Joseph Stiglitz es un conocido economista y profesor estadounidense que recibió el Premio Nobel de economía en 2001 por sus aportaciones a la teoría de la información asimétrica. Es conocido hasta el punto de ser en 2008 el economista más citado del mundo. Concentra sus críticas al Fondo Monetario Internacional en el libro El malestar en la globalización (2002).
Stiglitz asocia el concepto económico de incentivo al concepto político de responsabilidad. La responsabilidad como existencia de consecuencias por el cumplimiento o incumplimiento de unos objetivos susceptibles de evaluación objetiva y fiable. Apunta que es complicado esclarecer esta responsabilidad en organizaciones con multitud de objetivos, donde el fallo en uno de ellos puede ser justificado por el intento de cumplir cualquier otro. En ocasiones el fallo en un objetivo puede deberse a eventos externos. Además, la responsabilidad puede ser difusa cuando se diseña un comportamiento burocrático que limite la responsabilidad individual.
El Fondo Monetario Internacional es una institución internacional de crédito que surge de los acuerdos firmados en Bretton Woods. Fue creado después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Los gastos bélicos sacaron la economía global de la Gran Depresión, pero cuando terminó la guerra se temía que las economías volvieran a deprimirse. Según Stiglitz, Keynes sostuvo acertadamente que la cura para las recesiones era la expansión fiscal. El FMI tendría las funciones de: i) proveer de dinero a aquellas economías en recesión para posibilitar las políticas expansionarías ii) presionar a los países para evitar que trataran de proteger su demanda interna restringiendo las importaciones.
En contraste con estos objetivos, las condiciones planteadas por el FMI en la crisis financiera del Este de Asia obligaban a los países a adoptar políticas contractivas, tanto monetarias como fiscales. Estas medidas no cumplieron con el objetivo de estabilizar el Este Asiático pero, ¿era este el objetivo? Un objetivo anunciado era preservar la estabilidad global o, en otras palabras, prevenir el contagio. Otro de los objetivos era asegurar el cobro por parte de los acreedores. Por otro lado, el Fondo Monetario Internacional comenzó en esa época a centrar sus esfuerzos en la liberalización del mercado de capitales, aun cuando está extensamente reconocido que “la liberalización del mercado de capitales ha contribuido a la inestabilidad económica global. Ayuda a explicar por qué las crisis han sido más frecuentes y profundas en el último cuarto de siglo”1. ¿Cuál podría ser el incentivo? La apertura de los mercados de capitales puede interesar a los círculos financieros en los países desarrollados, porque mejora sus posibilidades de negocio.
La multiplicidad de objetivos puede derivar en el problema de confundir medios y fines. Algo funciona mal cuando se presta poca atención a si los medios de verdad facilitan la consecución del fin. La privatización, concebida como un medio, debía servir al fin del crecimiento económico. Los préstamos realizados por el FMI llevaban consigo condiciones de privatización, y se alentaba a acelerar lo más posible este proceso. Sin embargo, aquellos países que ralentizaron el proceso de privatización -Hungría, Polonia y Eslovenia- han salido mejor parados. No obstante, cuando se recetó este afán privatizatorio ya se sabía que la infraestructura institucional debía ser tenida en cuenta. Lejos de admitir algún error, el FMI juzgó como exitosas sus intervenciones aún a pesar de la evolución de las tasas de desempleo y la caída de los salarios reales. Solo Tailandia ha recuperado los niveles de desempleo previos a la crisis. En el segundo gráfico se refleja el PIB de Indonesia, que veía reducido su PIB en más de un 15% mientras se anunciaba lo acertado de las medidas. Indonesia no recuperó los niveles de PIB previos a la crisis hasta 2002.
De nuevo, ¿a qué se refería el FMI con ‘exitosas’? Es cierto que los tipos de cambio se habían estabilizado, pero los objetivos que propugnaba Keynes -estabilizar el PIB y evitar el desempleo- eran un completo fracaso. Con respecto al otro objetivo mencionado con anterioridad, el cobro de los acreedores, los logros fueron limitados. Si bien se evitó una declaración unilateral de suspensión de pagos, de facto los acreedores no estaban recibiendo su dinero. En 1997 más de la mitad de los préstamos en Tailandia no habían sido devueltos.
En otros casos, la complejidad de los fenómenos económicos posibilita que el FMI se anote el punto cuando la fuente de la recuperación está en otro sitio. Stiglitz explica el ejemplo de México, un caso que el FMI siempre ha reclamado como un éxito cuya recuperación vino dada por su programa de rescate. No obstante, el análisis de la economía mexicana permitió a Stiglitz y otros autores entrever una explicación subyacente. El tipo de cambio se había devaluado y en los Estados Unidos se expandía la actividad económica. Además, la firma del Acuerdo Norteamericano de Libre Comercio facilitó aún más la recuperación mexicana gracias a las exportaciones. Stiglitz tiene también dudas en cuanto a la contribución de las medidas del FMI en la estabilización del tipo de cambio y salida de la crisis en el Este Asiático. Estos casos demuestran la dificultad de evaluar el cumplimiento de los objetivos en una organización como el Fondo Monetario Internacional. Si se añaden la multiplicidad de objetivos ya mencionada y la dificultad de concretar una responsabilidad individual, resulta que las posibilidades de exigir responsabilidad son ilusorias. El propio Stiglitz propone dos reformas para mejorar en esta línea, que serán expuestas en el próximo artículo.
1. Stiglitz, J. E., Democratizing the International Monetary Fund and the World Bank: Governance and Accountability.