No sé que tendrá “Ha nacido una estrella”, y en realidad, siempre me ha impresionado más la fascinación que ejerce sobre los demás, que sobre mí mismo. Se ha hecho ya, por lo menos cinco veces (además de los tres remakes reconocidos a partir de la película de 1937, está “The artist”, bastarda que reniega de su madre, o plagio apenas disfrazado), y cada vez que se hace, no falla, le caen premios importantes encima. Y estoy seguro de que esta nueva versión de 2018 no será una excepción a la regla (no olvidemos que “The artist”, hace no demasiados años, se hizo con todos los premios importantes en su momento), lo que nos lleva a la interesante, aunque sin respuesta, cuestión de: ¿mala conciencia en el mundo del arte, tal vez?, ¿velada autocrítica?.
Sin embargo a mí, no sé porqué nunca me ha terminado de entusiasmar, ni siquiera la versión mejor de todas, con diferencia, la de 1954; siempre la he percibido como excesiva e intencionadamente melodramática.
Pero, como siempre, según me parece oír la llamada del musical, allá voy… y a veces me meto en unos embolados….
-Ha nacido una estrella (2018): Lo primero y más importante, que hay que aclarar cuanto antes sobre esta película es que NO ES UN MUSICAL (las razones para considerar tal cosa, se pueden encontrar en este enlace, aunque francamente, no hace falta mucho esfuerzo para llegar a esa conclusión… de hecho, la distribuidora ni siquiera se molestó mucho en la subtitulación de los fragmentos cantados); y lo gracioso es que, en realidad, ni siquiera es una película con canciones, puesto que salvo dos o tres excepciones, muy cogidas por los pelos, nunca llegamos a escuchar una completa… básicamente, se trata de la historia de dos músicos, y como su trabajo es una cuestión importante en sus vidas, es necesario reflejarlo, como lo sería igualmente, si en vez de esa profesión hubieran sido pintores o mecánicos (en cuyo caso veríamos muchos cuadros o muchos coches, respectivamente, pero no por ello sería una película sobre el arte o el mundo del motor).
Por lo demás, el filme no es sino un pastiche que roba el aspecto contemporáneo de la versión de 1976 y el melodramatismo de la del 54 (a destacar la secuencia de los Grammy, plagiada casi punto por punto de esta última)… sin aportar nada nuevo; peor incluso, puesto que si fuera un guión de nueva creación, se lo consideraría tópico, estereotipado, forzado (todo pasa porque sí, y de las maneras más absurdas, inverosímiles y rocambolescas… un suspiro derriba el más mínimo análisis de la historia que nos están contando) e insoportablemente pretencioso (resulta terriblemente irónica esa frase que resuena una y otra vez en la película como un mantra, esa de que no sólo hace falta talento, sino además tener algo que decir… requisito que este filme no cumple en absoluto), muy especialmente en lo que se refiere a sus reflexiones sobre la fama y el reconocimiento público, las cuales suenan arrogantes, llenas de soberbia y propias de personas que personas que han alcanzado demasiado pronto y fácilmente un prestigio que en absoluto merecen, algo que, por otra parte, esta película parece demostrar. Y es que, según la idea que el filme parece vender, da la impresión que los famosos deberían ser reverenciados cuales dioses cuando se dignan a bajar a la tierra, y dar su permiso para ser admirados cuando les convenga… como si no les fuera en el sueldo, y sino, que hagan el trabajo de cualquiera de sus fans, que seguro que será mucho menos motivador e infinitamente peor pagado. Y si bien, yo siempre he sido partidario de que se les debe respetar (como a cualquier otra persona, todo el mundo tiene derecho al respeto), no soy en absoluto partidario de que sean intocables (cosa que, realmente, tampoco les viene bien a ellos, por otra parte).
En lo que respecta a la dirección de Bradley Cooper, aunque demuestra talento (dan ganas de verle en otro producto en el que sólo dirija), carece de sentido de la medida (el filme se hace largo), y sobre todo y ante todo, es exagerada y descaradamente narcisista: todos los planos están reservados a él mismo, todo son planos lo más cerrados posibles para captarle a él y a sus expresiones… cuando la cámara se desvía un poco a otro personaje, rápidamente vuelve a él, no sea que perdamos el foco de quién es aquí el importante y la auténtica estrella… hasta cuando desaparece, ¡su personaje vuelve en forma de recuerdo!, irrumpiendo con descaro en el filme. No obstante, hay que reconocerle que está genial a nivel actoral… también se ha ocupado muy concienzudamente de que así se vea.
Desde luego, el actor-director está mucho mejor que Lady Gaga, que tiene pinta de ser la típica que, si no está medianamente controlada y constantemente rebajada, a la mínima se pone a sobreactuar que da miedo… y aún así, se la ve pasada de rosca. Yo no me la creí casi nunca. Demuestra así que, sin duda alguna, su talento está en el canto, no en la actuación.
No parece necesario nombrar a casi nadie más del reparto, pues, como ya digo, como todo está pensado para que Cooper los eclipse a todos, se quedan en una mera comparsa que sólo está para darle las replicas al actor-director y que este se luzca en dramáticos primeros planos.
Por lo demás, a nivel técnico, la película tampoco aporta ninguna novedad que no hayamos visto antes.
En fin, qué decir, durante mi proyección hubo personas que abandonaron la sala, con eso ya avanzo parte de la conclusión que expongo a continuación; pero, en cualquier caso, si juzgamos la película como el remake que es, podemos decir que tiene tantas deudas con sus predecesoras, que es incapaz de pagarlas y queda desahuciada; y si la juzgamos como producto individual, deja mucho que desear: es lenta, tópica y absurdamente inverosímil.
En definitiva; para los que conozcan las predecesoras de “Ha nacido una estrella”, mejor volveros a ver la de Cukor y Garland que la disfrutaréis mucho más; y para los que no… tal vez deberíais pensaros la posibilidad anterior, o valorar otras opciones de la cartelera.