Revista Cine
Miel supone el debut como directora de una de las actrices italianas más internacionales, Valeria Golino y en la que adapta una novela de Mauro Covacich. Miel, nombre que adopta la protagonista para su trabajo, es el relato de una joven mujer que se gana la vida de una forma poco convencional. Casi como un ángel de la muerte se dedica a asesorar y ayudar a enfermos terminales a poner fin a su sufrimiento mediante una dulce muerte. El tema de la eutanasia, el derecho a decidir uno mismo cuando quiere poner fin a su vida no es una cuestión que el cine haya tratado especialmente. No es un tema fácil y hay mucha controversia al respecto. El punto de vista que toma la directora a la hora de introducir el tema es evitando completamente el morbo y también ofreciéndonos una variedad de historias para que nos hagamos una idea de por qué hay gente que toma la decisión consciente y libre de dejar de vivir. No juzga a la protagonista pero tampoco la ensalza, nos da diversos puntos de vista para que podamos posicionarnos. Miel / Irene es una mujer joven que justifica su forma de ganarse la vida pensando que hace un bien a la gente. Las leyes, como expresión de la voluntad popular y como forma que tenemos como sociedad de crear un mundo mejor, deberían ser las que garantizaran que las acciones se hicieran correctamente y crear un marco jurídico de amparo frente a abusos y no que tuviéramos que depender de la buena o mala fe de las personas. Por suerte, Miel se autoimpone una normativa que le sirve para mantener una lógica dentro de su vida y de alguna forma como justificación; de otra manera sin un código ¿qué la diferenciaría de un asesino? A Irene le surgirán problemas que le harán replantearse a ella lo que hace. No trata sobre la muerte sino cómo llevamos la vida y en qué condiciones merece ser vivida; que dentro de lo mal que lo podamos pasar siempre hay razones por las que vivir. Por eso no trata de cuestiones como qué esperanzas tenemos después de morir que la podrían llevan por vías religiosas, al fin y al cabo esa es una de sus funciones. Se ha cuidado mucho la fotografía y los planos que tienen una gran belleza. Eso es bueno porque hace que sea más agradable para el espectador, pero tiene la desventaja de que nos centremos más en cómo nos cuenta la historia que el mensaje que nos quiere transmitir que ya tiene valor por si mismo. No necesitaría, por lo tanto, tanta imagen tan cuidada para disfrutar de la historia porque quizás eso hace que precisamente parte del mensaje pase desapercibido. También hay que destacar la gran actuación de su protagonista Jasmine Trinca, a la que vimos hace unos años en la película de Nanni Moretiti La habitación del hijo. Una película muy recomendable que podremos ver a partir de mañana en cines gracias a los amigos de Good Films.