Revista Cine
Por fin se estrena en toda España la esperada película de Íciar Bollaín, "También la lluvia". Algunos ya tuvimos la oportunidad de disfrutarla en la Seminci de Valladolid donde participó en la Sección Oficial pero fuera de concurso. Este pequeño ajuste de cuentas con la Historia a través de un rodaje en Bolivia no alcanza el gran nivel que se esperaba y se queda en un correcto relato cuyo poso no perdura en el tiempo.
Uno de los motivos por los que Cinedania cogió la mochila y se desplazó a Valladolid fue poder disfrutar antes que nadie de la última película de Icíar, para mí una de las mejores directoras del panorama español. Allí se encontraba todo el equipo para promocionar un film que había generado grandes expectativas por el equipo actoral, el guión y el espaldarazo que supone seleccionarla para representar a España en los Oscar.
Hay que admitir que como película es muy distinta a lo que nos muestra habitualmente el cine patrio. Por una vez no utilizamos la Guerra Civil para contar atrocidades históricas sino que, con la excusa de enseñar el rodaje de una película sobre Colon, la trama se desplaza a Bolivia en un momento de gran tensión social como fue la Guerra del Agua del año 2000.
La película está llena de luces y sombras. La revolución popular y su repercusión es realmente interesante mientras que las escenas relacionadas con el supuesto rodaje son soporíferas, papeles como el del atormentado Karra Elejalde ó el productor Luis Tosar son dignos de destacar mientras que el de Raúl Arévalo ó el de Carlos Santos son totalmente innecesarios. Mención especial tiene Juan Carlos Aduviri que interpreta el papel del indígena Daniel, un hombre clave en el film que sin embargo no logra transmitir toda la vena dramática que se exigía.
Escrito por Paul Laverty, marido de la directora, el guión tiene el acierto de intentar siempre transmitir una sensación ya sea dolor, rabia, ilusión ó tristeza. No entra en el sencillo juego de los malos y buenos; se limita a colocar reacciones de personas en momentos desesperados. Cada uno lucha por sus intereses y por los de su gente, ya sea el pueblo boliviano o el equipo de rodaje. El choque entre caracteres es evidente y fomenta el buen desarrollo del film.
Icíar Bollaín sigue plasmando sencillez en sus trabajos. No busca planos extraños, movimientos de cámara innovadores ni planos secuencia sorprendentes; se limita a poner el ojo donde reclama la escena y ése es el gran valor y virtud de la directora, actriz y guionista madrileña. Su dirección, como siempre, es prácticamente perfecta aunque las escenas de la conquista de América se hagan algo pesadas e innecesarias.
Un estreno que merece su visionado por la frescura, profesionalidad e historia que presenta pero es una lástima que no llegue a las cotas que se esperaban para llegar a ser la gran película que podía haber sido.
José Daniel Díaz
Uno de los motivos por los que Cinedania cogió la mochila y se desplazó a Valladolid fue poder disfrutar antes que nadie de la última película de Icíar, para mí una de las mejores directoras del panorama español. Allí se encontraba todo el equipo para promocionar un film que había generado grandes expectativas por el equipo actoral, el guión y el espaldarazo que supone seleccionarla para representar a España en los Oscar.
Hay que admitir que como película es muy distinta a lo que nos muestra habitualmente el cine patrio. Por una vez no utilizamos la Guerra Civil para contar atrocidades históricas sino que, con la excusa de enseñar el rodaje de una película sobre Colon, la trama se desplaza a Bolivia en un momento de gran tensión social como fue la Guerra del Agua del año 2000.
La película está llena de luces y sombras. La revolución popular y su repercusión es realmente interesante mientras que las escenas relacionadas con el supuesto rodaje son soporíferas, papeles como el del atormentado Karra Elejalde ó el productor Luis Tosar son dignos de destacar mientras que el de Raúl Arévalo ó el de Carlos Santos son totalmente innecesarios. Mención especial tiene Juan Carlos Aduviri que interpreta el papel del indígena Daniel, un hombre clave en el film que sin embargo no logra transmitir toda la vena dramática que se exigía.
Escrito por Paul Laverty, marido de la directora, el guión tiene el acierto de intentar siempre transmitir una sensación ya sea dolor, rabia, ilusión ó tristeza. No entra en el sencillo juego de los malos y buenos; se limita a colocar reacciones de personas en momentos desesperados. Cada uno lucha por sus intereses y por los de su gente, ya sea el pueblo boliviano o el equipo de rodaje. El choque entre caracteres es evidente y fomenta el buen desarrollo del film.
Icíar Bollaín sigue plasmando sencillez en sus trabajos. No busca planos extraños, movimientos de cámara innovadores ni planos secuencia sorprendentes; se limita a poner el ojo donde reclama la escena y ése es el gran valor y virtud de la directora, actriz y guionista madrileña. Su dirección, como siempre, es prácticamente perfecta aunque las escenas de la conquista de América se hagan algo pesadas e innecesarias.
Un estreno que merece su visionado por la frescura, profesionalidad e historia que presenta pero es una lástima que no llegue a las cotas que se esperaban para llegar a ser la gran película que podía haber sido.
José Daniel Díaz
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