El amor ha llenado durante muchas décadas incontables horas de celuloide. La historia de amor entre dos jóvenes que, pese a las adversidades, consiguen triunfar y terminar en un final feliz.
Pero alguien nos enseñó que el amor no es sólo cosa de jóvenes.
Los puentes de Madison
Año: 1995
Director: Clint Eastwood
Reparto: Clint Eastwood, Meryl Streep,
Duración: 135 minutos
Productor: Warner Bros
Dos nombres, un destino
Clint Eastwood siempre ha sido catalogado como “el tipo más duro”, y durante los últimos años también ha recibido el apelativo de “el último director clásico”. Sus más recientes películas, especialmente las que ha protagonizado, han demostrado que el cine puede contar nuevas historias sin perder el estilo viejo. Historias en las que un grande, un tipo duro, en épocas pasadas, da un último gran golpe de efecto, siendo totalmente consciente que este mundo moderno ya no le pertenece a él, sino a las nuevas generaciones. (Sin embargo, y a título personal, debo decir que el cine de Eastwood es muy necesario hoy día).
Por otro lado, tenemos a otra grande del cine: Meryl Streep, más conocida recientemente por haber interpretado a la Primer Ministro Británica de los años ochenta: Margaret Thatcher. Una mujer que ha sabido adaptarse a los tiempos durante sus casi 35 años de carrera, y dar de si misma lo que podía y más.
Sólo estos dos actores, en 1995, podían dar vida a los protagonistas de la cinta.
Vida sencilla, vida soñada
Basado en una novela de Robert James Walle, de la que el mismo autor asegura que hay similitudes con su persona, narra la historia de Francesca Johnson, una ama de casa cuarentona que en 1967, vive con su marido y sus dos hijos en una granja de Iowa, en un condado muy pequeño donde todo el mundo se conoce. Un día, su familia se marcha a la feria del condado y ella se queda sola en casa durante cuatro días. Y justo el primer día coincide con la llegada al pueblo de un reportero del National Geographic llamado Robert Kincaid.
Robert y Francesca manteniendo una agradable charla nocturna, de esas que desearían que no terminaran jamás.
En muy poco tiempo, ambos sienten una extraña atracción el uno del otro: Kincaid es un viajero filántropo al que le gusta ver mundo, apasionado de la fotografía y muy independiente. Ella es una humilde ama de casa que abandonó su Italia natal para formar una vida con su marido, al que conoció durante la Segunda Guerra Mundial, dejando atrás todos sus sueños, ilusiones y aspiraciones por una vida más monótona y relajada. Cada uno de ellos tiene lo que el otro anhela.
Amor sin ñoñerías
Aunque las apariencias engañan y no se trata del típico romance pasteloso y meloso, sino de algo más maduro e inteligente, pero a la vez tiene algo de adolescente. Quizás es el hecho del renacer de esa sensación que desapareció hace ya mucho tiempo, cuando las mariposas han dejado paso a la costumbre y los momentos especiales han quedado relegados a las ocasiones especiales.
Si una cosa nos enseña esta película, es que el amor no conoce edades, y nunca se es demasiado viejo para enamorarse. Y las circunstancias tampoco importan mucho para que la chispa se desate. Sólo han de encontrarse dos mundos totalmente diferentes que se atraigan el uno al otro, unos sueños frustrados que nunca se cumplieron. Pero lo más importante, como dice la película, es que mejor haber tenidos esos sueños, aunque sean viejos.
¿Sabías que antes de caer el proyecto en manos de Clint Eastwood, se intentó contar con Robert Redford para el papel protagonista?
James Ruthven
Cinéfilo en extremos. Estudiante de traducción. Una vez ví un dirigible. Me convirtieron en grillo. Y mejoré...