Revista Cine
El debut en la dirección "real" de Andrew Stanton no ha podido ser más desafortunada. Idolatrado en el mundo de la animación por sus trabajos en Pixar, nos preguntamos qué demonios le hizo salir de allí. "Jonn Carter" es un refrito de películas que replica tecnología y mundos fantásticos de "Avatar", aventuras saltarinas de "Prince of Persia" y escenas de naves al más puro estilo "Star Wars". En consecuencia, un aburrido, soso y mal contado relato que sólo llamará la atención a los paladares menos exigentes.
Lo primero que nos preguntamos es cómo un director que ha hecho maravillas como "Wall-e" puede tener tamaño tropiezo. ¿Es tan distinta la animación de la acción real? Parece que sí.
El personaje que da nombre a la película viaja como por arte de magia de la Tierra a Marte. En ese planeta encontrará aventuras, amistad, amor, dolor, pelea y traición.
En este cuento nada es sorprendente o llamativo. Las escenas son predecibles y los diálogos absurdos. La historia de amor entre los protagonistas es de verguenza ajena y sin ningún tipo de feeling entre ellos. Los bichos parecen salidos de "Planet 51" y sólo el extraño ser parecido a un perro le da algo de diversión y gracia al asunto.
Excesivamente larga (132 min), más de uno no sabrá cómo acomodarse en la butaca, deseando que esta insulsa historia llegue a su fin. Ni siquiera el 3D es mínimamente apreciable o necesario. No se si es que haber visto "La invención de Hugo" ha sido fundamental para poner un listón tan alto, pero en "John Carter" no aprecio las bondades de semejante truco visual.
Taylor Kitsch es el vacío interpretativo. Da igual que esté delante de dos monos blancos de dimensiones estratosféricas ó ante una bella mujer de ojos claros, su rostro es impasible. No dice ni transmite nada. Su compañera Lynn Collins no le va a la zaga. Llorando por cada esquina, sin derramar una lágrima, por la boda pactada con su mayor enemigo, solventa las situaciones con buena intención pero sin ningún tipo de resultado.
La factoría Disney patina en su intento de ocupar el género de aventuras, con un guión que dió muchas vueltas. Desde que distribuyeron "Drive" en España, yo les perdono todo pero hay cosas que si me muerdo la lengua me enveneno así que prefiero decirlo. Llamarlo... acto de salud mental.
José Daniel Díaz
Lo primero que nos preguntamos es cómo un director que ha hecho maravillas como "Wall-e" puede tener tamaño tropiezo. ¿Es tan distinta la animación de la acción real? Parece que sí.
El personaje que da nombre a la película viaja como por arte de magia de la Tierra a Marte. En ese planeta encontrará aventuras, amistad, amor, dolor, pelea y traición.
En este cuento nada es sorprendente o llamativo. Las escenas son predecibles y los diálogos absurdos. La historia de amor entre los protagonistas es de verguenza ajena y sin ningún tipo de feeling entre ellos. Los bichos parecen salidos de "Planet 51" y sólo el extraño ser parecido a un perro le da algo de diversión y gracia al asunto.
Excesivamente larga (132 min), más de uno no sabrá cómo acomodarse en la butaca, deseando que esta insulsa historia llegue a su fin. Ni siquiera el 3D es mínimamente apreciable o necesario. No se si es que haber visto "La invención de Hugo" ha sido fundamental para poner un listón tan alto, pero en "John Carter" no aprecio las bondades de semejante truco visual.
Taylor Kitsch es el vacío interpretativo. Da igual que esté delante de dos monos blancos de dimensiones estratosféricas ó ante una bella mujer de ojos claros, su rostro es impasible. No dice ni transmite nada. Su compañera Lynn Collins no le va a la zaga. Llorando por cada esquina, sin derramar una lágrima, por la boda pactada con su mayor enemigo, solventa las situaciones con buena intención pero sin ningún tipo de resultado.
La factoría Disney patina en su intento de ocupar el género de aventuras, con un guión que dió muchas vueltas. Desde que distribuyeron "Drive" en España, yo les perdono todo pero hay cosas que si me muerdo la lengua me enveneno así que prefiero decirlo. Llamarlo... acto de salud mental.
José Daniel Díaz
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