Ya ha llegado a nuestras pantallas la nueva adaptación del personaje de Sir Arthur Ignatius Conan Doyle, “Sherlock Holmes”, de la mano del genial realizador de películas como “Snatch, cerdos y diamantes” o “Rock’n’Rolla”, en su vertiente menos tradicional y ya dibujada en los cómics por Lionel Wigram.
Una vez más, posiblemente el personaje literario más veces llevado al cine, “Sherlock Holmes” vuelve para reencontrarse con viejos amigos y presentarse a generaciones actuales y venideras de una forma mucho más física, camorrista, desordenada, cosa que no gustará a muchos puristas pudiendo escandalizarles y que contentará a mucha gente que la acuda a ver.
La historia vuelve de nuevo al Londres de finales del s. XIX, al número 221B de Baker Street, con nuestro querido detective Sherlock Holmes y su amigo el Dr. Watson, quienes inicialmente deberán ayudar a la policía en la investigación de un misterioso caso de satanismo dando como resultado la detención del temible asesino Lord Blackwood y el descubrimiento de un caso de conspiración de mayores proporciones.
Guy Ritchie ha decidido crear una adaptación del personaje a nuestros tiempos, hacerlo suyo creando un producto de genial ritmo y un crescendo fantástico que combina las escenas de acción y pelea (la apertura de la película es un Holmes recreándose en el derribo de un hombre a cámara lenta mientras que explica como lo va a llevar a cabo), con la intriga policial y detectivesca invitando al espectador a elucubrar posibles soluciones a la ejecución por parte del antagonista de sus fechorías, que no de la trama ya que ésta es fácil de adivinar y en ningún momento se pretende lo contrario, teniendo presente la obra original del autor mediante innumerables guiños a las aventuras en los libros y también alejándose del estilo pulp que caracterizó a este director en películas anteriores.
Todo esto es posible gracias a la química de los protagonistas en pantalla con unos diálogos cargados de humor y algo de acidez, rescatando así la buena relación de amistad entre ambos propuesta por Doyle, la colaboración en la resolución de casos que aun viéndose tentada a la disolución por el inminente abandono del piso compartido debido al enlace de Watson con su prometida se produce una y otra vez gracias a la astucia y estratagemas del detective para enredar a su querido compañero de fatigas.
Sin duda, gran parte del éxito de esta obra es gracias al carismático y magnético Robert Downey Jr. que interpreta un Sherlock Holmes con un punto de excentricidad y locura a la par que astuto, observador, viéndose por un lado la versión romántica intelectual del mismo y su yo más físico, conocedor de las artes marciales, que no es ninguna invención, está en la novelas, pero que el film potencia y más con unas imaginativas coreografías que dicho sea de paso aprovechan todo cuanto está al alcance de los personajes en el decorado, incluyendo el decorado mismo.
Al que le acompañan un elegante y acertado Jude Law (Doctor Watson) que aunque no responde al prototipo de Watson sirve de contrapunto y desatará tanto por su look como por su papel la siempre presente para algunos relación homosexual de los protagonistas por mucho que se le quiera casar.
Un creíble Mark Strong (Lord Blackwood), que repite con Ritchie tras “Rocknrolla” cuyo personaje se desdibuja en el final pero que no impide hacernos ver lo grande que es este actor y lo mucho que le falta a Hollywood por ver de él, y una limitada Rachel McAdams (Irene Adler), una mujer que sabe como engañar, manejar y ser la debilidad de Sherlock aportando una inteligente forma de presentarnos a un profesor Moriarty que no se ve en toda la película pero que está presente.
Cabe destacar la gran labor de producción con su conseguida ambientación del Londres de finales del s. XIX, algo ya predecible puesto que es algo que Guy sabe y siempre hace en sus películas con su amada ciudad, con unos magníficos decorados que en sus planos más amplios saben maravillarnos visualmente y mostrarnos tanto el Londres más bello con su Big Ben como los ambientes más populares y marginales de la ciudad.
Y además, la magnífica elección de la banda sonora, para mi gusto siempre bien elegida en las películas de este director pero que en este caso no se trata de una buena selección de músicas de distintos autores si no de la creación del magnífico Hans Zimmer con un estilo alejado de lo que es habitual en él, ya sea con una complicada y vigorosa carga orquestal como con una sencilla y gitanesca melodía de un violín, que ayuda y empuja el ritmo de esta película en todo.
En definitiva, “Sherlock Holmes” es una entretenida revisión del clásico más orientada hacia la acción y el gran público pero sin perder de vista los elementos detectivescos y aventureros de la novela, con buenas dosis de humor y una química envidiable en la pareja protagonista que hará las delicias de quien sepa entender como está enfocado este Blockbuster sin complejos.