.
Ficha técnica | Título: Life. Director: Daniel Espinosa. Guión: Rhett Reese, Paul Wernick. Reparto: Jake Gyllenhaal, Rebecca Ferguson, Ryan Reynolds, Hiroyuki Sanada, Ariyon Bakare, Olga Dihovichnaya. Género: Ciencia Ficción, Thriller. Año: 2017. Duración: 103 minutos. País: USA. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Jon Ekstrand. Productora: Skydance Productions / Columbia Pictures / Sony Pictures Entertainment (SPE).
Seis astronautas de la Estación Espacial Internacional son enviados al espacio para tratar de encontrar vida extraterrestre en Marte. La encontrarán y le realizarán todo tipo de investigaciones, despertando al ser vivo y provocando que éste quiera atentar contra la vida de todos los miembros del equipo, que se verán obligados a luchar ante lo desconocido por su propia supervivencia.
¿Qué pasaría si se mezclase “Alien: El octavo pasajero” (1979) con “Gravity” (2013)? La respuesta es sencilla: “Life”. Y es que a veces, aunque las comparaciones son odiosas, también son inevitables cuando el argumento es prácticamente idéntico. Me considero un ferviente amante del género de ciencia ficción espacial, ya sean de exploración o supervivencia, y esta fue la razón que me llevó al cine a ver la película. Sin embargo, cuando ésta acabó me quedé pensando en sí debemos hablar de inspiración, copia, u homenaje, porque el aura de “Alien: El octavo pasajero”, pese a quien le pese, está presente en la cinta.
En una década que nos está dejando bastantes películas de gran nivel tanto del género espacial, como del extraterrestre —“Gravity” (2013), “Interstellar” (2014), “Marte” (2015) o “La Llegada” (2016) lo demuestran–, podemos encontrar también “Life” (2017), que no es capaz de despertar el interés necesario a pesar de intentarlo constantemente sin descanso. Es muy floja, no ofrece nada nuevo, el guión no se sostiene por sí mismo y, por si fuera poco, lo que ofrece lo hace de una forma poco acertada. Si no vas a ofrecer una cinta completamente nueva y, por tanto, no vas a contar con la novedad a tu favor, por lo menos lo que presentas hazlo replanteando el patrón ya repetido hasta la saciedad.
Y es que el mero hecho de que recuerde tanto a la película de Ridley Scott ya es señal de que algo no funciona como es debido, no se respira originalidad alguna a lo largo del metraje, por lo que la comparación es de todo menos positiva. El concepto de originalidad se manifiesta una primera vez, a partir de este momento se debe tener en cuenta que el aglutinar ideas de obras anteriores no es suficiente para sacar adelante un proyecto, pues el resultado corre el riesgo de acabar siendo un quiero y no puedo.
Uno de los problemas en la escritura más evidentes se encuentra en el final, pues se ve venir a leguas lo que va a suceder. En una época en la que el espectador está acostumbrado a que se le sorprenda constantemente, un final predecible es de lo peor que puede ocurrir, especialmente si se es consciente de los vanos intentos por generar sorpresa a lo largo de toda la película. Crea una sensación de vacío y superficialidad bastante incómoda, haciéndote sentir que juegan contigo, ofreciéndote algo que finalmente nunca llega.
Sí, son más las películas cuyos finales no sorprenden que las que sí lo hagan, pero al no ser su intención no afecta al espectador, no estás esperando nada del final. Sin embargo, cuando sientes que te están intentando sorprender creando expectación, pero realmente cuando llegas al punto del clímax todo queda en un manido intento que no te transmite nada, se convierte en un lastre. Personalmente, considero que un final fallido puede pudrir todo un film, haciendo que automáticamente el interés desaparezca.
Lo que sí quiero destacar, es la banda sonora de Jon Ekstrand, que consigue transmitir sensación de agobio y tensión. También es cierto que la BSO juega un importante papel en el fracaso del desenlace, ya que la tensión que te hace sentir en ese momento se esfuma, contribuyendo así a generar ese inevitable sentimiento de decepción e, incluso, desilusión, ante lo que estamos viendo en pantalla.
El ambiente claustrofóbico contribuye a subrayar el agobio y la tensión, pues lógicamente no es lo mismo intentar sobrevivir en un bosque plagado de lugares en los que esconderse que en una nave de escasas dimensiones ubicada en el espacio, en el que además te encuentras completamente solo. Esta atmósfera, junto al miedo ante lo desconocido (el extraterrestre) y la lucha por la supervivencia, son ingredientes fundamentales para conseguir la tensión necesaria para crear un mínimo de interés en diversos puntos.
En cuanto a los actores, se debe decir que sus personajes no permiten una gran lucidez interpretativa, están bastante limitados por la historia. Ryan Reynolds (Jack Harrison), que ya había trabajado previamente con el director en “El Invitado” (2012) y que se encuentra en uno de sus mejores momentos profesionales gracias a “Deadpool” (2016. No obstante, los más notables son Rebecca Ferguson (Miranda North) y, especialmente, Jake Gyllenhaal (John McKay), quien ha conseguido que gracias a sus interpretaciones en “Prisioneros” (2013), “Nightcrawler” (2014) o “Animales nocturnos” (2016) dejemos en el olvido la fatídica “Prince of Persia: Las arenas del tiempo” (2010). Los personajes de Hiroyuki Sanada (Sho Murakami), Ariyon Bakare (Hugo Derry) y Olga Dihovichnaya (Ekaterina Golovkina) permanecen en un inevitable segundo plano.
El director es el sueco Daniel Espinosa, de origen chileno, cuyas primeras producciones suecas han pasado desapercibidas en España, o incluso, nunca han llegado a estrenarse en nuestro país. Espinosa pasó a ser conocido a partir de “El Invitado” (2012), realizada en Estados Unidos con Denzel Washington y Ryan Reynolds como protagonistas. No obstante, “Life” es la tercera de sus películas USA, tras “El niño 44”, estrenada en 2015.
El resultado de este proyecto ha sido una película insustancial, plana, vacía y carente de todo giro sorpresivo; además de predecible en su desarrollo, permitiendo ser consciente en todo momento de los forzados intentos por captar la atención del espectador. La cinta cae en saco roto junto a los reiterativos y desesperados intentos por sacarla a flote, afectando negativamente a su disfrute y rompiendo con la inmersión que brinda una buena película.
Crítica: Alejandro Villavicencio