Crítica La mecánica del corazón de Stéphane Berla

Hay muchas veces que no probamos ciertas cosas por miedo a que no nos gusten, o porque su más que probable aspecto un tanto extraño nos produce  el sentimiento de no querer introducirlo en nuestro paladar. De no ser por mis padres jamás habría probado cosas tan exquisitas como la casquería, que pese a su primer mal contacto visual su sabor es digno del mayor de los manjares. Y es aquí donde entra mi toma de contacto con “La mecánica del corazón”, partiendo de mi primer rechazo a toda animación que no venga de nuestra querida lámpara saltarina, Pixar.

Crítica La mecánica del corazón

Por Fernando Hernández

Malzieu (líder de la banda de rock francesa Dyonisos) cuenta con la ayuda de Stépahne Berla, para llevar a la gran pantalla su novela “La mecánica del corazón”, donde nos cuenta como en una fría noche de 1874 en Edimburgo nace Jack, con tan mala suerte que su pequeño corazón esta helado. Era tal la prisa que había por salvar al pobre Jack que su madre adoptiva le coloca un reloj de cuco en vez de su gélido corazón, con la eterna condena de vivir aferrado a tres fatales normas para mantenerse con vida: primera, no jugar nunca con las manecillas del reloj; segunda, no emocionarse; tercera y por encima de todas la más importante, jamás enamorarse. Pero el amor, es de esos extraños motores que existen en el mundo, para el cual no existe todavía freno inventado. Cuando su madre por fin le saca a conocer el mundo en el que vive, no solo le muestra las calles y puentes que recorren la ciudad, de la manera más inocente y tras haber perdido de vista al joven Jack, éste conoce el amor, un amor que le llevará a dejar su ciudad natal y recorrer toda Francia y España, para encontrar a su amada.

Bajo una estética y diseño muy cercano al que encontraríamos en Tim Burton, se sitúa el tipo de animación que podemos ver en esta cinta, aunque dista mucho de las historias y mundos creados por el director norteamericano. Jack y la mecánica del corazón se sitúa a mitad de camino entre la animación de Pixar y el Moulin Rouge de Baz Luhrmann, de hecho el aspecto musical que encontramos durante el metraje es tan sumamente dulce y maravilloso que harán que según abandonemos la sala queramos comprarnos la banda sonora. El problema es que lo que Pixar hace a la perfección aquí no lo encontramos, mientras la gran productora de animación nos trae películas que pueden agradar tanto a niños como mayores (cuando es más que evidente que el mensaje que llega a niños y adultos es diferente en estas películas), la historia de amor del pequeño Jack está más orientada a los adultos que a los propios niños que entren a la sala.

El caso es que todo aquel que se aventure a ver esta película, reirá, sufrirá y danzará al son de maravillosas canciones y la bella historia de amor que a Jack le aguarda. No dudéis amigos y amigas, vivid y sentid esta preciosa historia que junto al Hotel Budapest de Wes Anderson, es de lo mejor de este año.