Revista Cine
La segunda película de Stephane Robelin, ¿Y si vivimos todos juntos?, apunta directamente a la situación de nuestros mayores. El abandono que sufren y las inevitables consecuencias que trae la edad avanzada, constituyen un problema de nuestro tiempo que parece difícil de resolver. El director francés plantea una solución: Convivir todos los ancianos juntos ayudándose unos a otros. Su propuesta, desde un lado fundamentalmente cómico, funciona en la gran pantalla gracias a unas magníficas interpretaciones y un guión que huye de dramatismos.
Últimamente nos hemos acostumbrado a vivir en el cine la situación de las personas mayores desde un punto de vista horrible, aterrador, tan dura como la propia realidad. La maravillosa "Arrugas" ó la recién ganadora de la Palma de Oro en Cannes, "Amour", avisan de las dificultades que trae llegar a ciertas edades. El abandono, sin duda, es el tema principal en todas las historias. Mejor dicho, la sensación de abandono. Parecen lo mismo pero no lo es, porque no siempre ese abandono es real.
Cuidar a nuestros parientes más mayores muchas veces no significa visitarlos a menudo ó estar continuamente pendiente de sus acciones. Cuidar significa mantenerles la sensación de ser útiles. Las personas mayores necesitan sentirse independientes pero, sobre todo, necesarios; no ser un lastre para su familia o amigos. En esta película se acierta de pleno en el mensaje. A través de una pequeña comuna donde todos conviven, logran sentirse útiles para con los otros. Eso les da vitalidad y, a la vez, mucha seguridad.
Dos parejas y un amigo muy dandy forman esta pequeña comunidad. Todos se quieren, tienen secretos, pero sobre todo se sienten libres. Viven con naturalidad los problemas de cada uno. Annie (Geraldine Chaplin) es una gruñona de buen corazón casada con Jean (Guy Bedos), un antiguo revolucionario contrario a renunciar a sus principios. Jeanne (Jane Fonda) es una mujer cuya pasión canaliza en un amor casi platónico con Albert (Pierre Richard), un hombre aquejado por un principio de Alzheimer. Y finalmente está el apasionado Claude (Claude Rich), maduro con problemas cardíacos que ve peligrar sus virtudes masculinas.
A todos ellos les acompaña un joven estudiante (Daniel Bruhl) que se saca un dinerillo sacando al perro de Albert y que se gana una bonita amistad con Jeanne.
El reparto en su totalidad está magnífico. Gracias a unos personajes llenos de vida, creados con solvencia por el director, la labor actoral deslumbra con luz propia. Actores de larga trayectoria profesional que se complementan de una manera muy solidaria. La comunidad que transmite el guión salta de la gran pantalla para transmitirse directamente en el espectador.
Ser mayor también puede ser ilusión, amistad y valientes experiencias. Nada como compartir con amigos, nada como sentirlos cerca. ¿Y si vivimos todos juntos? es un canto a la amistad, a su inquebrantalidad pase lo que pase, a perdonar y ser perdonado. Y si todo esto se puede contar con una sonrisa, mejor que mejor.
José Daniel Díaz
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