Revista Cine
Mañana llega a los cines una de las propuestas más interesantes que supone la opera prima como director de Juan Barrero. Nos propone un viaje que mezcla el género documental con la ficción en el que las fronteras entre lo real y la ficción son tan leves que no se sabe si lo que vemos es verdadero o si es producto de una ficción bien diseñada. Quizás esta discusión tampoco tenga mucho sentido porque da un poco de menos si lo que nos presenta es fruto de la mente de un guionista o aprovecha una situación pues desde que comienza la película todo se vuelve falso en el sentido de que se trata de una realidad manipulada en la que se nos muestra las cosas no como son o han pasado sino cómo el director quiere que las veamos. Esto es inevitable, es su película y su historia y nosotros no somos más que meros espectadores. La película nos mete en la vida de una pareja Gala y Juan que van al pueblo en donde él pasó la infancia y se encuentran con una gran cantidad de recuerdos de una tía suya que acaba de fallecer. Aunque ella no esté sus recuerdos y su historia al ser recordada y transmitida la mantienen de alguna forma viva, quizás es una existencia mínima pero ella forma parte todavía de sus vidas y para ellos es como si una pequeña parte siguiera viva. Es como cuando tenemos un hijo ya que nuestro material genético nos permite de una forma quizás impropia la inmortalidad. Creo que esa es la clave y de lo que va esta película, de las formas que tenemos para superar nuestras limitaciones temporales, una mediante el recuerdo en los demás, si alguien nos recuerda no morimos del todo, y otra mediante nuestra descendencia, nuestros hijos forman parte de nosotros mismos y de alguna forma perpetuamos nuestra existencia. Como en una poesía, el director insinúa más que muestra y toda la carga dramática y emocional corre a cargo de una estupenda interpretación por parte de Gala Pérez Iñesta. Ella es la película y lo da todo exponiéndose una manera brutal que en algún momento puede hacernos sentir incómodos al invadir de forma tan íntimamente la vida de una persona. No es una película para grandes públicos, no sólo por la historia y de lo que trata sino por la original forma de presentarnos. No termina una vez que se apaga el proyector del cine, sigue creciendo en el interior del espectador que necesita un tiempo para entender todo lo que ha visto. Requiere por lo tanto un espectador activo pues se nos dan unas claves y cada uno tiene que construir y entender por sí mismo lo que ha visto. Más que recomendable.