Analizar una adaptación es siempre tarea complicada. Resulta complejo tratar de entender hasta que punto el director ha sido capaz de transmitir en la gran pantalla aquello que la imaginación de cada uno proyecta a medida que lees la novela.
La situación es aún más difícil si lo que se adapta es una historia que no ha terminado de convencerte.
Como ya dije en su día, la saga de Los Juegos del Hambre es una obra más bien justa. Digamos que pertenece al género comúnmente conocido como “del montón”. Se hace amena de leer y quizá lo que la hace particularmente criticable es el hecho de que la idea con la que nace es interesante pero su desarrollo y, sobretodo, su desenlace, son nefastos.
Estas Navidades han traído dos segundas partes, la esperada continuación de “Esa-película-que-se-llama-el-Hobbit”, un subproducto parido por Peter Jackson con la única sana intención de llenarse todavía más los bolsillos a costa de los seguidores menos seguidores, y esta “En Llamas”, que continúa la historia de Katniss Everdeen tras los hechos acontecidos durante Los 74º Juegos del Hambre.
En líneas generales y salvando algunos agujeros difícilmente comprensibles en el guión, la adaptación es correcta. Como era de esperar de un libro de 400 páginas escrito en presente y en primera persona. Cuando lo lees sabes que la autora le ha puesto las cosas muy fáciles al posible traslado cinematográfico.
Los protagonistas ya me convencieron en la primera edición y mantienen el tono durante esta secuela. Los nuevos personajes, especial mención a Phillip Seymour Hofmann, están a la altura de sus compañeros. La banda sonora, la fotografía y unos escasos pero competentes efectos especiales también contribuyen a dotar a la historia de los componentes necesarios para que resulte entretenida de ver.
Que está claro que hay bodrios peores en cartelera y que estando en estas fechas tan señaladas no es una mala excusa para juntar a la familia en una película que salga un poco del marco de las “3D movies” prefabricadas con las que últimamente nos rellenan los cines. Pero que nadie se lleve las manos a la cabeza si tras ver esta continuación sale con el mismo cuerpo con el que entró y con la sensación de que la curva que traza es descendente.
Porque lo es. La tercera parte es, sin ningún género de dudas, la peor con diferencia.