Malamadre, la ópera prima de Amparo Aguilar nos presenta a una serie de mujeres que tímidamente comienzan a narrar sus miedos, inseguridades y culpas alrededor de un momento profundamente decisivo -y traumático en el buen y mal sentido- de la vida de una mujer, como es ingresar en el universo de la maternidad. Todas y cada una hablan de como, no sólo se toma a la maternidad como un mandato social, sino que además, la sociedad entera se encarga de juzgar y sancionar a esas madres como buenas, devotas o malas.
Así, cada una comparte sus experiencias que desmitifican que la maternidad no tiene un único modo de ser, y que no es tan color de rosa. Enterarse del embarazo, luego el parto, la violencia médica e institucional y luego encontrarse con ese otro, ese nuevo ser que viene a revolucionar todo. Tarea para nada fácil, que encima muchas -muchísimas- veces termina llevándose a cabo en solitario.
Además de los testimonios, se combinan pequeños fragmentos más personales que son narrados en off mientras se acompañan de ilustraciones, logrando cautivar más atentamente al espectador. Hacia el final, la propia realizada asume la voz entrevistada, que se intercala con diálogos con sus hijos, quienes con ternura y cierta inocencia dan su propia visión de la maternidad.
Así en su primer largometraje documental, Aguilar intenta universalizar la experiencia de la maternidad -sea biológica o no- incluyendo diversos puntos de vista.
Malamadre resulta un relato crudo, sincero y para nada pretencioso, que si bien puede parecer desparejo en cuanto a como se abordan algunos temas, resulta necesario de ver, para seguir pensando al respecto, y para seguir deconstruyendo mandatos -para que así el único origen la de maternidad sea el deseo-, y miradas prejuiciosas.