[Crítica] ‘Mandela, del mito al hombre’: un antídoto contra la pasividad
Carlos Jordán Gonzalez 18 enero, 2014 0
En la historia de los grandes hombres el nombre de Nelson Mandela está bordado con hilo de oro. El empuje, la determinación y la inflexibilidad que caracterizaron al líder sudafricano le valieron para soportar una vida de persecución, injusticia, tortura y horrores. Y es que el anhelo de libertad en tiempos de represión es el combustible idóneo para un corazón rebelde, más si cabe cuando la represión la comete un Estado contra su propio pueblo.
Desde muy joven Mandela ya mostraba vocación por los suyos. Se hizo abogado en Orlando durante la Administración de Truman, y dedicó sus esfuerzos a defender a los negros de la opresión y el racismo. Cuando se convenció de que sólo jamás conseguiría cosas importantes, se sumó al CNA (Congreso Nacional Africano), y comenzó una vida de militancia incondicional.Las respuestas del Gobierno de Sudáfrica a su lucha pacífica consistían en ataques violentos de la policía, que dejaban decenas de muertos y un reguero de sangre en las calles. De esta forma casi empujaron a los miembros del CNA a abandonar el pacifismo y alzarse en armas, y esa fue toda la excusa que necesitaron para perseguirlos y condenarlos a cadena perpetua. Comenzaba así para ellos un auténtico calvario, alejados durante más de 20 años de sus familias, soportando torturas físicas y psicológicas. Pero ni su determinación, ni su temple, ni el ánimo ni el apoyo de todo el pueblo sudafricano flaqueó un solo instante.
La épica de una historia tan legendaria era suficiente para convertir una adaptación cinematográfica como esta en una auténtica obra maestra, pero hay varios factores que han elevado aún más su condición.El primero es la mano de Justin Chadwick, un director con una corta carrera, sobre todo anclada a la televisión, pero que logra saltar al podio enhebrando un fantástico producto audiovisual.
El segundo es la labor de su director de fotografía, Lol Crawley, que demuestra ser un verdadero maestro de la luz, especialmente en las escenas en los áridos desiertos, donde a base de sol, trigo y tierra dibuja con oro y carbón sobre un lienzo de celuloide.
El tercero lo pone la labor musical de Alex Heffes, el hombre responsable de llenarte la mitad del corazón de emociones, ya que de la otra mitad se encarga Chadwick con la composición de sus planos; la épica de la banda sonora se combina con el drama para llevarte del llanto al odio, y cada momento histórico queda enmarcado y fortalecido al son de sus violines y tambores.
Y por último está la fuerza interpretativa de un Idris Elba que se apunta un tanto en su carrera con este papel. ha sido capaz de meterse en la piel de Mandela, y de recrear al hombre que hubo más allá de la leyenda, con sus miedos y preocupaciones, con sus sentimientos e inspiraciones, con sus debates internos y las disputas familiares a las que se enfrentó por mantenerse fiel a su ideología y a su partido. Su porte y su fuerza han servido para mitificar aún más el mito del expresidente de Sudáfrica, y su imponente voz ya la quisieran los hermanos Grimm para narrar sus cuentos y fábulas.
Pero sería injusto no mencionar a su compañera de reparto, Naomie Harris, que interpreta a la segunda mujer de Mandela. Ambos funcionan como un tándem de sufrimiento y perseverancia, ya que con el encarcelamiento de uno comenzó un martirio para el otro: registros, martirios psicológicos con ella y sus hijas, encarcelamientos repentinos, torturas… Pero su ánimo de lucha no se aplacó, se incrementó aún más, hasta el punto de suponer una amenaza para la solución pacífica que necesitaba el país. Las guerras y las luchas callejeras debían acabar, y sólo el camino de las elecciones igualitarias lo lograría, ese “un hombre, un voto” que marcó la vida de Mandela.
Mandela, del mito al hombre se alza como un bálsamo contra la quietud. Viene a rescatar al hombre de su conformismo, de su rutina de sofá y caja tonta, de su aplacamiento y su sumisión al titiritero. Golpea la conciencia del bienestar con un gran ejemplo, el de alguien que sacrificó todo lo que tenía, que plantó cara al poder con el escudo de la justicia y la espada de la libertad. Y Chadwick también se ha valido de ambos para abrirse paso hacia los Oscar y destacar entre las 10 mejores películas del año.
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