[Crítica] Spartacus: War of the Damned

Muchos la tachan de excesiva violencia, otros de rozar el gore, y otros de contener un alto contenido erótico. Y aunque es cierto que la serie da numerosos motivos para hacer pensar así a un sector de la audencia, hay otro sector que durante 4 años hemos podido disfrutar de la que es sin duda una de las grandes series del momento.

¿Exagerado al pronunciar estas palabras? Nada más lejos de la realidad, porqué pese a estar destinada a un público concreto, pocas series son tan bien cuidadas como es el caso de Spartacus, dónde guionistas, actores y sobretodo equipo técnico realizan un excepcional trabajo digno de admirar y del que otras muchas series deberían aprender. Así como deberían aprender también a terminar las series a tiempo, ya que pese a que en un inicio íbamos a tener cuarta y quinta temporada, tras acabar Spartacus: Vengeance decidieron que iban a terminar con esta tercera temporada (sin contar el preludio de Gods of the Arena), algo que ha llenado de vitalidad a la serie, para culminarla por todo lo alto.

Habiendo superado el yugo del lanista Lentulus Batiatus y del general Gaius Claudius Glabber, entra en juego un nuevo enemigo para el ejercito rebelde de Espartaco, el emperador Marcus Licinius Crassus (Simon Merrells), un hombre con un poder incontable conseguido a base de sus riquezas obtenidas, y cuya única meta es ser el hombre más importante de Roma, derrotando en el camino al esclavo tracio. Para ello contará con la ayuda bajo su mando de Gaius Julius Caesar (Todd Lasance), quien casi que supera en ambición a su propio emperador.

La trama de esta temporada se divide en dos partes muy marcadas, la conquista de Sinuessa del Valle para el refugio de los esclavos, y la posterior marcha hacía territorio romano en busca de la caída del ejercito de Crassus, lo que les abriría las puertas de la mismísima Roma. Y en medio de los dos bandos, Crassus, de una astucia y carisma muy pero que muy superior a las de Batitatus y Glabber, protagoniza junto a Spartacus una lucha de poder intelectual que no cesa durante toda la temporada. Manteniendo en vilo al espectador en cada uno de los planteamientos estratégicos de un bando y otro, y sorprendiéndonos constantemente.

Cierto es que en la anterior temporada de Vengeance bajaron bastante el listón, quedándose en una serie más del montón y disfrutable a ratos. El cambio de algunos actores, así como el giro argumental, corrió en contra de la serie. Pero como mencionábamos, han querido terminar la serie por todo lo alto, concentrando tres temporadas en una sola, y lo han conseguido con creces, consiguiendo sorprender a un público a pesar de ser una historia con un final conocido por muchos.

En resumen, una serie más que recomendable y disfrutable al 300%, un soplo de aire fresco para aquellos que seguimos demasiadas series, algunas de ellas tan densas que se hace difícil ver dos capítulos seguidos. Si aun no le has dado una oportunidad, no lo dudéis, ya que el espectáculo está asegurado.