Los mensajeros, la viuda y la guerra
Que difícil parece ser hoy en día encontrarse con un guión potente y original al mismo tiempo, que no decaiga en el ritmo y sea llevado a la pantalla sin perder la esencia. Y como autor puedo afirmar que también es difícil hacer algo así en los tiempos que corren, donde pocas cosas externas inspiran y hay tanto por hacer.
Sin embargo, el 2009 nos dejó ver uno de los grandes guiones de sus doce hijos de la mano de Oren Moverman, que contó con un reparto de la hostia para encarnar una historia potente, original, con ritmo y con esencia de cine del bueno (buena fotografía, montaje consistente, y tecnisismos poco reprochables). Señoras y señores, Woody Harrelson en uno de los papeles de su vida, Ben Foster empezando el que seguramente será un largo camino al palmarés de la excelencia, y Samantha Morton conmoviendo de manera contundente en The messenger.
Cuando un soldado de la armada estadounidense está a pocos días de enlistarse, desde arriba le ordenan que forme parte del cuerpo de notificación de los caídos, misión que lo lleva a entender la vida de otra forma, así como también encontrar en la viuda de uno de sus compañeros el amor de su vida.
La dupla conformada por Harrelson y Foster (perdón si peco de nacionalista según la mirada de algunos), sólo fue superada por Darín y Francella en lo que a performances grupales del 2009 respecta. Cada escena juntos corta la circulación, la respiración y hace a uno abrir bien grande los ojos y parar los oídos para que no se escape ningún detalle de la trama tan atrapante que nos brinda Moverman. Si bien se hace larga faltando poco para el final (que ante lo que le precede, sabe a poco), este drama -digamos- bélico tiene como mejor mérito la crudeza del relato: toda una crítica al sevicio militar estadounidense (véase la escena en el shopping), junto con sus paradigmas, filosofía y dilema, algo que -salvando las distancias en cuanto a género- lo pone por encima de la belicosa The hurt locker en cuanto a ideología. Mientras lo último de Bigelow no iza la bandera ni se tira por algún partido político, pero defiende con uñas y dientes la guerra y su porvenir, The messenger la observa y analiza desde un plano austero pero mucho más calmo, haciéndose potente con un guión que no deja cabos sueltos en cuanto a su rumbo, algo que se le puede reprochar a obras de su misma categoría.
Esta cinta invita a la reflexión escondida bajo escenas que cuentan con imágenes que hablan por sí solas, como las de los bares o el casamiento. Se destaca una de las últimas escenas, en la que Harrelson se lleva todos los aplausos por su expresión tan emotiva y su catársis sacada de los libros aristotélicos. También el plano secuencia de 10 minutos en la cocina, en el único indicio de romanticismo 'onanísmico' cuasi melodramático que mancha el producto. El resto, sólo para apreciar.