"Los hombres son como el maíz. El sol los quema, la lluvia los empapa, el invierno los congela y la Caballería los pisotea, pero a pesar de todo continúan creciendo. Y nada de eso importa mientras haya whisky". Si esta frase no podría haber sido escrita para que alguno de los grandes actores del western la recitara en un inmortal clásico no sé cual podría serlo. En Warlock encontramos una obra magna, una enorme e impresionante epopeya épica donde las haya. Olvídense de las novelillas pulp de Zane Grey, el género americano por antonomasia nunca ha lucido tanto en un libro.
Warlock es una ciudad fronteriza olvidada por la mano de Dios. Es demasiado pequeña para tener sheriff propio, la ley no es impuesta en la ciudad, y esto implica que haya constantes reyertas entre los mineros que allí residen, y la cosa empeora aún más cuando pasa el grupo de bandidos de McQuown. El consejo de ciudadanos, cansado de los constantes percances que tienen que soportar, deciden contratar a un famoso y hábil pistolero para que se encargue de imponer la ley y el orden: Clay Blaisedell. Con él llegará Tom Morgan, un terrible jugador sin escrúpulos, que asesinará a sangre fría al marido de una antigua amante justo cuando llegan al pueblo.
Es imposible definir claramente cual es el argumento de esta fascinante novela, por sus páginas desfilan decenas de personajes perfectamente desarrollados que tendrán importancia en la trama. En Warlock se nos cuenta la historia de esta ciudad, personajes y situaciones que se entrecruzan donde el verdadero protagonista es el propio género en sí: el western. Un enorme homenaje articulado por un escritor magistral que atrapa, emociona y fascina con cada palabra.
Lo que más impresiona de esta novela es que, a pesar de estar poblado de los tópicos y la esencia del mejor western, introduce ciertas innovaciones que hacen aún más realista y crudo el argumento. Los personajes casi no podríamos dividirlos en buenos y malos. El supuestamente malvado McQuown no es tan plano, tiene sus matices, y cada miembro de la comunidad tiene diferentes opiniones sobre él, sus seguidores y detractores. La bondad del propio Blaisedell es puesta en entredicho constantemente, la situación que este personaje sufre queda perfectamente resumida en una frase del director Woody Allen: "No conozco la clave del éxito, pero se que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo."
La estructura dramática de la obra es espectacular. Está escrita en su totalidad en un narrador omnisciente en tercera persona, pero en ocasiones se intercalan pasajes del diario de un ciudadano, que prácticamente no sale en el resto de la novela, pero que se encuentra presente como un personaje más entre la multitud. De esta forma podemos ver el punto de vista de uno de los que están viviendo los hechos en primera persona, acercándonos aún más a la veracidad de los hechos y de las opiniones locales.
Tan solo con esta novela, el gran escritor Oackey Hall queda inmortalizado para toda la eternidad. Warlock mantiene todas las constantes de su género, ensalzando su espíritu y creando un maravilloso retrato de la sociedad y su moral, repleto de personajes inolvidables perfectamente perfilados.