En fin, después de haber descubierto que el interés que no encuentras en las tablas puede, en compensación, estar fuera de ellas (como bien han demostrado recientemente los teatros municipales en todo un fascinante culebrón insospechado); pasemos a comentar lo que pasa por el Teatro de la zarzuela (que, al menos de momento, es algo menos emocionante que lo anteriormente visto; aunque también ha habido un cambio de directiva, ¿qué misteriosos astros se habrán alineado para que todos los teatros cambien casi a la vez?):
Bueno, el caso es que Paolo Pinamonti se ha marchado a su país (al teatro de Nápoles, concretamente), renunciando a su puesto como director del Teatro de la Zarzuela de forma anticipada (he de decir que no creo que perdamos nada), pues al parecer su contrato era más largo; en cualquier caso, se hizo un concurso para elegir un nuevo director (es más, yo recuerdo los enlaces en la propia página web del teatro), y al parecer, la cosa parece limpia, porque no hay ningún medio que lo critique.
Sea como sea, el nuevo director es Daniel Bianco, argentino de origen aunque, por lo visto, nacionalizado español; de todos modos, yo insisto, siempre me resultará incomprensible que no se elija a un nacido aquí para el puesto, teniendo en cuenta el género que se representa, ¿realmente se puede entender la idiosincrasia de la zarzuela siendo extranjero? (y las primeras declaraciones del nuevo director parecen reflejar que no: “La zarzuela se canta en una lengua que hablan 500 millones de personas, esto es un potencial que vamos a explotar”… ¡cómo si el género de la zarzuela redujese su tipismo al idioma!… mal empezamos).
Sea como sea, esta temporada, como suele suceder (pues se planifican con mucha antelación), está organizada por Pinamonti; de modo que aún tendremos que esperar a la siguiente, para ver los frutos de la nueva elección, aunque quizás ya veamos algunos rasgos en esta; desde el INAEM decían que no quieren riesgos, ¿habrán acertado o se habrán equivocado?, para bien o para mal, pronto lo sabremos.
De momento, lo que podemos analizar es que, si bien Bianco habrá deslumbrado a las autoridades con su programa, sus crípticas y difusas declaraciones hechas públicas, que a pesar de que parecen de político, por lo cuidadosamente poco comprometidas que son, tampoco no parecen muy esperanzadoras, pues habla de “buscar la contemporaneidad”, “abrir los brazos al mundo” y que quiere “que el público encuentre la curiosidad y el descubrimiento y no la dinámica del recuerdo”… ¡Dios mío!, a ver por donde nos lleva este señor; y que esté advertido, que el público de este teatro no me tiene pinta de aguantar tonterías….
Aunque también hay que decir en su favor, que estuvo implicado en montajes de Emilio Sagi (contemos esto como buena referencia, al menos en el aspecto de que probablemente no nos topemos con absurdos vanguardismos esperpénticos) bastantes conocidos, y alguno de ellos, de hecho, lo he llegado a calificar de obra maestra.
Sea como sea, habrá que darle el beneficio de la duda… de momento.
En cualquier caso el nuevo director no está empezando muy bien, pues hay cosas que se podrían cambiar de inmediato: se mantienen los programas de mano espantosos de una hoja con apenas unos cuantos datos técnicos (que un teatro privado haga eso, vale, no tiene porque invertir más dinero; pero uno público tiene un deber, una misión, un fundamento, una razón de ser, debe de distinguirse de lo privado, y hay que ser consciente de ello, ¡que vuelvan los programas con múltiples hojas, explicaciones de la obra, la producción!… etc, ¡que jamás debieron desaparecer!); tampoco parecen recuperarse las conferencias previas a la función por parte de un pianista que durante un tiempo cortísimo existieron; el descuento del día del espectador sigue desaparecido… etc.
Afortunadamente se mantienen algunas cosas buenas: como la mayoría de los descuentos; el teatro decorado haciendo juego con la obra que se representa; o las maravillosas exposiciones en el ambigú, que si bien podrían ser más profundas, no dejan de ser interesantes y de agradecer (esta última iniciativa es un buen ejemplo de un buena gestión como teatro público, que, como ya digo, siempre debe de fundamentarse y distinguirse del privado). A ver si con la nueva dirección no desaparecen.
Y por supuesto, se mantiene la excelente y familiar atención al público (excepto por el maleducado del primer piso, según entras, a la derecha -suele estar ahí-, que siempre tiene algún conflicto con alguien, debe de ser funcionario de por vida, porque yo no me lo explico…).
Por lo demás, esta temporada no es demasiado prometedora para mi gusto, no creo que sea un fiel asistente…. Lo mejor, la recuperación de nuevas zarzuelas barrocas, tan desconocidas como necesarias de ser difundidas, pues es el principio del género, y aunque siempre está bien tener algún título famoso o icónico en la temporada; lo cierto es que otra de las cosas que da sentido a un teatro público (porque las zarzuelas de siempre nunca falta quien las programe), es el arriesgarse a programar lo desconocido, lo no comercial, lo que no por ser menos famoso tendrá menor calidad, cumpliendo siempre esa necesaria función pública de la difusión de la cultura, que la iniciativa privada o no quiere llevar a cabo o no se puede permitir.
También me apena que pongan el cine mudo siempre en las mismas fechas, que me resultan tan complicadas; lo cual es ilógico porque perfectamente se podrían hacer varias sesiones al año en fechas muy distintas.
-Galanteos en Venecia: creo que es inteligente siempre para cualquier teatro, comenzar su temporada de modo triunfal, y en principio, así parecía que iba a ser en este caso, pero mucho me temo que no ha sucedido así.
En lo que respecta a la obra original: la música de Barbieri tiene muy buenos momentos, pero el conjunto no es sobresaliente, notable, tal vez, pero en ningún caso genial. El libreto es simplemente espantoso: la típica historia de enredos, que en este caso se enreda a sí misma de la forma más absurda, inverosímil y caótica, llegando a un punto en que la incoherencia es tal, que ni la historia se puede comprender a sí misma (el momentazo es, de hecho, cuando al final de la obra los personajes explican el malentendido… y te das cuenta de que no tiene ni pies ni cabeza, y que a ellos mismos les cuesta explicar sus propias acciones y reacciones). Así pues, partimos en esta producción de una base regular, a la que con un buen montaje se le podría dar cierto vuelo… si se contara con el talento y la pericia necesarias para ello.
Desgraciadamente, no es el caso; la dirección, a cargo de Paco Mir (del que tengo una referencia anterior no muy afortunada) resulta poco talentosa y aparentemente inexperta, es más, la sensación que da es que no tiene ni idea de qué hacer con el material que tiene en las manos, y que incluso siente un auténtico desprecio por ello; la mejor prueba de esto, es la incorporación de un pesadísimo argumento extra según el cual la función está siendo grabada, así que sufrimos constantes e insoportables interrupciones fuera de lugar, que nos sacan totalmente de la historia, para fingir que eso se está grabando (aunque a saber para qué, puesto que evidentemente, Mir no tiene ni idea de lenguaje audiovisual, porque, ¿se supone que todo está siendo grabado en directo y cada dos por tres hacen cortes y aparece un claquetista?, ¡venga hombre, por favor!).
Eso, y una puesta en escena simplona, lenta, sin ritmo, artificial (los decorados y la forma de usarlos llegan a parecer de función de instituto)… etc; plagada de errores y absurdos (por ejemplo, los cantantes hablan más con el público, mirándole directamente, que entre ellos mismos, ¿por qué?, ¿es que formamos parte de la historia y nadie nos lo dijo?); hacen que un material original, ya de por sí mejorable, se hunda irremisiblemente, debido a una dirección sin talento, capacidad ni visión.
Tampoco el reparto artístico es capaz de mejorar el conjunto, pues apenas se puede destacar a nadie, pues todos son, simplemente, aceptables; quizás como máximo la preciosa voz de tenor de Carlos Cosías o al gracioso Pepín Tre en un papel permanentemente cómico muy agradecido.
En definitiva, el conjunto se queda en un regular, pasable, aceptable… pero extremadamente mejorable en todos los aspectos.