Esperada por muchos como el gran revulsivo en el terreno de la comedia para este nuevo año -de hecho el piloto se filtró por la red semanas antes de su estreno oficial-, House of Lies no ha terminado de saber venderse al espectador. Y creo que con el concepto “terminado” me quedo corta. La nueva serie de Don Cheadle (Crash, Hotel Rwanda), principal reclamo para mi, se centra en un equipo de asesores financieros de élite que ofrecen sus servicios a grandes empresas y corporativas que buscan subsanar sus problemas de imagen a cambio de un buen desembolso económico. Pero esa no es la única temática con la que debemos quedarnos, al menos no desde el punto de vista de los creadores de la serie Matthew Carnhan y Martin Kihn (escritor del libro en el que está basado la serie). House of Lies, además de presentarse como una voraz crítica al manido sistema capitalista (al final se queda en nada), busca convertirse también en un fiel retrato de la vida que encierra la gran manzana. Una mezcla de sexo desenfrenado, dinero y alcohol a la que se ven sometidos los chicos de Marty Kann (Chandle), aunque no parecen estar muy disgustados con ella. Pero lo que tenía que convertirse en la alternativa sólida en la que podría refugiarse una trama principal llena de agujeros, pasa a conformar el principal hándicap. Adaptación del homónimo libro House of Lies: How Management Consultants Steal Your Watch and Then Tell you the Time, la nueva serie de Showtime tiene todos los boletos para ser de las primeras en quedarse en la cuneta.
Antes de todo me gustaría recalcar (por si las moscas), que soy fan incondicional de Californication. Eso no significa que el aura espiritual de David Duchovny vaya a cegar mi capacidad de juicio, pero creo que es importante empezar con las cosas claras. Porque Showtime se ha pasado de lista y pensaba que con el estreno de Homeland el pasado año ya tenía los deberes hechos para lo que quedaba de temporada. Y después de una floja temporada de Dexter (no soy la única que lo piensa por estos lares), la cosa no está para tirar cohetes. De hecho, la cadena anunció la semana pasada públicamente que realizaría algunos cambios en sus principales títulos para intentar relanzar el nivel cualitativo. Porque hemos de tener en cuenta que Mary Kaan no es Hank Moody. No importa que Don Cheadle sea un actor con percha, su personaje es un auténtico coñazo. Matthew Carhan y Martin Kihn nos presentan a un magnate de los negocios y la dialéctica, de la misma manera que Tom Kapinos nos introduce en la vida de Hank Moody; desnudo en la cama y con una mujer entre sus piernas. La cámara se vuelve entonces el principal testigo de las idas y venidas de Kaan, de una manera completamente diferente a la que nos tenía acostumbrados la comedia americana, y que recuerda vagamente a esos momentos en que Groucho Marx se dirigía al espectador en sus conocidas películas. Sobretodo a raíz de otros títulos como Modern Family, Parks and Recreations o The Office, que han puesto tan de moda el llamado mockumentary, un formato basado en una ficticia tele-realidad en la que los personajes son conscientes de que están siendo grabados. En este caso es completamente diferente. Parece que House of Lies sirva al pretexto de Kaan. Éste puede parar la acción y dirigirse directamente al espectador a placer, para dejar claros ciertos aspectos económicos o simplemente porque tiene que mostrar ante la cámara que él también es un ser humano frágil y vulnerable. Sea como fuere, este tipo de montaje no hace sino entorpecer el ritmo de los 30 minutos de piloto.
Dejando de lado el decadente formato estético con el que opera House of Lies a nivel de realización, el guión y el desarrollo dramático de los personajes no es mucho mejor. Ni siquiera Don Cheadle convence en su papel de líder de un estereotipado séquito que le ríe a destiempo las gracias, entre los cuales la única que despunta medianamente es Kristen Bell y no precisamente por su actuación en la serie. Más bien es una mera cara bonita utilizada para atraer al espectador. Y es que Jeannie Van Der Hooven no es lo que digamos un papel que pueda catapultar a la fama a la joven actriz de Veronica Mars, a la cima del estrellato. Más bien se trata de un corsé interpretativo enclaustrado en los clichés de que las rubias son tontas de serie y de que es cuestión de tiempo que termine cayendo en los fornidos brazos de su jefe. Aunque sinceramente, con un jefe tan sumamente mediocre es normal que no sienta ni un ápice de atracción sexual. No obstante, siempre quedarán sus otros dos compañeros para escurrir el bulto; Clyde Oberholt (interpretado por Ben Schwartz) que copia milimétricamente su interpretación de Jean Ralphio en Parks and Recreations y Doug Guggenheim (Josh Lawson), quizás el miembro más racional del grupo. Todos ellos conforman un bloque sólido. Como un trozo de plastelina que hace mucho que no es moldeado e intentar cambiarlo de forma resulta prácticamente imposible. No hay motivaciones para ninguno de ellos y como consecuencia, interés cero para el espectador en conocer más de sus vidas, de hecho ya sabemos que su único objetivo es acostarse con mujeres y ganar dinero. Y sinceramente, para seguir la historia de este tipo de tíos, prefiero bajar a comprar el pan.
En todo este entramado monetario no podía faltar Greg Germann (Ally McBeal). Actor monotemático donde los haya y cuya capacidad interpretativa no más allá de Richard Fish, personaje de la serie de David E. Kelley, que le encumbró como la figura del clásico jefe sin escrúpulos y capitalista. Él representa el principal antagonista de Mary Kann (además de su ex-mujer), ya que representa la vida perfecta que él no podrá conseguir o al menos, de momento. Aunque todo resulte ser una gran máscara, el papel de Greg Norbert le va a Germann como anillo al dedo.
Como en toda serie contemporánea que se precie, el sexo también es uno de los principales elementos vehiculantes de la trama, junto con el poder y el dinero. Todo el atractivo y el pdoer que tinen los personajes reside en su capacidad para dominar al sexo opuesto: Kaan al acostarse con la madre de una compañera de clase su hijo con el que éste luchaba por conseguir un papel en la obra de Grease; la ex-mujer de Kaan, Monica Talbot (Dawn Olivieri) que le controla como quiere con su condición de femme fatale; Jeannie, el eterno e inalcanzable objetivo para Kaan y April, la stripper que Marty se liga en un club nocturno y que termina convirtiéndose en su falsa esposa. Todo es sexo, porque el sexo vende. No hay más. House of Lies es una cada de putas, hablando mal y pronto. No hay mentiras en tanto que no hay nada que ocultar para un espectador ávido de series de calidad y que ya no se traga cualquier cosa que le vendan. A la nueva serie de Showtime le falta de todo. Debe de ser que tanta HBO nos ha vuelto elitistas, pero lo cierto es que no recomiendo perder ni un minuto del día viendo House of Lies. He dicho.
Lo mejor: -
Lo peor: la poca consistencia de la serie
Tiene una retirada a: Californication
Primera impresión: 4,5/10