Cuento de hadas
El niño de la bicicleta. Le gamin au vélo.
Francia/Bélgica,
2011. 84’
Guión y dirección: Jean-Pierre Dardenne y Luc
Dardenne.
Intérpretes: Cécile De France, Thomas Doret,
Jérémie Renier, Egon Di Mateo, Oliver Gourmet.
Cyril,
un niño de 11 años, es llevado a un orfanato pero él se niega a creer que su
padre haya tomado la decisión de dejarlo allí; el descubrimiento de ciertas
verdades y el encuentro con una peluquera lo llevarán por sendas que no
esperaba.
Los
hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne comenzaron su carrera
cinematográfica con retratos de gente de los barrios obreros y luego realizaron
documentales en la misma ciudad donde hoy ruedan sus historias de ficción. Ya
poseen lo que se denomina “sello de autor”; es decir, tienen un estilo
consolidado y es el que uno espera ver cuando se encuentra con sus films.
No se sabe si por casualidad o porque pasan los años y con ellos la mirada
cambia, pero el dúo en su última película: El niño de la bicicleta, modificó
un poco su tradicional forma de filmar; la historia ya no transcurre en días
fríos y hoscos sino en la calidez del verano; la total ausencia de música fue
invadida por Beethoven; los rostros de los actores ya no son sólo los de
totales desconocidos, cuentan con el agregado de la angelical actriz
internacional Cécile De France (Un secreto, Más allá de la vida).
Pero no hay que desesperar, todos estos cambios no atentan en nada a la esencia
de su cine, más bien suman. La aspereza continúa; protagonistas con elecciones
morales cuestionables pero al mismo tiempo compresibles y que se apropian de
nuestra simpatía, también.
En
este nuevo rumbo que toman los directores hay un aire esperanzador del que
carecían sus antiguas producciones (Rosetta, El silencio de Lorna) y
hasta ellos mismos admiten que la historia se trata en cierto modo de un cuento
de hadas: un niño que enfrenta la soledad y el desprecio y que además está a
punto de caer en redes delictivas se topa con quien podría ser una especie de
hada salvadora; obviamente, siendo una película de los hermanos Dardenne, el
cuento no es para nada light ya que el peso de la realidad se instala en cada
fotograma. Se ha dicho que estos realizadores hacen cine social por su ficción
cuasi-documentalista y parece ser así; porque en su cine se respira lo
contemporáneo, la crudeza de la globalización excluidora.
Thomas
Doret se mete en el papel de Cyril como una verdadera revelación, Jérémie
Renier (un actor fetiche de los Dardenne) se pone en el rol del padre y Cécile
De France encarna a Samantha, la
peluquera.
En
palabra de los directores los diferentes espacios físicos en los que se
desarrolla El niño de la bicicleta significaron lo siguiente: “Para esta película imaginamos un
triángulo: la ciudad, el bosque y la gasolinera. El bosque es un lugar lleno de
peligros para Cyril porque ahí es donde puede aprender a convertirse en
delincuente. La ciudad representa el pasado con su padre, y el presente es
Samantha. La gasolinera es un lugar de transición, donde el argumento adquiere
nuevos y numerosos giros”.
Si
se quiere, podría verse en El niño de la bicicleta algo de los
400
golpes de François Truffaut o una especie de continuación de El
niño (un film de los Dardenne de 2002).
Alguien
se preguntará por la bicicleta del título y es una pregunta muy acertada; a
veces, el aferrarse a un objeto nos da seguridad, confianza, y eso es lo que
encuentra Cyril en su velocípedo; es como una compañía imaginaria, esa que te
sigue a donde necesitás y que te ayuda a descargarte.
En
esta historia, a la que se asiste, desde los primeros minutos, de un modo
abrupto, hay silencios en varias cuestiones que dejan guiños librados a la
interpretación del espectador, lo cual le da un vuelo especial.
Los
Dardenne ¿Conciben al cine como una herramienta de transformación social?: “Al cine le corresponde hacer vibrar las
salas a través de sus personajes. Puede conmover y hacer surgir cosas
insospechadas, pero no es nada programático. Justo en el momento en
que Rosetta ganó el premio en Cannes una ministra tenía la idea de
impulsar una ley dedicada a chicos y chicas jóvenes que tienen que dar sus
primeros pasos en el mundo del empleo, y entonces la llamó “ley Rosetta”. Un
amigo nos contó hace un mes que una chica de entre 20 y 25 años le dijo que ver Rosetta la había ayudado en su vida.
Creemos que el cine puede cambiar el mundo: sin esa esperanza, ¿para qué hacer
cine?”.