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Crítica | “La desaparición de Eleanor Rigby”, una película a medida para Jessica Chastain

Publicado el 03 octubre 2014 por Pandora Magazine @PandoraMgzn
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Título: La desaparición de Eleanor Rigby (The Disappearance of Eleanor Rigby: Them)

Dirección: Ned Benson

Guión: Ned Benson

Reparto: Jessica Chastain, James McAvoy, Viola Davis, William Hurt, Isabelle Huppert, Ryan Eggold, Bill Hader, Ciarán Hinds, Archie Panjabi, Jess Weixler, Nina Arianda, Nikki M. James, Jeremy Shamos, Wyatt Ralff, Brendan Donaldson, Daron Stewart, Julee Cerda

Género: Drama romántico

Duración: 119 minutos

Año: 2014

País: EE.UU.

Música: Son Lux

Fotografía: Christopher Blauvelt

Productora: The Weinstein Company / Myriad Pictures

Distribuidora: Wanda Visión

La desaparición de Eleanor Rigby, escrita y dirigida por Ned Benson, es una ópera prima que, como la de Derek Cianfrance (Blue Valentine) –situada también en Nueva York y alrededores–, tiene la ambiciosa voluntad de explorar el final de un matrimonio en toda su elevada complejidad emocional: después de un terrible hecho dramático y un intento de suicidio por parte de Eleanor (Jessica Chastain), veremos cómo la pena y el duelo la invaden e intenta superar sus fantasmas con la ayuda de sus padres y su hermana y la de la profesora de un curso que está tomando, y cómo Conor (James McAvoy) intenta recuperar el amor de su amada.

THE DISAPPEARANCE OF ELEANOR RIGBY
El fino remontaje –si no conociéramos la historia tras la película, sería imposible saber que se trata de una mezcla de dos filmes– al que los hermanos Weinstein han sometido a La desaparición de Eleanor Rigby (pues la que nos llega a los cines es una versión comprimida –con fines puramente comerciales– del díptico original de más de tres horas del mismo título pero con los subtítulos Him y Her) ha conseguido mantener (o disminuir un mínimo) la calidad del filme de Benson.

Sí, ha sustituido la novedosa forma de afrontar una relación romántica, sometiéndola bajo el punto de vista de cada uno de los implicados, en un filme de casi dos horas con momentos de verdadero cine pero evidentes altibajos y algo mucho más convencional. Pero a la vez lo han convertido en algo mucho más cautivante al centrarse exclusivamente en el romance de sus personajes principales y menos en personajes secundarios (que no han perdido la esencia y siguen siendo cálidos y cercanos).

Es fácil etiquetar erróneamente esta película como un drama romántico sobre el sufrimiento de una joven pareja, pero es mucho más justo hablar de La desaparición de Eleanor Rigby como una obra que trata temas como la incomunicación intergeneracional (y las ayudas y obstáculos de los padres en el camino hacia la madurez de los hijos), la amistad o la superación de la pérdida. Pérdida tratada con una gran inteligencia por el director, pues en La desaparición de Eleanor Rigby se vuelve posible para el espectador hacer lo que los sufridos padres protagonistas de la cinta no pueden: olvidar el drama central que mueve todas las acciones de los protagonistas y centrarse en los esfuerzos de los mismos para renegociar su relación.

THE DISAPPEARANCE OF ELEANOR RIGBY
Algo insólito, que hace que la película se convierta en un hito narrativo estimulante, interesante y sobretodo muy, muy astuto, sazonado de una forma sobresaliente con un brillante uso de los colores y su simbolismo para otorgar a cada escena pistas sobre el estado de ánimo de los personajes. Todo lo que aparece en pantalla (el color del vestuario de los protagonistas, secundarios y extras, iluminación, cuadros) mantiene un sentido interno a la hora de definir el momento anímico y es dominado con maestría por el director de fotografía Chris Blauvelt.

Y como baluarte inamovible y confirmación de que estamos en un filme sensible pero de alta magnitud, está Jessica Chastain, que se luce y consigue una actuación magnífica que hace crecer las de los actores con los que comparte plano, a los que lejos de comerse arranca los mejores momentos de todo el reparto. Consigue saltar a la comba entre la vulnerabilidad de su personaje y su aparente dureza, un control excelso de cualquier mínima expresión facial o movimiento corporal que le ayudan a construir la que posiblemente sea la actuación femenina más memorable del año (con el permiso de la construida en doce años por Patricia Arquette en Boyhood).

No hay apenas quejas objetivas que pueda aportar en contra de este filme, y las que tengo se alejan preocupantemente de lo puramente cinematográfico: que no podamos ver el montaje original del director, o que en mi desconocimiento hacia la película (y como fanático confeso de los Beatles) esperaba algo más que un par de simples referencias al grupo de Liverpool, teniendo en cuenta que la protagonista comparte nombre con una de las más tristes canciones de la banda. Mi recomendación es que el espectador se deje seducir por la estética y el sentimiento en esta notabilísima ópera prima.

Lo mejor: la actuación de Jessica Chastain, la fotografía de Blauvelt, y el guión y la dirección de Benson. Lo peor: que, pese a lo bueno que es el filme, no podamos ver el montaje original del director, por lo que habrá que esperar a los formatos domésticos.

Crítica: Pol Llongueras


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