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Crítica la cosa (1982), por albert graells

Publicado el 15 noviembre 2020 por Matias Olmedo @DragsterWav3
CRÍTICA LA COSA (1982), POR ALBERT GRAELLS
Sinopsis: En una estación experimental de la Antártida, un equipo de investigadores descubre un ente extraño venido del espacio, que según todos los indicios ha permanecido enterrado en la nieve por cien mil años. Al descongelarse, experimenta una metamorfosis sorprendente... 
“La cosa” es, junto con “Halloween”, la mejor película de John Carpenter, un director muy interesante. 
Ha pesar de sus virtudes, que las tiene, “La cosa” no escapa de unos defectos que era fáacilmente corregibles. Por ejemplo, apenas se sabe nada de los personajes. Es cierto que todos están para morir, pero aun así deberían tener más historia. 
Sabemos que el personaje de Kurt Russell es piloto, otro es médico y otro es cocinero, pero los demás no sabemos qué hacen, a qué se dedican exactamente, cuál es su especialidad, y porqué decidieron hacer lo que hacen. No es una información estrictamente necesaria, pero tampoco es una información que hubiese sobrado. En “Alien, el octavo pasajero”, por ejemplo, una película en la que hay bastantes paralelismos con “La cosa”, en la nave Nostromo, donde se desarrolla el film, hay siete tripulantes, y sabemos más de ellos que de los personajes de “La cosa”. 
Las actuaciones tampoco son nada del otro mundo. No son malas, pero tampoco destacan, si acaso la de Kurt Russell, que es un actor con carisma, pero los demás se lo podrían haber currado más. 
A pesar de eso, “La cosa” no deja de ser una excelente propuesta de ciencia-ficción y terror, y de hecho de las mejores películas que combinan esos dos género. Está casi a la altura de la mencionada “Alien, el octavo pasajero”. 
CRÍTICA LA COSA (1982), POR ALBERT GRAELLS
Uno de los aspectos más destacables y conseguidos del film son los efectos especiales. Los efectos especiales de “La cosa” son... increíbles, impresionantes, incluso para hoy en día, parecen más convincentes que los efectos de “Jupiter Ascending”, “Jurassic World” o “Terminator Genisys”. 
El uso abusivo, innecesario y apabullante de efectos digitales de hoy en día provoca aburrimiento y saturación. En cambio, los efectos especiales artesanales, bien hechos, resultan de mayor convicción y más creíbles, a quien escribe le gustan más. 
No es un rechazo dogmático a los efectos digitales, gustan siempre y cuando se usen bien y de forma sutil. Por ejemplo, en películas como “El reino de los cielos” o “La maldición de la flor dorada”, los efectos están bien integrados, no se nota su presencia, son sutiles, no descarados como los efectos de “Van Hellsing”, “47 Ronin” o las películas de “El Hobbit”. Es cierto que a veces un uso excesivo de efectos digitales es inevitables ante la imposibilidad de hacerlo realmente, como “Godzilla” o “Guardianes de la galaxia”, y en esos casos no importa si se usan de forma coherente en la película. Pero los efectos que se puedan hacer artesanalmente, de verdad, sino es para mejorarlo, no se tendría que sustituir por efectos digitales. 
Una de las cosas que más llaman la atención de “La cosa” es cómo Carpenter aprovecha el color más identificado a la Antártida, el blanco. La Antártida es un sitio hostil y peligroso, con muchos vientos, muy grande, y dónde la temperatura media es de veinte grados bajo cero como máximo, y si hace buen tiempo. Carpenter asocia el blanco a la hostilidad y el peligro, y la máxima hostilidad y el máximo peligro que se presencia en la película es la cosa, que primero se hace pasar por el perro, que tiene la mitad del pelaje blanco. 
CRÍTICA LA COSA (1982), POR ALBERT GRAELLS
Pero también es muy interesante el uso de tonalidades verdes y marrones que Carpenter asocia a la seguridad y protección de la estación científica. Los colores que más se ven en la estación son el verde y el marrón, ya sea en las paredes, en la ropa, en objetos o en vehículos, como el helicóptero. 
Los colores muestran el combate de supervivencia que hay entre los personajes y la cosa. Hay un plano que lo describe muy bien, cuando la bestia, que finge ser el perro, sale de una habitación, camina por el pasillo, mira por otra habitación, y luego entra en otra habitación dónde está uno de los personajes. 
Ese pasillo no deja de ser una representación de lo que es la estación científica, un refugio para los personajes. Las puertas son verdes, los cubos son verdes, las cajas de cartón son marrones, el suelo también tiene una mezcla entre verde y marrón. Pero la cosa con forma de perro tiene mucho pelaje blanco, y la cámara va siguiendo su camino frontalmente. 
Con ese plano Carpenter muestra el peligro invadiendo la seguridad de los personajes, aquello que los protege y los mantiene a salvo. De hecho, cuando Russell y el Dr. Cooper llegan a la base noruega, las ruinas están cubiertas por la nieve blanca. La hostilidad y el peligro han terminado por vencer y acabar con los científicos noruegos. Y cuando regresan a la estación científica con el cadáver que encontraron en la base noruega, y lo ponen encima de la mesa de autopsias, se ven muchos detalles blancos, porque el peligro ha terminado por invadir definitivamente la protección de los personajes. En la sala de autopsias los muebles son blancos, las paredes son blancas, los medicamentos, etc. Y además entra la luz del exterior por la ventana, una luz quemada, blanca, y que ilumina directamente a Russell, que intuye el peligro que puede haber al traer el cadáver. 
CRÍTICA LA COSA (1982), POR ALBERT GRAELLS
Carpenter sigue insistiendo en eso cuando después están jugando en la sala de descanso. Hay un elemento de color blanco que destaca bastante, la lámpara que hay delante de la mesa de póquer, que emite una luz blanca. Es el sitio de dónde sale el perro. Y aquí Carpenter hace una anticipación, porque sentado en la mesa de póquer, delante de la lámpara, está el pelirojo calvo, al que el perro muerde, y ese mismo personaje es el primero al que la cosa ataca e intenta imitar. Y en otro plano, cuando el perro sale de la habitación, éste gira por la izquierda del encuadre, y justo en la izquierda del encuadre se puede observar la lámpara. Carpenter hace intuir que el perro es el peligro que acechó y acabó con la base noruega. 
Y justo en la siguiente escena, cuando uno de los personajes lleva la cosa disfrazada del perro a la jaula de los perros, se puede apreciar que las cajas marrones, las botellas verdes, los cubos verdes, el suelo marrón, etc, están cubiertos por la nieve blanca. 
Y además, en una escena posterior, Russell, con chaqueta verde, viniendo de un pasillo lleno de cajas marrones, después de sentir los perros, aprieta la alarma, que es roja pero también blanca. Carpenter insiste en esa idea de asociar el blanco con la hostilidad y el peligro, la invasión. 
Carpenter, a lo largo de toda la película, juega con el verde y el marón en contraste con el blanco para destacar la combatividad entre los personajes y el entorno hostil y peligroso que, representado en la cosa, intenta acabar con ellos. 
CRÍTICA LA COSA (1982), POR ALBERT GRAELLS
A parte del uso creativo del color, también cabe destacar el uso creativo del sonido, sobretodo respecto a lo que refiere a la cosa. En la película Carpenter no sólo crea inquietud a través de la iluminación y los efectos especiales, sino también con el sonido, como el que emite la cosa al rugir. Es un sonido estremecedor porque parece un ruido innatural en éste planeta, parece un rugido proveniente de otro mundo, parece un sonido que se escucha o se produce por primera vez en la Tierra. Eso genera una gran intranquilidad en el espectador, da mucho mal rollo. Es el sonido lo que consigue de forma definitiva que la cosa acojone. 
“La cosa” termina siendo una propuesta de visionado ineludible para fans no sólo de John Carpenter (ojalá hubiese dirigido él las películas de “Resident Evil”), Kurt Russell o “Expediente X”, sino también para aficionados al terror y la ciencia-ficción, y para los científicos que realicen investigaciones en la Antártida.
Mi calificación es:CRÍTICA LA COSA (1982), POR ALBERT GRAELLS

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