Publico esta crítica tarde… pero dado que sólo hubo una función, pues no importa, así me queda para rellenar la publicación mensual… y siempre puede salir de gira, como tantas veces pasa con la CNTC; y en cualquier caso, queda como un testimonio de cómo es acudir a una de estas dramatizaciones que suelen organizar.
Siempre había querido ir a una de las dramatizaciones que organiza la Compañía nacional de teatro clásico, más que nada, por curiosidad… pero nunca había encontrado la oportunidad adecuada y propicia; ¡al fin!.
Acostumbrado como estoy, a ver, por ejemplo, óperas en concierto (y que algunas resulten -desgraciadamente, y siempre por la incompetencia del director de escena- mucho mejores y más satisfactorias que la versión montada), me parecía estimulante ver cómo sería el teatro reducido a sus mínimos, a su esencia textual, sin artificios… ¿daría resultado, sería interesante o un puro aburrimiento que nos recordaría que, al fin y al cabo, esa clase de textos habían nacido para ser representados y no leídos?; ¿sería una simple dramatización capaz de transmitir la pasión necesaria?.
Así pues, me imaginaba un escenario lleno de sillas, y unos actores, vestidos con mayor o menor elegancia, haciendo una lectura con intención (emociones) del texto… sonaba interesante… pero no obtuve nada de eso.
Aunque lo que vi no dejó de tener cierto interés, pues lo cierto es que las dramatizaciones de la CNTC son, digamos, una asistencia a las primeras lecturas de una obra: los actores no se saben el texto (están con el papel delante todo el tiempo, e incluso lo leen); la puesta en escena es de lo más rústica (en realidad, teniendo en cuenta el formato elegido para la producción, uno no deja de preguntarse que pinta un director de escena si no es engrosar el presupuesto); además de que se reciclan para la puesta en escena los más diversos elementos acumulados por la CNTC… en definitiva, no es el montaje de una obra de verdad, ni una dramatización al uso… pero tampoco puedes decir que pagues por ello.
En realidad, hay algo terrible y a la vez sublime que se puede decir de estas dramatizaciones (como de muchas de las óperas en concierto que citaba antes): no están lo suficientemente preparadas como para que merezcan ser montajes acabados que puedan ser mostrados al público (tienes la sensación de estar acudiendo a un primer ensayo, lectura o toma de contacto)… pero están lo suficientemente bien realizadas, y cuentan con un más que aceptable parecido, como para que puedan ser confundidas, con peligrosa e insultante facilidad, con cualquiera de los montajes terminados, y presentados ante el público como tales, de la temporada del Teatro de la Comedia; la cual es, sin duda alguna, una peligrosa e irrisoria comparación, si es que a alguien se le ocurre hacerla.
Sin embargo, no se puede dejar de alabar el que se haga estas dramatizaciones, puesto que, creo que cumplen una importante función (como las óperas en concierto) que es aquella de llevar a escena, y dar a conocer, de forma que resulte más barato y accesible de programar, ciertas obras que, de otro modo, quedarían abocadas a la oscuridad y el olvido; pues, al fin y al cabo, sabemos que en la labor del programador siempre se impone muchas veces más dedicarse a lo conocido, a aquello que atraerá al espectador seguro, aunque se haya hecho mil veces, más que indagar e investigar nuevas obras desconocidas que difundir y dar a conocer al gran público, tarea que en ningún caso debería ser descuidada, y mucho menos por quien dirige un teatro público.
También, muy en su favor, debo decir que las dramatizaciones son escandalosa y maravillosamente baratas: esto es teatro al alcance de todos y lo demás son tonterías (casi cualquier cine, incluso por semana, e incluso en miércoles -día del espectador-, es más caro); ¡bien por Helena Pimenta, directora de la CNTC! (lo sé, no suelo decir esto a menudo, pero, si se critica lo que se hace mal, también hay que alabar lo que se hace bien).
Para finalizar, debo decir que encontré absolutamente excelente la atención al público. Además, encontré el programa de mano sumamente interesante.
-Dramatización de “Cuando hay falta de hechiceros lo quieren ser los gallegos, y asombro de Salamanca”: en primer lugar, decir que, sabiendo como es esta una obra con secuela, bien se podría haber elegido una sin ella (o haber elegido una de la que se programase también la siguiente parte), puesto que, tal y como se ha hecho, es como si la historia quedase incompleta (de hecho, al final de la obra no se produce un desenlace, todo queda pendiente de resolución).
La verdad, el texto de la obra en sí no me ha entusiasmado; con toda seguridad, y por lo que se intuye de las acotaciones, el montaje barroco si me hubiese deslumbrado, con toda su grandilocuencia, efectos, artificio y maravillas típicas del teatro de la época… pero, quedando todo reducido al texto, encuentro la obra un tanto repetitiva, de escaso argumento y con personajes apenas abocetados… por hacer una comparación un tanto salvaje: es como hacer “Transformers” en el barroco; es decir, algo que la gente no va a ver para quedar deslumbrada por unos pensamientos e ingenio prodigiosos, sino por los efectos y una cierta espectacularidad, que, sin duda impresionaron y divirtieron a la gente en su época.
¿Qué podemos sacar hoy?, tal y como se ha hecho en esta ocasión, aprendizaje y reflexión, sobre muchas cosas, como: la evolución del género fantástico, de los tópicos nacionales, la manera de vivir y de concebir la diversión en una época… etc. Por ello, mucho me temo que, aquellos que no sean curiosos de otros tiempos, y que sólo vayan al teatro a hallar entretenimiento, en esta representación podrán aburrirse enormemente. Como he dicho en un párrafo anterior, si fuese un montaje siguiendo la manera barroca (deberían hacerlo, seguramente daría muy buen resultado, el Teatro de la Zarzuela lo hizo, con su género, y el resultado fue absolutamente sublime y prodigioso), tal vez fuese diferente, pero no es así, es una dramatización.
En definitiva, como ya he comentado antes, nos encontramos con la puesta en escena de la preparación de un montaje apenas iniciada (quizás peor, puesto que para un primer ensayo los actores suelen saberse el texto, y en este caso, aunque era evidente que todos se lo habían leído y lo habían ensayado mínimamente, no habían memorizado ni una palabra), todo es tosco en la puesta en escena, pero, dado que no tendrían ni porque hacer eso, se agradece que se hayan tomado las molestias de que haya una dirección, de preparar y acondicionar un poco el impuesto decorado de “El burlador de Sevilla”, o de usar un atrezo y vestuario bastante aceptables. Dicho de otro modo, se percibe que hay cosas que no se tendrían porque haber hecho, y sin embargo, se han realizado para conseguir dar más realce a la dramatización, lo que se agradece… además de lo dicho en anteriores párrafos, su peligroso parecido, a pesar de no estar lo suficientemente limado, con un montaje terminado del resto de la temporada, es cruelmente desagradable para la CNTC, a la vez que un comprometido y dudoso halago.
Por lo demás, los actores, como ya he comentado, leen sus textos con intención, y hacen lo que pueden para tener movimiento en escena, y así disculpar lo primero con lo segundo. Tampoco se les puede exigir otra cosa, lo dicho, esto es una dramatización. No obstante, ninguno me entusiasmó en su interpretación, quedándose como máximo en aceptable; exceptuando, por supuestísimo, a todos los que hicieron el acento gallego, que resultaba tópico, burdo y profundamente chabacano, por lo que los intérpretes que lo hicieron me repugnaron profundamente, ya que, como persona que ha vivido en esas tierras largo tiempo, me resultaban ridículos por no decir insultantes… eso sin mencionar que el acento les iba y venía de la forma más extraña y sin sentido. Bueno, en realidad, en ese aspecto la obra llegó a resultar insoportable con esa continua competición de acentos autonómicos por parte de todos los actores.
En definitiva, como ya he dicho, sin duda acudir a esta dramatización puede resultar instructivo e interesante, muy especialmente para los amantes de determinados temas, pero también poco entretenido o ameno. Quizás, el error ha estado precisamente en programarla como dramatización y no como otra producción más de la temporada, que, siempre con el director de escena adecuado, hubiese podido resultar verdadera e increíblemente espectacular… en fin, habrá que esperar a que haya otra ocasión más venturosa.