Revista Cine
Un canto al cine. Así lo definían muchos críticos. Tras disfrutarlo en vivo, en dos horas que parecían diez minutos, no puedo más que certificar que Martin Scorsese ya ha dado al cine lo que el cine le dió a él. "La invención de Hugo" es un homenaje y un tributo a este mundo que, como dice la película, nos enseña a soñar. Envuelto de una belleza visual mágica, aprovechando como nadie la tecnología 3D, sólo queda decir "gracias maestro".
Scorsese, como muchos ya sabéis, agradece su éxito al llamado cine de mafias. "Uno de los nuestros", "Casino", "Infiltrados" y "Gangs of New York" son algunos ejemplos. Sin embargo, sus incursiones en otras temáticas se han convertido en auténticos clásicos como "Taxi driver" ó "Toro Salvaje". "La invención de Hugo" es su primer trabajo de cine familiar, una sorpresa cuando llegó la noticia y una alegría para los que buscamos redescubrir al director italo-americano.
Lo primero que sorprende es esa sabiduría para sacar de una historia, aparentemente, infantil, algo más profundo y didáctico. No se podría definir como film para niños o mayores, lo mejor sería catalogarlo como film para cinéfilos (con independencia de su edad). Esa facilidad para mostrar al espectador lo que todo amante del cine ha sentido al disfrutar en una sala de una buena película, es un auténtico regalo.
Esa sensibilidad tan poco sentimental pero tan cercana, logra transmitir la inocencia del que descubre algo que no tiene explicación. El paralelismo entre la magia y el cine no podía ser más acertado. Una buena película es un fantástico truco, inexplicable y, a la vez, hermoso.
Los actores, en este caso, son secundarios. La fantástica dirección artística, el relato que nos cuenta, y la fuerza de las imágenes concede un valor más escaso a la labor de los intérpretes. Hugo Cabré, un pobre huérfano encerrado en el reloj de la estación de tren de París, está interpretado por Asa Butterfield ("El niño con el pijama de rayas") con buenas formas pero poco fondo. El dueño de la tienda de juguetes, George Mélies, que esconde grandes secretos tras su vieja mirada, lo encarna un acertado Ben Kingsley ("Gandhi", "La lista de Schindler"). El inspector de la estación, mezcla de maldad e inocencia, le viene "ni al pelo" al poco políticamente correcto cómico Sacha Baron Cohen ("Borat").
El propio director hace un pequeño cameo como podéis ver en la imagen.
Al inicio de esta crítica, os comentaba el maravilloso uso del 3D en "La invención de Hugo". Poco seguidor como soy de esta nueva tecnología "sacacuartos", en la película de Scorsese toma valor y me hace replantear mis propias consideraciones al respecto. Por fin me logra introducir y vivir lo que una pantalla, aparentemente plana, me está contando. Sueño despierto mientras a mi alrededor las imágenes deambulan con sentido y pura magia.
Si aún no crees que el cine es magia o lo crees pero nunca has sabido expresarlo, acude a las salas a disfrutar de "La invención de Hugo". Ni un millón de Oscar serían suficiente agradecimiento para lo que esta película ha hecho por la cinematografía.
José Daniel Díaz
Scorsese, como muchos ya sabéis, agradece su éxito al llamado cine de mafias. "Uno de los nuestros", "Casino", "Infiltrados" y "Gangs of New York" son algunos ejemplos. Sin embargo, sus incursiones en otras temáticas se han convertido en auténticos clásicos como "Taxi driver" ó "Toro Salvaje". "La invención de Hugo" es su primer trabajo de cine familiar, una sorpresa cuando llegó la noticia y una alegría para los que buscamos redescubrir al director italo-americano.
Lo primero que sorprende es esa sabiduría para sacar de una historia, aparentemente, infantil, algo más profundo y didáctico. No se podría definir como film para niños o mayores, lo mejor sería catalogarlo como film para cinéfilos (con independencia de su edad). Esa facilidad para mostrar al espectador lo que todo amante del cine ha sentido al disfrutar en una sala de una buena película, es un auténtico regalo.
Esa sensibilidad tan poco sentimental pero tan cercana, logra transmitir la inocencia del que descubre algo que no tiene explicación. El paralelismo entre la magia y el cine no podía ser más acertado. Una buena película es un fantástico truco, inexplicable y, a la vez, hermoso.
Los actores, en este caso, son secundarios. La fantástica dirección artística, el relato que nos cuenta, y la fuerza de las imágenes concede un valor más escaso a la labor de los intérpretes. Hugo Cabré, un pobre huérfano encerrado en el reloj de la estación de tren de París, está interpretado por Asa Butterfield ("El niño con el pijama de rayas") con buenas formas pero poco fondo. El dueño de la tienda de juguetes, George Mélies, que esconde grandes secretos tras su vieja mirada, lo encarna un acertado Ben Kingsley ("Gandhi", "La lista de Schindler"). El inspector de la estación, mezcla de maldad e inocencia, le viene "ni al pelo" al poco políticamente correcto cómico Sacha Baron Cohen ("Borat").
El propio director hace un pequeño cameo como podéis ver en la imagen.
Al inicio de esta crítica, os comentaba el maravilloso uso del 3D en "La invención de Hugo". Poco seguidor como soy de esta nueva tecnología "sacacuartos", en la película de Scorsese toma valor y me hace replantear mis propias consideraciones al respecto. Por fin me logra introducir y vivir lo que una pantalla, aparentemente plana, me está contando. Sueño despierto mientras a mi alrededor las imágenes deambulan con sentido y pura magia.
Si aún no crees que el cine es magia o lo crees pero nunca has sabido expresarlo, acude a las salas a disfrutar de "La invención de Hugo". Ni un millón de Oscar serían suficiente agradecimiento para lo que esta película ha hecho por la cinematografía.
José Daniel Díaz
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