Revista Cultura y Ocio

Crítica teatral de enseñanza libre y la gatita blanca

Por Orlando Tunnermann

ENSEÑANZA LIBRE Y LA GATITA BLANCATEATRO DE LA ZARZUELAC/JOVELLANOS 4VERSIÓN LIBRE DE ENRIQUE VIANA.
(Fascinante, Rocambolesca y laudable, un trabajo encomiable de todo el elenco)
CRÍTICA TEATRAL DE ENSEÑANZA LIBRE Y LA GATITA BLANCA
Motivado por la idolatría que destilo a raudales en la persona de la polifacética y prácticamente perfecta Roko, asisto a la función "Enseñanza libre y la gatita blanca" en el teatro de la Zarzuela. El teatro en sí es una maravilla palaciega con tinturas de barroco pomposo, palcos dorados y mucho ornamento, una araña en el techo que rutila (brilla) como si en su interior albergase un corazón de diamantes. He cogido un buen sitio en la segunda fila para no perder detalle de esta zarzuela atípica que rezuma por los cuatro costados extravagancia "kafkiana"; un producto psicodélico que pareciera gestado a partes iguales por David Lynch, Eugenio Salvador Dalí y Pedro Almodóvar en aquella época ochentera de los olvidados Kaka de luxe, Parálisis permanente, Alaska y Los Pegamoides, Glutamato Yeye y los protagonistas inclasificables de la película "Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón".
La versión libre de Enrique Viana es un estallido de colorido fosforescente y brutal y vestimentas que uno podría imaginar en los personajes demenciales de "Alicia en el país de las maravillas". Una puesta en escena rocambolesca que se divorcia de los parámetros clásicos para convertirse en imaginación en estado puro y representaciones oníricas de carne y hueso. Un batallón de personajes va pululando por un escenario "alfombrado" de azul y cuyo paño, literalmente, es fagocitado por un sumidero en el suelo que lo aspira hasta sus entrañas. Desnudo y a la vista de todos queda el suelo "reflectante" que parece un espejo celestial, un lago de aguas cristalinas donde quedan atrapados los rostros y los cuerpos gráciles de los bailarines que corren, saltan y danzan con la elegancia de los cisnes. Este ardid visual tiene la capacidad de dejarme epatado (fascinado), me parece un recurso de lo más simple a la par que deslumbrante, me atrapa, me deja hechizada la transmutación del escenario.
La música no cesa mientras desembuchan los personajes despropósitos de lo más humorísticos. Humor ingenioso vestido de ropajes inclasificables, voces prodigiosas en las voces atipladas de sopranos, tenores, barítonos; un alarde instrumental en las gargantas de estos sublimes intérpretes. Se me antoja de lo más singular escuchar tamaña proeza sonora cuando mis ojos se posan sin remedio en sombreros rematados en las casas colgantes de Cuenca, trajes esperpénticos ornados con zapatos de tacón o con burbujas de Freixenet, o bailarines maravillosos que llevan prendidos a la espalda una lámpara de esas que sólo se ven en los salones de los palacios de verano de alguna familia de ilustrísimo abolengo.
Casi no puedo creerlo cuando en el escenario giratorio aparece un ratón del tamaño de un jabalí. Este número es de lo más divertido. Actores y actrices con un donaire espectacular y cantantes bendecidos con voces que no son de este mundo. Mencionar uno a uno las cualidades excelsas de todos los integrantes del elenco se me antoja casi "impracticable", bailarines, cantantes, actores, todos ellos son dignos de loas interminables que convertirían mi crítica en una novela de ditirambos (elogios). No logro apenas hallar fisuras ni vaivenes, ondulaciones ni achaques de ningún tipo en esta zarzuela ingeniosa y valiente. La función es surrealista, sin duda, pero hay que demostrar gran coraje y amor a la profesión para saltar al vacío de esta guisa; por ello solo caben los aplausos cuando tamaña osadía se torna en excelencia. La zarzuela está escindida en dos partes diferenciadas. En la primera se concatenan números muy divertidos que bucean y navegan en los mares de la semántica, la enseñanza, la educación y corrección del lenguaje. A continuación llega Roko de mis amores, "la gatita blanca", una mujer pequeñita que convierte cada ademán en algo grandioso y excelso. Sus imitaciones, su modo de cantar e interpretar rozan lo sublime; Roko lo hace todo bien y sólo poniéndome yo muy pero que muy quisquilloso logro encontrar un área donde su esencia divina queda menoscabada levemente. Roko lo hace todo bien, pero muy bien, cierto es. Pero no menos cierto es que pese a sus increíbles dotes para cantar, su registro tonal no es el de una soprano, no es su técnica la de una depurada representante del género lírico por antonomasia. Roko defiende su rol de manera sobresaliente, sin duda, pero le falta ese grado de inefabilidad que sólo logran en estos lares para privilegiados unos pocos bendecidos, que además llevan media vida ejercitando esos registros casi imposibles.
Roko de mis amores, bendita tú seas entre todas las mujeres y para acabar, un abrazo virtual al magistral elenco de esta zarzuela imprescindible, maravillosa y tan entretenida.

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