Revista Comunicación

Crítica exprés: El sueño de una noche de verano

Publicado el 01 febrero 2019 por Universo De A @UniversodeA

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Buena atención al público en general, y, quiero añadir también que es de agradecer que, a pesar de que no está la persona habitual en guardarropa, se haya hecho lo posible por mantenerlo abierto. Demuestra una eficiencia y una consideración hacia los asistentes muy loable. Desgraciadamente esto es casi lo único y último bueno que diré en este artículo.

Quiero empezar este comentario previo a la crítica con unas notas personales (como casi siempre hago, por otra parte, para eso están los comentarios previos, que no hay que mezclar una cosa con la siguiente si se quiere ser mínimamente riguroso, a pesar de no tener esa obligación por ser este un blog personal y sin otra pretensión): tenía muchas ganas de acudir a ver esta función, me atraía muchísimo la fusión entre el sumun de las letras inglesas y su interpretación desde la perspectiva hispánica, especialmente en el ámbito musical… sonaba a planazo. Sí, sonaba, en pasado, y pasado lejano.

Pero, para el momento en el que empecé a recibir las malas señales, ya era tarde, ya tenía la entrada; ¿cómo comenzó el asunto?, en primer lugar, me entero de que se convocó en la universidad Complutense (por qué no en el teatro y sí en la facultad de geografía e historia -que encima está sumamente alejada-… todo un misterio -y de hacerlo en la universidad, hubiera sido más lógico hacerlo en la de ciencias de la información, que está mínimamente más relacionada temáticamente, y que buena falta le hace, por lo que sé, a una carrera como Comunicación audiovisual, complementarse, por no decir introducir totalmente, la disciplina teatral en sus estudios-) un, cito literalmente, “Encuentro/debate en torno a la dramaturgia de la zarzuela que llevará por título ¿Qué hacemos con los libretos?”, el título, muy bonito y enrevesado, propio de la institución universitaria (para más detalles acerca de lo que pienso sobre esta, por favor, consultar este artículo), bien se podría traducir al lenguaje común, de la calle, como: “intento, a la desesperada, de justificar que hago lo que me sale de la polla con los textos y que me limpio el culo con la obra de los libretistas o autores originales”… no me emplearé más tratando este tema, pues sobradamente lo he comentado en infinidad de críticas (esta por ejemplo, en esta misma temporada) y ya estoy muy harto de repetir lo mismo una y otra vez.

Tan bello (ironía), y justificativo, “Encuentro/debate” tenía, no obstante, muy probablemente, una doble misión, pues no me pareció casualidad en absoluto que a la función a la que acudí estuviera llena de chavalería. Desde hace mucho tiempo, el Teatro de la Zarzuela está intentando vender el género a los jóvenes, véase la siguiente foto, que era complementada con el animoso texto de “¡La zarzuela es joven!” publicada en la página de Facebook del teatro:

Crítica exprés: El sueño de una noche de verano

Y, dejando de lado el que los dos promotores, y protagonistas, del selfie, aunque sólo sea por estar más cerca del objetivo, y que son, de izquierda a derecha, respectivamente, el director del teatro, Daniel Bianco, y Juan Marchán, coordinador de comunicación y difusión; estén entrados en edad (literalmente, ya peinan canas y bastante más… de hecho tienen más pelo blanco y gris que de su color natural de nacimiento… a menos que sean albinos y yo no lo sepa) como para ser considerados “jóvenes” (respecto a eso, por cierto, a Bianco no le falta vanidad: en una charla, empezó a hablar sin presentarse, así que uno de los asistentes le preguntó que quién era, y él respondió “soy el director del teatro… sí, ¡¿a qué soy muy joven para dirigir un teatro?!, pues ya ves”… sólo le faltó echarse hacia atrás la melena que no tiene)… pero bueno, no entremos en eso, porque hoy en día se muere una persona de 80 años y todo el mundo se lamenta argumentando lo joven que ha fallecido (es más, tal afirmación, aunque en muchas ocasiones resulte irrisoria, se ha convertido en una convención social en eventos sociales de este tipo, tan habitual como las ya comunes: “te doy mi más sentido pésame”, “no somos nada, al final todos acabamos igual”, “a cada uno le llega la hora cuando le llega” o “piensa que ahora está en un lugar mejor”). Da igual, dejemos eso. No es la cuestión aquí.

Sí lo es, el que la iniciativa de atraer a la juventud a la zarzuela sería de lo más loable, si no fuera porque lo están haciendo de una forma absolutamente equivocada y errónea, pero no voy a profundizar en eso puesto que, una vez más, ya lo hice anteriormente y de forma extensa.

No importa, como dice el dicho “en el pecado llevan la penitencia”, porque las reacciones del público, no dejaron lugar a equívoco posible. Al final de la crítica, profundizaré en ello, pero sí adelantaré, que si esperaban atraer al público joven… lo han espantado definitivamente (bueno, a ellos y a buena parte del auditorio). Madre de Dios que desastre de vergüenza ajena (en la crítica profundizo en ello).

Pero volvamos al tema de las malas señales, el caso es que, tan pronto pasó lo del encuentro/justificación, me puse a investigar, loco de desesperación, para encontrar algo que me librara de mis mayores temores… y cuanto más leía, peor era… ¡ay, por Dios!; así que decidí aplicar mi máxima de siempre, juzgar y documentarse sólo una vez vista la obra o en el proceso. Y mis peores temores se hicieron realidad, de las cosas concretas que hacen a esta producción un producto absolutamente nefasto, ya hablaré en la crítica, pero, no obstante quiero introducir muchas de las razones que han llevado a esto.

Si uno coge el programa de mano extenso (el de pago), lo encontrará lleno de contradicciones, ¿por qué?, pues porque se quiere justificar a toda costa este montaje, todos y cada uno de los firmantes del documento acaban haciéndolo, preferiblemente al final del texto, y en general, varias veces durante su extensión. Pero, por el medio, tenemos perlas que demuestran un profundo sectarismo e incultura.

Raúl Asenjo, autor de la adaptación, firma uno de los primeros. Si os preguntáis que altos méritos permitieron a este señor el desechar un libreto original de la época entero a su gusto para poder hacer su obra personal, o cómo gozó de tanta confianza por parte de la dirección… tal vez el hecho de que su cargo habitual en el teatro sea el de asistente a la dirección os haga deducir algo. Y, aunque nos planteáramos que sí había necesidad de adaptar el libreto, esto nos lleva a la terrible pregunta de por qué no se contrató a alguien competente para ello o, ya que son tan juveniles en esta institución, a uno de los múltiples jóvenes desempleados que hay (cosa que incluso ha sido tema protagonista del discurso de navidad del Rey), y más de humanidades, ¿a cuánto está ya el porcentaje del paro?, en vez de hacer un enchufe trifásico con alguien de la propia casa que, a todas luces, ha sido totalmente incapaz de justificar el haber tenido este trabajo con su talento.

Dejemos ese punto y volvamos a centrarnos en la temática de los artículos, todos los cuales giran alrededor de lo mismo, y de los cuales sólo el firmado por Francisco Parralejo Masa puede salvarse por su contribución en datos y hechos históricos (que, acertadamente, es aquel que muestra más erudición, y que contradice de frente los dos artículos anteriores del adaptador y del director de escena, que están plagados de sectarismo, sofismos y demagogia); pues todos ellos se centran en despotricar sobre la pobre Isabel II (bien es cierto que en este blog somos muy “isabelinos”, como demuestra que se le hayan dedicado hasta dos artículos a esta monarca, como este o este), sacando a colación una retahíla de tópicos y tonterías de campeonato. Para desmentir todas esas barbaridades, necesitaría otro artículo (además, ya lo hace Parralejo y las propias imágenes escogidas para ilustrar el programa por mí), pero creo que eso, en sí mismo, ya demuestra la poca capacidad y cualificación que tenían los autores para montar esta producción.

Y es que es una vergüenza que personas vinculadas al mundo de la cultura, y pagadas con dinero público, hablen tan descaradamente sobre aquello que ignoran por completo, que suelten unos topicazos que sólo son dignos de una barra de bar. En una conversación coloquial, esa superficialidad, entre otros muchos ignorantes de la historia puede colar, pero en un programa de mano, de una producción de un teatro público, dice a gritos que estos señores son indigentes culturales, que no merecen estar dónde están y que deberían rodar cabezas.

Me niego a extenderme en estas cuestiones (básicamente, porque ya traté algo de ello antes), pero sí diré que no tiene vuelta de hoja posible que la zarzuela como género no existiría si no fuese por la monarquía española (tan imposible de desligar de ella es, que hasta sigue conservando el mismo nombre de dónde se fundó, y que hoy día es la residencia extraoficial, “privada”, de la Corona); como tampoco la tiene que los planes de ciudad cortesana (que incluían el Teatro Real) ya existían desde la construcción del palacio nuevo o palacio real; y, por supuesto, tampoco se puede negar la famosa bondad y generosidad de Isabel II, que eran reconocidas hasta por sus peores enemigos, al igual que su gran popularidad entre el pueblo llano, pues ningún historiador serio mantendría que “la gloriosa” fue una revolución popular (por cierto, hace no demasiado hubo una exposición sobre ello en el Museo del románticismo)… y un largo etc.

Así pues, ¿por qué en el programa de mano están escritas tantas chorradas?, ¿por qué los creadores de esta producción hacen semejante demostración de incultura y falta de documentación?, podría ser que, por esas mismas cualidades, ello les haya llevado a creerse la pseudohistoria y el cotilleo barato… o podría haber algo más.

Si uno se pone a unir cabos, se da cuenta de que la programación de este año no está fuera de sospecha, y es que el argentino (como Pablo Echenique) director del teatro, Daniel Bianco, parece estar empeñado en mostrar una absoluta ingratitud hacia el Reino que lo acogió y le permitió desarrollar una exitosa carrera profesional, frente a la república que dejó. ¿De qué hablo?, bueno, analicemos la programación: primero “Katiuska”, el nombre de Sorozábal ya lo dice todo a nivel de afinidades políticas, eso ya sin mencionar el color de fondo del cartel: rojo; después “La casa de Bernarda Alba”, y todos sabemos lo politizado que está Lorca (de lo cual traté en la misma crítica); ahora este “El sueño de una noche de verano” sutilmente antimonárquico, hasta en un cartel con color de fondo morado, que recuerda a la bandera de la segunda república y al partido de Podemos; a continuación vendrá “El barberillo de Lavapiés” (al que, visto lo visto, no pienso ir ni en broma, y que desrecomiendo por anticipado), zarzuela que, cualquiera que la conozca, sabe por dónde van los tiros y por dónde se pueden intensificar… suma 2 + 2 y son 4. Yo no digo nada, que cada uno saque sus propias conclusiones (y para que tengáis todos los datos, tampoco quiero dejar de poner bien clara cual es la ideología de este blog).

Así pues, esta venta descarada de ideología, promocionada con dinero público, por parte de la dirección teatro de la zarzuela, ¿hacia dónde se dirige?, desde luego no hacia su público habitual, que es más bien conservador; ¿a los jóvenes?, de esos los hay de todas las tendencias y es ponerse en contra a una buena parte; ¿a la ultraizquierda?, esos no van a la zarzuela, se creen que es un producto inventado por el franquismo… en definitiva, ¿qué coño está haciendo la dirección de este teatro?, ¿por qué se empeñan en expulsar al público?… en fin, no me queda sino aconsejarle que vean los resultados de las elecciones desde el comienzo de la transición, pues todos los partidos que se han declarado abierta o implacablemente republicanos, siempre han perdido votos y acabaron siendo minoritarios.

Y lo que es peor, todo esto está generando una duda sobre aquel intentar evitar la anexión con el Teatro Real, que tanto se apoyó, entre otros medios, desde este blog… ¿a que va a ser que no tenía nada que ver con mantener una programación zarzuelística y más con evitar ser “reales”?. Terrible pregunta.

En definitiva, que mal vamos, pero que muy mal.

Paradójicamente, el final de la propia función parece vengarse de todo ello, pues recordemos sus versos (recomiendo cambiar las alusiones a Inglaterra por España y, sobre todo, las de “Guillermo Shakespeare” por el género de “la Zarzuela” y a la “Reina Isabella” por la “monarquía española” cual si alegorías fuesen):

GUILLERMO

¡Shakespeare no puede negarle nada

a su Reina!…

(Guillermo firma el contrato.)

ISABELLA

Venid, Próceres Altos,

honor del Solio Inglés.

Venid las que radiantes

pensil mi Corte hacéis.

Reciba ante vosotros

Guillermo alta merced,

ciñéndose corona,

debida a mi laurel.

CORO

Gloria a la augusta Reina Isabel,

que con el Genio parte el laurel.

GUILLERMO

Pagar humilde Vate

no puede tal merced,

si el lauro al mismo Apolo

no arranca de la sien.

A fuerza de agradecido

tal Gloria buscaré,

fiado en que me inspira

magnánima Isabel.

CORO

Gloria a la augusta Reina Isabel,

que con el Genio parte el laurel.

ISABELLA

Cuando la historia

del pueblo inglés,

de mi reinado

diga el poder,

al Orbe entero

dirá también,

que el Siglo de Guillermo

fue el Siglo de Isabel.

GUILLERMO

Si lauro alguno

ciñe mi sien,

si el nombre al menos

robó al no ser

vuestra es la Gloria,

vuestro el laurel,

no hubiera, no, un Guillermo,

no habiendo una Isabel.

JUAN

La sombra al cuerpo

conjunta es;

yo soy la «Sombra»

y el cuerpo, él.

Luego, si es grande,

grande seré,

y eterno con Guillermo,

como él con Isabel.

CORO

Cuando la historia

del pueblo inglés,

de su reinado

diga el poder,

al Orbe entero

dirá también,

que el Siglo de Guillermo

fue el Siglo de Isabel.

-El sueño de una noche de verano: quien venga a esta producción, seguramente espera ver una versión zarzuelística de la obra de Shakespeare. Que se olvide.

Aquellos que llevaron a cabo este proyecto, aseguran que quieren hacerle justicia a Joaquín Gaztambide, injustamente olvidado para el gran público… pero parece que, en realidad, lo dicen con cruel, suma hipocresía, o incluso sarcasmo, puesto que da la impresión de que lo quieren matar de nuevo y enterrar muy bien enterrado de modo que no salga nunca del olvido de la historia. O, al menos, es lo único que van a conseguir con producciones e este tipo (que sí, alcanza el nivelazo de otras catástrofes tan memorables como esta, esta o esta, sin mencionar aquel “El barberillo de Lavapiés” republicano).

Para empezar, deciden pasarse el libreto original por el forro de los… etc, lo cual nos lleva a la pregunta de, ¿a qué puso música Gaztambide?, vale que no queramos ser respetuosos con los libretistas, y en cambio le otorguemos tal privilegio a los compositores, ¿pero acaso estos no fueron inspirados y concibieron la música para una historia y palabras concretas?; Verdi dijo en una ocasión que “dame un buen libreto y la música ya está escrita”, lo que da prueba de hasta que punto es importante; y, si cambiáramos la banda sonora de “Tiburón”, “Psicosis” o “La guerra de las galaxias” por otra música cualquiera, ya compuesta, y no hecha ex profeso, ¿acaso no notaríamos la diferencia?. Pues eso, la música sólo es un complemento más para contar una historia, y arrancarle esta, es, además de un ejercicio de soberbia intolerable y una falta de respeto innombrable, una forma de reducir el valor de las melodías y que pierdan fuerza (y ya no es la primera vez que Gaztambide obtiene un sonoro fracaso reciente en este teatro, recordemos “El juramento”).

Pero a Raúl Asenjo, que ha demostrado que eso de la cultura no va con él, pues quiere ser muy joven y original (aunque no me explico como se puede romper reglas sin conocerlas antes), decide que aquel libreto que parodiaba a Shakespeare, que incluía personajes históricos y que había sido un éxito en su país de origen en su momento… no vale; que él, con sus méritos y talento personal (asistente a la dirección, no lo olvidemos) es capaz de hacer algo mucho mejor.

Así pues, si el estreno original de “El sueño de una noche de verano” fue un fracaso, tal vez motivado porque no se conocía suficientemente bien a Shakespeare y el libreto tuvo que ser adaptado; ahora que se conoce, se nos priva de la posibilidad de disfrutarlo, de modo que Gaztambide es hundido dos veces sin remisión, y se priva al público de la oportunidad de disfrutar de una obra adelantada a su tiempo.

¿Por qué se cambió entonces el libreto original en esta producción que se representa ahora en el teatro mencionado?, pues por un texto soso, sin gracia a ningún nivel, y que infringe el más importante delito del mundo del entretenimiento: es profundamente aburrido, soporífero.

De ese modo, Asenjo, en el colmo de la originalidad, intenta imitar el estilo de otros libretos y sus comedias de enredos, logrando sólo un intento de ello, pero sin ritmo ni chispa, que se narra, lento como un caracol, para la indiferencia primero, después desesperación, y finalmente hastío total, del público.

Nada tiene sentido ni coherencia, ni el argumento o los personajes (los cuales no sólo no son atractivos, sino que no se saben o entienden sus motivaciones, o estas son muy básicas, no llevan a cabo acciones naturales en ningún momento, todo suena forzado… etc), y, la verdad todo, de arriba a abajo, suena a pastiche.

Vale que renunciaran a hacer una brillante parodia de Shakespeare, está claro que no tenían ni el talento ni la capacidad para ello, ¿pero desarrollarlo en la Italia, la Roma, del neorrealismo?, ¿en serio?, ¿de verdad era tan difícil, aunque sólo fuera para lograr una mayor verosimilitud e interés, haberlo ambientado en la España convertida en nuevo Hollywood por Samuel Bronston?, así al menos, el nuevo libreto hubiera tenido algo de pies y cabeza. ¡Bah!, ¿pero qué digo, cándido de mí?, ¡si se nota que no ha habido la más mínima investigación histórica!.

En definitiva, el libreto adaptado para la ocasión, está lleno de incultura, tópicos, lugares comunes (¡uy!, fíjate, también he dicho lo mismo sobre el ensayo del mismo autor en el programa de mano, ¿casualidad?), es predecible e incoherente… y sobre todo, insoportablemente pesado.

La dirección, que lleva a cabo Marco Carniti, en sustitución del fallecido Gustavo Tambascio, sólo conseguiría hacer remontar el libreto con un milagro… y no lo hay; pero su falta natural de talento tampoco ayuda. Tampoco si la producción postuma de Tambascio (un señor que me inspiraba antipatía como persona, por sus arrogantes declaraciones, pero que respetaba aceptablemente como director de escena… y es que no hay que confundir la obra con el artista) hubiera sido terminada por él, esperaría yo mejor resultado; la verdad es que, aunque algunas de las obras por el llevadas a cabo han obtenido muy buena crítica en este blog (por ejemplo, esta o esta), hasta el punto de no ser express y ser completas, lo cierto es que, si uno profundiza en lo que redacto, la parte en la que reseño la dirección de escena siempre es lo que sale peor parado de todo lo escrito.

Pero volviendo al tema, la dirección de escena de “El sueño de una noche de verano”, deba a quien se deba atribuir, en las proporciones que sean, es fallida, lenta, sin ritmo y cansina.

En lo que respecta a la música de Gaztambide (o al menos, la que creemos haber oído), pues suena a pastiche. Tan buena nota tomó este compositor de lo que estaba de moda en París, que todo el tiempo estás teniendo una especie de déjà vu: con Rossini en las codas finales, con Verdi en los números que van de tríos a coros, con Donizetti y Puccini en las arias… etc (y ahí es cuando nos vuelve a hacer gracia el programa de mano, puesto que este mismo no puede dejar de admitir la falta de calidad de la música que se compensa con algunos pasajes de suma inspiración… yo casi no los oí, la verdad. Aunque también en este mismo programa defiende la teoría de que Isabel II apoyaba un teatro extranjero en contra de los artistas españoles… a veces creo que esos textos fueron una inocentada, con retraso, del teatro y yo no me di cuenta). Y encima siempre nos queda la pregunta de cómo hubiera sido esa música con el libreto original y lo bien que se adecuaría a este. Da igual, no nos dejan saberlo.

Nada se puede salvar del resto del apartado técnico, como máximo el vestuario, que si bien no es el colmo de la originalidad, al menos es agradable a la vista. Bueno, por no salvar, en mi función no se salvaron ni los subtítulos, que estuvieron toda la función descoordinados… eso cuando los había, que, durante una buena parte nos quedamos sin ellos.

En lo que respecta al reparto artístico, me coincidió ir a ver el segundo (lo que me viene bien para no tener otra enganchada con el cantante Luis Cansino como la última vez… jajaja… aunque no lo hice por eso, simplemente coincidió), y fue un horror. El único que cumplió ligeramente fue Valeriano Lanchas, pero sólo valorándolo como cantante, no como actor. El resto me produjeron indiferencia, con las siguientes excepciones, pues estas, lo que me generaron fue repulsión, me estoy refiriendo a María Rey-Joly que se pasó toda la función berreando y haciendo gorgoritos altisonantes; pero, sobre todo, y muy especialmente, a Santiago Ballerini, que no sé quién demonios le ha dicho que sabía cantar: no sólo su timbre me resultaba absolutamente insoportable, sino que encima, era incapaz de sostener una sola nota sin hacer un innecesario vibrato… horrible, cada vez que salía a escena, y cantaba, temía que se me reventaran los tímpanos y me saliera sangre por las orejas.

En cuanto a la orquesta, pues, para variar con el resto de la crítica (ironía)… también estuvo fatal: fue a su aire, tapaba continuamente a los cantantes y sonaba incluso estridente. Claramente, a pesar de su experiencia, al director musical, Miguel Ángel Gómez Martínez, todo el tema se le fue totalmente de las manos y fue incapaz de controlar la parte musical.

En definitiva, por si toda mi anterior crítica no os acaba de convencer de lo espantosa que es esta producción, y lo muy poco recomendable que es, pues podéis pensar que, a pesar de este completo análisis, todo esto no deja de ser la opinión de una sola persona, os describiré las reacciones que vi del resto del público: tenía a mi izquierda a unos jovencitos entusiasmados por venir a la zarzuela… hasta que se abrió el telón, en el entreacto leían, desesperadamente, en el programa de mano gratuito, de que iba la obra porque no habían entendido nada y para cuando terminó, tenían cara de funeral (no es para menos, habíamos asistido a uno: el de la posteridad artística de Gaztambide); por su parte, a mi derecha estaba una señora mayor, que se pasó toda la función dando cabezaditas de las que sólo despertaba cuando la música atronaba especialmente la sala. Además, a lo largo de la función, pude ver como mucha gente se marchaba. Los aplausos, en todo momento, no pasaron de tímidos, y, para culminar, al final de todo, como en los peores tiempos del Real con Mortier, el público reaccionó saliendo en estampida, en masa, mientras los artistas salían a saludar. Vamos, que no soy el único que pensó que la función había sido una enorme catástrofe.

Así pues, desrecomiendo absolutamente esta nueva producción del Teatro de la zarzuela de “El sueño de una noche de verano”, pues, verdaderamente, no existe ninguna razón positiva para ir a verla (ya no sólo por su falta de calidad, que también, sino porque además, acudir es promocionar el enchufismo y castigar el talento). Y, visto lo visto, tampoco la siguiente de “El barberillo de Lavapiés”. Habrá que esperar a más adelante, a ver si las cosas mejoran… y no sé que decir, pero si comentaré a modo de curiosidad final, que, como se documenta en la crítica de “El juramento”, publicada en su momento en Universo de A (no hay como la hemeroteca propia para recordar con exactitud), hay que ver lo que ha cambiado el Teatro de la zarzuela, antes se hacían exposiciones temporales en el ambigú e incluso conferencias con pianista previas a las funciones, y ahora… bueno, ahora tenemos a Daniel Bianco pretendiendo vendernos ideología y propaganda… no sé, pero yo diría que no vamos a mejor.


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