A Heath Ledger. Sobre el recuerdo.
La historia de cómo se logró concebir la última película de Terry Gilliam es fascinante y emotiva. Todo tenía un rumbo y una idea definida, hasta la lamentable muerte de Heath Ledger el 22 de enero del 2008, incluso medio año antes de que se estrene la película que lograría darle todos los honores que injustamente no se le había dado por su comprometido papel en Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005). Por desgracia, nunca se volvería a superar el papel del Joker que hizo en The Dark Knight (Christopher Nolan, 2008), pero aún así el personaje que Ledger interpretó en sus últimos días de vida era crucial para la historia. Por eso, y por el mismo motivo que Nolan duda en hacer una tercera entrega de Batman, Gilliam suspendió la realización de The imaginarium... hasta un próximo aviso.
Finalmente, y luego de muchas idas y vuelta, el director británico decidió que la mejor manera de homenajear al actor era continuar con la historia, por lo que se finalizó con el proyecto. El resultado fue una película con un alto grado de imaginación, odas al surrealismo, y un homenaje al recordado 'corazón de caballero' que corona la cinta diciendo, en vez de "Un film de Terry Gilliam", "Un film de Heath Ledger y sus amigos".
La historia es difícil de seguir durante los primeros minutos. Empieza lenta, pero una vez que todas las piezas están en su lugar (y eso pasa recién cuando Ledger aparece en escena colgando de un puente y posteriormente sabemos la historia del Dr. Parnassus), se comienza a vivir en armonía con un guión espectacular y un despliegue de efectos especiales que nos hacen sentir dentro de un mundo lejano, donde nuestra imaginación no tiene límites distintos a nuestras propias limitaciones como seres humanos. Y ese es el tema que trata Gilliam en su nuevo opus: la codicia, el materialismo, la desconfianza, la identidad y los viajeros errantes de un mundo que cada día se vuelve más propenso a abandonar los confines de la mente y el corazón con tal de no apartarse del sistema.
En una Inglaterra moderna (respetando la estética), la película se va abriendo camino hacia una profundidad filosófica poco palpable, pero muy enriquecedora si se tiene en cuenta el contexto en el que se llevó a cabo el filme. Y ahi es donde más importancia recae en las oportunas e importantes actuaciones de Johnny Depp (quien, a mí gusto, participa en la mejor escena), Jude Law y Colin Farrell. A cada uno de los tres les toca algo esencial en un personaje de Ledger que, lejos de ser el mejor del último ganador del Oscar a mejor actor de reparto, sorprende gracias a un monumental trabajo de edición sobre dos tramas distintas encarnadas por actores diferentes en tiempos diferentes.
Depp es el que recuerda a Ledger. Lo trae al filme aún cuando después con el "bualá" lo tendremos de vuelta con su talento, aunque sea unos minutos más. Lo cita, lo homenajea, lo hace estar presente envuelto en su propia cara. La escena de Depp habla de la muerte, y como ésta nunca podrá vencer a la inmortalidad de los que, gracias al corazón, la mente y la memoria, se quedan para siempre en el mundo.
Law es quien desenmascara al personaje de Ledger. Lo ayuda a terminar un papel que por su partida no pudo demembrar del todo. Y a Farrell le toca darle el toque final a un papel que (disculpen mi ignorancia si estoy equivocado) quizás por primera vez haya sido tan multitudinario. Una joya invaluable.
Christopher Plummer actúa muy bien haciendo del Dr. Parnassus, quien lidia con el demonio (¡Tom Waits!) por culpa de sus vicios y su ambición. La atractiva Lily Cole no estará en una gran actuación, pero le da algo de lujuria a una historia demasiado visual para tanta profundidad narrativa, que por supuesto -y valga la redundancia- se apoya en las imágenes, como sólo el mejor cine puede hacer en estos días de escaza producción de emociones que nos trae el 7mo arte.
Un film que los invito a ver, no sólo para atraparse con una interesantísima trama, sino también para recordar a un gran actor como lo fue Ledger. Podrá ser algo simple en cuanto a su definición global, pero si nos tomamos el trabajo de apreciarla por su grado emotivo, este es uno de los indispensables del 2009. Un tratado sobre la imaginación, la memoria, y la muerte. Y la mejor de las frases sale de la boca de Depp, quien en dicha línea pareciera hablar directamente con su desaparecido camarada: "Que renazcas. Y, recuerda, nada supera a esto. Ni siquiera la muerte."