos enfrentamos a las investigaciones del doctor Alex Cross, en este caso encarnado en el actor Tyler Perry y no en Morgan Freeman, que protagonizó las dos primeras películas de este personaje ("La hora de la araña" y "El coleccionista de amantes"). La mayor crítica que se puede hacer es su falta de originalidad y su previsibilidad. Todo se espera y todo nos suena a repetido.
Alex Cross, personaje basado en las novelas de James Patterson, se enfrenta a un temible asesino en serie, Picasso (Matthew Fox). El enfrentamiento llegará al aspecto más personal del protagonista que se verá obligado a replantearse sus convicciones morales y éticas.
Rob Cohen, director del film, se ha especializado en películas de acción como "xXx" ó "A todo gas". No es de extrañar que en este thriller el realizador se mueva como pez en el agua. Quizás, por esa experiencia, prefirió centrarse en los momentos más dinámicos para dejar de lado el aspecto más policial de investigación. Lástima que para sentirse seguro y confiado, el espectador haya perdido la posibilidad de utilizar más su imaginación y el efecto sorpresa.
Tampoco saca el máximo jugo al "malo" de la película. Matthew Fox interpreta, con escasos recursos, a un despiadado asesino del que la historia apenas nos cuenta nada. Esto, que suele servir para crear mayor temor e imprevisibilidad sobre sus acciones, consigue el efecto contrario. Pierde magnetismo e interés según avanza la trama, advirtiéndose grandes defectos en la construcción del personaje.
En consecuencia, un fallido producto se acerca a nuestras carteleras, sin apenas poso ni magia. Lástima que Alex Cross no consiga el éxito de otras sagas pero, tal vez, sea hora de buscar nuevos héroes y empezar de cero.
José Daniel Díaz
Revista Cine
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