Empecemos hablando de lo positivo en este comentario previo, que mucho me temo que acabo antes:
Lo primero, me encanta el poster que han diseñado para esta producción… una pena que esta no esté a la altura. Pero eso ya es tema de la crítica que hago abajo.
Por lo demás, encontré la atención al público tan excelente y familiar como es buena costumbre en esta institución teatral.
También me pareció precioso que el Teatro de la Zarzuela se decidiese a programar precisamente una obra tan icónica en un momento tan clave y castizo: finalizando las fiestas de san Isidro y como aperitivo de las de san Antonio de la Florida. Respecto a esto, y como en este comentario previo mucho me temo que voy a tener que hablar bastante de lo harto que estoy de propaganda, mucho me temo que tendré que extenderme sobre este paso mío por las fiestas, aunque venga a cuento muy, pero que muy cogido de los pelos (o en realidad, no venga demasiado a cuento).
Lo cierto es que, a pesar de que la nueva producción de “Doña Francisquita” que se representa en el teatro deja bastante que desear (como comentaré en la crítica), con todo, sí que me animó a dirigirme a la Pradera de san Isidro, pues aún había fiestas, ¡y mi parte castiza exigía pagar el debido tributo al santo labrador y al recuerdo de aquel tan goyesco cuadro lleno de majos!; y además, ¿se puede imaginar mejor plan, ni más adecuado para completar tan típica madrileña jornada?.
El caso es que me di un par de vueltas, por esta fiesta de Madrid, la cual, como todas las seculares en la villa y corte, sabe combinar perfectamente el respeto a la tradición con la actualidad más juvenil; y acabé, como no, dónde suele estar el escenario de las grandes actuaciones, de hecho, estaba a punto de haber una… pero como esto lo organiza quién lo organiza (el ayuntamiento), justo antes, se puso un vídeo que me revolvió el estómago (y no, no había bebido nada extraño): en él aparece Leticia Dolera, hipócrita dónde las haya (recordemos, entre otros, su asunto con Aina Clotet… razón por la cual, entre otras de igual o más peso, Dolera es de esas escasísimas personas que me repugnan sin conocerlas personalmente), dando su discurso de supremacismo neofeminazi (sobre estas cuestiones, creo que el manifiesto publicado en este blog dejará mi actitud clara al respecto), según el cual, acercarse a cualquier miembro (porque sí, en castellano correcto se escribe así, y todo lo opuesto es ignorancia y analfabetismo funcional) del género femenino suponía acoso; y, para colmo, instaba a todos los presentes, y a la ciudad entera (esto anterior no es una hipérbole ni una exageración, son sus palabras literales) a levantarse en armas y atacar a todo el que lo hiciese… según la definición de toda la vida de agresión y acoso del diccionario (libro que la autoproclamada, aunque, a día de hoy, no demostrada actriz claramente desconoce y/o desprecia), se supone que los que hiciesen lo que dice Dolera serían los auténticos agresores y acosadores, pero, al parecer, según el mundo al revés de esta mujer, por lo visto, acercarse para conocer a alguien es digno de una denuncia (cosa que el ayuntamiento te pone fácil, ya que pusieron un “punto violeta” y todo, muy bien señalizado en el mapa, para que no se pudiese perder oportunidad de perseguir, acosar y amilanar a cualquier víctima inocente -porque este neofeminazismo ni la presunción de inocencia o las sentencias judiciales respeta si no dictan exactamente lo que piensan-).
No voy a entrar en las razones que llevan a esta presunta (pero nunca demostrada, no al menos en calidad) creadora audiovisual, a defender semejante cosa o por qué no se concentrará más en su matrimonio, que, según se dice, falta le hace, en vez de en meterse en las vidas de los demás sin tener ningún tipo de autoridad moral (ni de ningún otro tipo) para ello, de hecho, más bien lo contrario; ni tampoco comentaré que todo esto parece la venganza de la fea o de la víctima de bulling (cosa que es pública, notoria y reconocida por ella) que no ha sido capaz de aprender de su sufrimiento, y, en vez de tratar de evitarselo a los demás, intenta producirlo, reproducirlo y expandirlo; o la manera de actuar de una persona que no busca justicia sino venganza; que no quiere derechos (que siempre implican deberes) sino privilegios; ni siquiera preguntaré el cómo es posible que una chica con tan nulo talento artístico y sin ningún tipo de carisma personal o presencia escénica haya llegado a dónde ha llegado, de qué modo, haciendo qué (y sí, ya ha contado algunas historias de directores que la tocaron) o a qué precio… no, no voy a entrar ahí.
Pero sí diré que una persona así merece todo el ostracismo y vacío que se le venga encima. Algo de eso ya obtuvo, pues, entre el ruido general, yo debí de ser de los pocos que consiguió entender algo, y escuchó, aunque con enorme y justa indignación… exactamente lo contrario de lo que ella querría producir. O sea, que el resultado de su discursito fue indiferencia o desprecio (o ambas). Supongo que es una buena noticia.
Y ya puestos, que en las próximas elecciones municipales hay que decidir si queremos un ayuntamiento que lo sea para todos o sólo para unos pocos; porque esa propaganda barata e inculta no se puede tolerar. Dicho de otro modo: no a la agresión y acoso neofeminazi. Y sí al igualismo (porque yo a esto que se ve hoy en día, estas mujeres del violeta y del morado -la referencia podemita, republicana y de peligrosa ultraizquierda, todos sabemos que no es casualidad-, y movimientos del #Yotesítecreo y similares, me niego a llamarlo feminismo, ¡el feminismo es otra cosa y las feministas también!, y me niego, en rotundo, a manchar, mancillar, arrastrar por el lodo y el barro un movimiento tan relevante para la historia de la humanidad calificando a esas fanáticas actuales de feministas, simplemente, ¡me niego!). Y ya de paso, no estaría de más pensar en las autonómicas, a las que se presenta Errejón, nuevo candidato del mismo partido (el maravilloso pago por ser un transfuga traicionero… aunque no se lo recrimino, estaría harto del funcionamiento interno de un partido con un sistema muy similar al bolchevique en los tiempos triunfales de la Lubianka), cuyo concepto del estado es que, y esto son declaraciones públicas suyas, Venezuela no tiene nada que aprender de ninguna monarquía constitucional. Que cada uno haga la comparativa y a ver que conclusiones saca… y que modelo quiere que se siga dónde vive (y no estoy hablando de pensar en ilusiones e ideales, sino en hechos tangibles).
Como broche final acerca de estas cuestiones, me gustaría comentar la reciente anécdota que he sabido de una señora, conocida de la familia, muy feminática ella, que defendía el supremacismo de su sexo a toda costa. Ahora, cuando a su hijo, la pareja de este, lo ha metido en líos con la tontería feminazi y que podría tener problemas judiciales… de repente se ha dado cuenta de las tonterías que defendía, pide perdón por ello a cuántos se lo dijo y se arrepiente. Pero ya es tarde. Que no lo sea para más gente, en manos de todos está el evitarlo.
Si es que el mundo no son blancos o negros, ni existen el bien o el mal absoluto, y quien crea lo contrario, es un fanático y, por ende, un estúpido sin crédito alguno. Muy desgraciadamente, para la gran mayoría es demasiado fácil creer ciegamente en algo y no hacer el esfuerzo de pensar y de analizar los pros y los contras como es debido. Hablando en plata: No al neofeminazismo supremacista y sí al igualismo.
Muy por desgracia, aquel día, lo tuve completo a nivel de propaganda, pues, justo antes, había estado leyendo el programa de mano, y, aunque encontré todos los artículos muy interesantes y documentados, hubo una muy notoria, clara y escandalosa excepción, y ese fue el firmado por Víctor Pagán, y titulado “Francisquita: europea y republicana”… así, sin el “Doña” ni nada, sólo le faltó poner, “la ciudadana” o “la camarada Francisquita”… tal vez, el señor Pagán debiera haberse molestado en leer o acudir a los ensayos de la obra y ver como, en el primer acto, emplazado en esta producción durante la segunda república española, se dice sabiamente que “España ahora será una república, pero la tradición es monárquica” (por cierto, para más detalles sobre el tema, leer mi anterior crítica sobre una producción de este mismo teatro); sí señores, porque eso que Pagán llama “Francisquita”, no sé yo que será (ni yo ni nadie, es más, el propio firmante del artículo demuestra no saberlo tampoco en absoluto), pero la zarzuela “Doña Francisquita”, de Amadeo Vives, produce y desarrolla casi toda su vida artística (o al menos la más importante) durante el reinado de Alfonso XIII; fue inspirada por una obra del tiempo de los monarcas de la dinastía Habsburgo; y en el libreto original está ubicada, con bastante seguridad, durante el reinado de Isabel II (es decir, la época romántica, que era cuando los libretistas querían situarla)… así que Doña Francisquita es una muy digna y orgullosa súbdita del Reino de España.
Y sí, ya sé que la mayor parte del artículo se centra en uno de los múltiples fracasos del nefando segundo periodo republicano español, en este caso uno fílmico; pero estoy más que harto de los vulgares propagandistas (Pagán en este caso) que pretenden vender este periodo como el del paraíso terrenal, de democracia y grandes progresos cuando hubo de todo excepto eso… y lo poco que pudo haber, tuvo casi siempre su origen en el reinado de Alfonso XIII, monarca que necesita una urgente e importante revisión historiográfica pues durante su reinado se inician la mayoría de los avances más importantes, relevantes y fructíferos del siglo XX en España.
Aunque bueno, y volviendo al autor del infame artículo, qué se puede decir de un señor que se atreve a escribir, y publicar, en ese mismo texto, que la fachada del Palacio Real de Madrid es… ¡neoclásica!… ¡toma ya!, señores, los historiadores del arte podrán discutir prolijamente acerca de si hay más o menos influencia italiana (debido al origen de todos los arquitectos implicados) o francesa (debido al origen del promotor de la construcción, el Rey Felipe V) en la arquitectura de dicho edificio, pero a ninguno se le ocurre negar que este sea de estilo barroco (otra cosa son las modificaciones que hizo Carlos III para adaptarlo al nuevo gusto, pero, aún con todo, para el final del reinado de Fernando VI todo el exterior del edificio ya estaba terminado, con lo cual no hay discusión posible).
En definitiva, el artículo de Víctor Pagán resulta de vergüenza ajena y él solo se desacredita a sí mismo, haciendo ver que, si afirma unas cuántas cosas claramente equivocadas e indocumentadas, bien pueden estarlo todas, y el conjunto carece, por tanto, por completo de credibilidad. Aunque yo siempre he dicho que en este país, republicanismo es sinónimo de ignorancia y fanatismo. Esperemos que Pagán jamás vuelva a escribir en ningún programa de mano de teatro, pues los devalúa.
Y ya está bien de comentario previo, pasemos a la crítica:
-Doña Francisquita: el periódico El País publica una crítica cuyo título y subtítulo no dejan lugar a equivocación posible, y que resumen todo lo que yo voy a decir a continuación, y, muy posiblemente, lo que todos pensamos tras ver esta nueva producción del Teatro de la Zarzuela: “Doña Francisquita, otra vez será. Lluís Pasqual ha querido modernizar esta zarzuela, pero se queda en una modernización de la antología de esta obra”… por supuesto, tratándose de una crítica publicada en un medio oficial, siempre hay que leer entre líneas, sortear los eufemismos, las cortesías de rigor… porque aquí todos nos conocemos y queremos mantenernos en la rueda de los beneficios… etc; es decir, no se puede esperar encontrar artículos como los de este blog….
¿Cómo debemos traducir así pues tal título y subtítulo?, me pongo a ello: Dice El País: “Doña Francisquita, otra vez será”, traducción: “esta vez ha sido un completo desastre, habrá que esperar a la próxima ocasión a ver si nos ponen una producción decente, Dios lo quiera”; El País: “Lluís Pasqual ha querido modernizar esta zarzuela”, traducción: “Lluís Pasqual no tenía ni jodida idea de qué hacer con esta zarzuela, y, lo que es mucho peor, nosotros tampoco hemos conseguido comprender una puta mierda de lo que ha intentado, y eso que lo hemos intentado con ahínco”; El País: “pero se queda en una modernización de la antología de esta obra”, traducción: “la verdad es que no ves la zarzuela, sólo las cancioncitas de esta… y como no es lo habitual, ni lo que se suele ver, y ni Dios lo entiende, vamos a decir que es moderno (o mejor, ¡arte!) y a utilizar palabras muy largas para describirlo”.
Esto ya sería suficiente como crítica, ¡pero señores!, ¡esto es Universo de A!, ¡y este blog tampoco sería lo mismo sin sus artículos larguísimos, eternos e interminables dónde se analiza todo exhaustivamente… es la esencia de este blog y una de las razones de por qué es tan odiado entre ciertos colectivos del artisteo (aquellos que salen malparados concretamente)….
Hablando en plata (otra característica típica de este blog): el Teatro de la Zarzuela como institución pública se hubiese ahorrado mucho tiempo y, sobre todo, mucho dinero, si hubiera hecho esta producción en versión concierto… pues, lo peor que se puede decir de la creación de Lluís Pasqual (adaptador, director de escena y, por tanto, máximo responsable del resultado final) es que apenas se notaría la diferencia e incluso mejoraría con creces del modo dicho.
No se puede negar, que la idea de Pasqual de explorar los distintos medios con los que la zarzuela fue difundida durante parte del XX (cada acto se enmarca en unos años distintos… y digo sólo parte del siglo pues, aunque el género tuvo un importante resurgimiento en el reinado de Alfonso XIII -del que esta zarzuela concreta de Vives es buena representante y ejemplo paradigmático-, la adaptación enmarca el comienzo de la acción en la segunda república de la que, no obstante y muy sabiamente, se ilustran las barbaridades, crímenes contra lo histórico-artístico y ansias de utilización de lo anterior de un modo político y propagandístico) y su evolución en ello, no deja de tener interés… pero fracasa.
Y lo anterior se da por varias razones: la número uno es que Pasqual está autoplagiando el anterior trabajo que hizo para esta misma casa (que obtuvo muy buena crítica en su momento aquí -y eso que su respeto a los libretos originales, era el que era… y bien sabemos lo que se opina en Universo de A de esa falta de respeto a los autores-, pero eso no significa que nos guste que haga siempre lo mismo y se repita una y otra vez), o sea, que no se puede contar con que lo que funcionó una vez, necesariamente vuelva a hacerlo una segunda. Y la razón número dos es que, simplemente, su adaptación no funciona, resulta terriblemente aburrida. Tal vez, si la hubiera hecho tal cual es el libreto original, y además añadiendo frases, diálogos de su idea, de cómo quería él elaborar su versión; es decir, mantener el libreto tal cual y luego hacer un texto metateatral que aporte un extra… quizás le hubiese salido muy bien y una obra maestra… pero no hizo eso.
En su lugar, su adaptación opta por despreciar total y absolutamente el libreto de dos de los autores más importantes y famosos de la historia del género; y hacer, cual si estuviéramos en una versión en concierto, que se suprima todo diálogo y se intente compensar, a la desesperada, con resúmenes que dan una idea de cómo se ha llegado a los distintos números musicales.
En realidad, lo más irónico de todo esto, es que el propio texto de Pasqual se está haciendo continuamente la crítica más despiadada y acertada a la propia producción: que qué no se va a entender nada, qué eso es una barbaridad, qué es un sinsentido, que los personajes no se comprenden… etc; y, efectivamente, así es.
Por tanto, esta adaptación de Pasqual resta más que suma a “Doña Francisquita” que se ve despojada de argumento, sólo con sus números musicales y unos nuevos personajes que no tienen demasiado sentido ni están bien perfilados o delineados (aunque en mucho de lo que dicen tienen más razón que un santo).
Para colmo, la dirección de escena resulta extremadamente torpe y profundamente desconocedora del mundo audiovisual (quién tenga una leve idea del tema, y se fije minimamente en lo que hacen en el segundo acto los que hacen de cámaras y microfonistas… se lleva las manos a la cabeza: saltos de eje, técnicos pasando por delante de la cámara en plena grabación… etc).
Sí, lo sabemos, Pasqual vuelve a querer evocar su nostalgia, ilusión y amor por el género… pero no ha sido suficiente, la verdad es que esta vez, no.
A todo lo cual no ayuda una escenografía, francamente, fea. Bueno, en el primer acto directamente no la hay, y todo está dispuesto de tal modo que, si no fuera por el vestuario (lo único salvable y destacable de esta producción… parece mentira que lo haya hecho la misma persona que se ha ocupado de los decorados), realmente, parecería que estamos en una versión en concierto.
Con todo, y a pesar de lo anterior, la zarzuela se arrastra plúmbeamente, no se mueve, resulta tediosa, pesada, aburrida, sin ritmo… el tiempo parece que no pasa, y, sin embargo, aunque no te cuentan nada, el espectáculo dura, inexplicable e injustificadamente, casi tres horas (¡¡¡tanto o más de lo que duraría con el libreto original!!!). Al final, no puedes hacer sino preguntarte, ¿cómo tal cosa ha podido pasar? ¡si ni siquiera he podido ver “Doña Francisquita”, sino una especie de versión resumida o en concierto!. No hay quien lo entienda, de verdad que no.
En cierto modo, al final de la representación uno se siente estafado, porque, se supone que has ido a ver una zarzuela muy concreta, una escenificación de una historia que conoces, una obra de teatro con música… y te han puesto otra cosa, te han dado gato por liebre…. Y difícilmente nadie podrá plantear que esta producción aporta una nueva visión para los que ya la conocen y una más moderna y accesible para los que no, puesto que los primeros la odiaran y los segundos no entenderán ni palabra, porque, la verdad, no se comprende nada.
Respecto al reparto artístico, quién mejor sale parado es el coro del teatro, que se luce pero bien (con razón Pasqual llega a ponerlos en primer plano en el escenario), más incluso que cualquier otro intérprete individual, realizando el que sin duda ha sido uno de sus mejores trabajos en esta casa.
También, alegra, y mucho, volver a ver (creo que la última vez que estuvo en este teatro, que yo recuerde, fue esta) a María Rodríguez, una de las grandes figuras de grabaciones audiovisuales de zarzuela por excelencia, y que todos los amantes del género reconocemos por ello (y de funciones de otros tiempos en el Calderón, de las que no faltan nostálgicos, como hablábamos un italiano y yo en una crítica anterior).
Por lo demás, el único que me llamó la atención, fue el tenor José Luis Sola, cuya melodiosa (en todos los sentidos) y entrenada voz llenaba el teatro deliciosa y encantadoramente.
Y por supuesto, la estrella invitada, Lucero Tena, se luce pero bien con las castañuelas, resulta hasta tal punto inimitable, que cuando el cuerpo de baile vuelve a hacer exactamente el mismo fragmento (el famoso fandango, muy popular, aunque no todos lo sepan, para los asistentes habituales de este teatro, porque es la música que suena para anunciar el fin del intermedio), son incapaces, con muchas más castañuelas, de estar a la altura del arte, fuerza y energía de la avezada artista.
Sin embargo, no se puede negar que el resto del reparto artístico, cumple, y excelentemente con sus papeles; tanto como cantantes cómo como actores; con la notoria excepción, como no, del famosillo por excelencia, en esta ocasión Gonzalo de Castro, que no me parece a mí tan popular como para atraer público y que, la verdad, el director de escena hubiera hecho muy bien contratando a alguien que supiera hacer sus tres personajes en vez de a este señor que nada aporta.
Por su parte, la orquesta está muy bien llevada por Óliver Díaz.
En definitiva, como ya reconoce El País, en un exceso de sinceridad involuntario, “otra vez será”, porque, lo que es esta, nos han robado la oportunidad de poder ver “Doña Francisquita”… con todo, soy incapaz de negar que, si se quiere tomar esta producción como una versión en concierto, teniendo en cuenta la calidad de las voces, es una oportunidad auditiva nada desdeñable y muy disfrutable… pero, para quién quiera ver o conocer esta zarzuela, tal posibilidad le ha sido negada.