Revista Comunicación

Crítica exprés: La llamada

Publicado el 06 diciembre 2017 por Universo De A @UniversodeA

Crítica exprés: La llamada

En su momento estuve bastante pendiente de este musical, recuerdo como pasó de la sala pequeña del Teatro Lara a la grande debido a su éxito… me acuerdo como lo encontraba continuamente aún en cartel, y ese triunfo de un musical español comenzaba a frenar mi pereza natural por explorar lo desconocido… estaba a punto de ir al teatro, a punto, cuando… en la propia web de la obra se anuncia que se iba a hacer una versión cinematográfica… “¡solucionado!”, pienso yo, “espero y así arriesgo menos, y si me gusta de verdad, siempre puedo ir al teatro”… la conclusión de mi larga aventura y espera para ver este musical es que: ¡menos mal que fui a verla con el programa de “miércoles al cine”!.

En cualquier caso, este musical trata un tema tan polémico y difícil de contar como la vocación religiosa… cuestión que parecía especialmente interesante, sobre todo porque sus autores aseguraban que no querían burlarse ni hacer ensañamiento. Francamente, después de verlo, considero que la obra si es ofensiva… aunque no sólo para la religiosidad de algunos espectadores, sino también para la inteligencia de todos los amantes del cine. Mucho me temo que, paradójicamente, las cuestiones que vanamente y malamente se han intentado tratar en “La llamada” se ven muchísimo mejor contadas en el musical de “Sister act”, el cual no tenía en absoluto tal pretensión.

-La llamada: el catolicismo nos enseña que todo tiene perdón… y tal vez esta película pueda conseguir el de Dios (con una gigantesca penitencia), pero el mío desde luego que no.

Examinemos sus pecados:

-Libreto/guión: la historia es, en sí misma, absolutamente ridícula, grotesca, esperpéntica… y se puede resumir en la frase que dice una de las protagonistas hacia el final del filme: “he venido a este campamento para descubrir que mi amiga está enamorada de Dios (literalmente… santa Teresa de Jesús en comparación, una aprendiza) y que yo me he enamorado de una monja”… o creo que se podría decir eso, porque yo, aún hoy, no estoy muy seguro de que iba la película ni que sentido tenía la mitad de lo que veía ahí.

Los personajes no están ni dibujados, o siquiera delineados (yo no tengo ni idea de lo que les pasaba por la cabeza y fui totalmente incapaz de entender sus motivaciones) y parecen tener la única pretensión de ser estereotipos sin conseguirlo.

Con semejante material, por supuesto, los diálogos del guión llegan a dar risa en los momentos más dramáticos… o que yo interpreté que lo eran, porque las actrices lloran como fuentes durante toda la película… ¿la razón de ello?, sigue siendo un misterio para mí.

A lo mejor la película era una metáfora de los misterios dolorosos y yo no me di cuenta (por el dolor que da ver el filme… porque los misterios gozosos, gloriosos o siquiera luminosos -que me iluminaran para entender algo de lo que veía en la pantalla- no se veían por ninguna parte). Sí, casi seguro que era eso (estoy tratando de contener las carcajadas).

En definitiva, nos encontramos ante un caos sin pies ni cabeza, una historia mala, que además está mal contada.

-Música: nos hallamos ante un musical de recopilación, así que casi nada original podemos encontrar en la banda sonora. Personalmente, siempre me ha disgustado este subgénero del musical, y si encima está mal hecho, no merece más que una condena absoluta.

Además el sonido tampoco está muy bien (no se integra en el filme, los números musicales chirrían… es como si desapareciera todo el sonido ambiente y sólo escucháramos la canción), y se nota demasiado que las actrices están haciendo playback, y, como no tienen que cantar, pues se dedican a pensar en sus cosas sin concentrarse en contar una historia.

-Cuestiones técnicas: la dirección es de aficionados total, y es muy obvio que no saben cómo gestionar un número musical… en realidad, se ve la falta de medios por todas partes, el origen en sala negra de teatro independiente… etc. Se trata vanamente de crear magia… pero sólo se ve a dos actrices haciendo el tonto, con música de fondo, en una localización fácilmente asequible… la cosa llega hasta el punto de que llegas a tener la impresión de que estás viendo un corto de estudiantes de Comunicación audiovisual o de la Escuela de cine.

En definitiva, la dirección es un clamoroso ejemplo de manual de falta de talento… pero tampoco se podía esperar que quién difícilmente sabe contar una historia por escrito, sepa narrarla en imágenes, y efectivamente, Ambrossi y Calvo (creadores del engendro del que hago la crítica) son absolutamente incapaces.

En cuanto al resto de las cuestiones técnicas, como ya digo, todo se ve deficiente y carente de medios… da la impresión de que se gastaron todo el presupuesto de la película en el catering (o en cualquier otra cuestión que no se refleja en la pantalla), porque otra cosa….

-Intérpretes: yo al principio estaba muy confundido, porque, veía a esas casi treintañeras y no sabía que coño eran en el campamento: ¿usuarias?, ¿monitoras?, ¿trabajadoras?… etc. Bueno, aún sigo sin tenerlo claro, pero  me parece deducir que han pretendido colarme que eran usuarias… me pasé toda la película desconcertado con ello, porque es como si te ponen, a día de hoy, a Chus Lampreave interpretando el papel de la pobre niña huérfana Annie.

La cuestión de la edad tal vez se hubiera podido salvar, si las interpretaciones fueran algo tremendo y poderoso, pero, no se da el caso; las actrices, cuales alumnas de primero de arte dramático, parece estar convencidas de que cuánto más lloran, más parece que son mejores intérpretes, sólo porque consiguen tener un mayor control de sus fluidos corporales, aunque no transmitan ninguna emoción… es más, parece una competición, yo diría que, en toda la película, no pasan más de cinco minutos sin que alguna de ellas se ponga a moquear y a lagrimear por alguna razón inexplicable. Aunque tampoco se las puede condenar totalmente por ello, pues simplemente ni tenían material con el que trabajar ni estaban bien guiadas.

Concretando un poco más, todo el trabajo de las actrices de este filme se puede resumir en que: Macarena García se dedica a tener espontáneos ataques maniático-histérico-depresivos dignos de Felipe V de España; Anna Castillo, está permanentemente con actitud y rabietas de adolescente malcriada; Belén Cuesta hace el único papel que sabe hacer, que es una versión exagerada de sí misma (y como novedad para este filme, más llorona); y Gracia Olayo hace un esfuerzo desesperado por creerse, y que los demás también lo hagan, alguna de las frases que suelta, consiguiendo, gran logro para esta película, crear un personaje estereotipado y más plano que la superficie de una mesa.

Luego hay un montón de secundarios tan insignificantes como sobrantes, incluido el Dios de Richard Collins-Moore cuya inescrutabilidad y rectitud con renglones curvos son aún más misteriosos e ininteligibles que los del original, que ya es decir… si el absurdo de este mundo podría conducirnos al descreimiento, la sola posibilidad de parecido del Dios auténtico a ese horror que interpreta Collins-Moore, justifica el ateísmo más agresivo, brutal y militante.

En definitiva, hagamos para finalizar, una de mis evocaciones (¡plagada de spoilers!) de cómo es ver esta película:

Comienza todo: en la primera secuencia se abre la pared de una habitación de campamento en un recurso tan poco disimuladamente teatral (ni efectos especiales o digitales ni nada) que te da la impresión de que, aunque estás en el cine, hay alguien tosiendo en el palco de dos pisos más arriba. Canción de Whitney Houston que durante casi todo el filme será calificada con el encantador y poco racista mote de “la negra esa que cantaba y está muerta”; gracias a ello, se nos plantea el principal argumento de este filme, que ya nos deja anonadados desde un comienzo: Dios le canta canciones de Whitney Houston a la protagonista para… sólo Dios lo sabe (literalmente); tal cosa seduce por completo a Macarena García, que no ve a un viejo verde con un micrófono, en plan operación triunfo, descendiendo de una escalera de cartón piedra… sino al amor de su vida (otro misterio divino… y doloroso).

Lo más sorprendente del filme, es que ninguno de los personajes valora siquiera, que la protagonista esté totalmente grillada, que alguien se le ocurra diagnosticar una evidente esquizofrenia, sino que todos, más tarde o más temprano, aceptarán con gran naturalidad y sentido de la lógica que Dios le canta canciones de Whitney Houston a la chica esta. Explicado así, puede parecer que estamos ante una brillante comedia absurda… ¡pero el problema es que no lo es!, ¡el problema es que los autores de este esperpento pretenden que nos lo tomemos en serio!.

El caso es que las dos protagonistas están en un campamento en calidad de… Dios sabe qué… pero son muy marchosas y deciden escaparse de fiesta. Por el camino, el personaje de Anna Castillo, que tiene novio, se folla a mitad de los castellanos porque está muy confusa sexualmente y muy enamorada de una monja (Belén Cuesta), cosa que sólo descubre al final de la cinta.

Pero Macarena García cada vez está más frustrada porque está muy enamorada de Dios, y porque viene a cantarle todas las noches y no sabe que hacer; así que se distancia de su buena amiga, y de sus grandes planes de formar un grupo, ello llevará a que Castillo se vaya por ahí adelante a pedirle drogas a la cocinera, a follar a su novio, y espiar como el amor de su vida (la monja) se desnuda.

También aparece Gracia Olayo, dando vueltas por ahí como si fuese la María de “Sonrisas y lágrimas” muchas décadas después.

Después hay una serie de secuencias en las que todos lloran y discuten por razones incapaces de descifrar… en realidad, es lo que hacen durante toda la película.

Afortunadamente, García encuentra guía espiritual en Olayo, que le dice que le lea la Biblia a Dios, ante lo cual, este se parte de risa, tal vez para castigarla por interrumpir su actuación.

Después de más discusiones y llantos sin razón alguna, se producen las distintas revelaciones forzadas e inesperadas y las chicas deciden actuar para Dios con su gran canción.

El final, por supuesto, no tiene ningún sentido, pero ello logra una inesperada coherencia y redondeamiento de la película, porque, dado que el producto en su conjunto tampoco tenía lógica alguna, al menos el desenlace va a juego con el resto.


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