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Críticas exprés: María Moliner / La fiesta / Quijote. Femenino. Plural / Celestina / Numancia

Publicado el 24 abril 2016 por Universo De A @UniversodeA

¿Crece el poder y la influencia de Universo de A?, lo cierto e innegable es que en las estadísticas me suelen dar búsquedas muy concretas que está claro que no han hecho personas cualquiera… por otra parte, ha sido alabar y criticar determinadas cosas, para que se hayan acabado haciendo (ya ves, el Teatro de la Zarzuela, que con la nueva dirección había abandonado las exposiciones y la decoración, las ha recuperado para su nueva producción; y la Compañía nacional de teatro clásico, que jamás hacía exposiciones, ahora ha hecho una… y así otros tantos ejemplos)… puede que todo sea casualidad, pero me gusta, me divierte creer que con este blog pongo un grano de arena en la mejora de la experiencia teatral y que mis palabras llegan a dónde tienen que llegar, que desde luego es al potencial público en primer lugar, pero tampoco está mal que alcancen esas alturas insondables de los despachos de directivos, lugar dónde uno no debe estancarse, ni conformarse, si quiere hacer un buen trabajo y mejorar.

Por otra parte, en cuanto a las exposiciones que están organizando las distintas instituciones teatrales, mucho me temo que sólo el Teatro Español puede figurar, de momento, en mi artículo recopilatorio en el que analizo todas las exposiciones que visito en Madrid (como así hace, en este momento por cierto, hay una de pintura que es una preciosidad), puesto que es la única que está realmente abierta al público, de entrada libre y gratuita; las otras, tanto la del Teatro de la Zarzuela, como la del Teatro de la comedia, exigen haber comprado entrada para algún espectáculo, por lo que se comentan en este mismo artículo junto a las críticas correspondientes. La verdad es que el Teatro Español está gestionando muy bien el tema cultural y muchas de las cuestiones complementarias a la escena (aunque no siempre consiga un buen resultado, al menos lo intenta… sin mencionar que todas sus actividades siempre son abiertas a todo el mundo y gratis), realmente puede convertirse en la gran institución cultural teatral por excelencia.

Sin mencionar que los teatros municipales son también los que más facilitan conseguir imágenes de las obras, tanto las webs del Teatro de la Zarzuela (que no tiene ni una imagen) como la de la Compañía nacional de teatro clásico (que funciona fatal y es lenta), no ponen nada fácil el ver nada de la obra o usar imágenes para publicarlas; y es que de nada sirve tener una web si no está bien gestionada.

También destacar de los municipales el hecho de que siempre tengan esos folletos de promoción, que ahora incluyen toda la información de la obra (horarios y cosas así), lo cual es genial porque te permite conservarlos para acordarte de que tienes que ir, y en ellos tienes todo lo que es necesario saber a mano. Como además han publicado la programación anual, pues su labor de promoción es absolutamente perfecto, no hay que negarlo.

Críticas exprés: María Moliner / La fiesta / Quijote. Femenino. Plural / Celestina / Numancia

Tarde llego para la publicación de esta crítica… pero, aún a pesar de que es cierto que yo siempre voy con retraso, era casi imposible que lo consiguiera a tiempo, como podréis leer unos párrafos más abajo.

Muy apenado estaba yo porque el Teatro de la Zarzuela encargase una ópera, y no una zarzuela, como sería lo correspondiente en su caso y para su función pública… aunque muy desgraciadamente, hemos de decir que el género está muerto en la actualidad, no porque no se siga representando o gustando, que probablemente siempre lo seguirá haciendo en Madrid (pues se ha convertido en un símbolo identitario), sino porque nadie las compone ya, nunca surgen zarzuelas nuevas… y aunque yo he sabido de algún proyecto que se intentó poner en marcha, lo cierto es que al final no fue apoyado oficialmente (y total, para preferir los directivos otras cosas mucho más vulgares), y las altas personalidades negaron su poder para que la cosa saliese adelante… es el gran problema que ya he comentado muchas veces, el obstáculo para el buen desarrollo del arte y su florecimiento, no necesariamente son los “artistos”, sino las personas que confían en ellos y que no permiten que el auténtico arte se desarrolle; tal vez, eso se debe a que la visión de ambos es mediocre y necesariamente deben coincidir; y porque, a la hora de la verdad, no es suficiente con ser un genio, también tiene que haber alguien que reconozca la genialidad, sino, de nada sirve (como reflexionaba hace poco en otra crítica).

Pero vamos a volver al tema que me voy por las ramas como siempre… la verdad es que estaba sumamente interesado en ver esta ópera sobre María Moliner porque quería profundizar en este personaje histórico, cierto que la temática no es superoriginal pues ya se ha tratado anteriormente incluso en teatro, pero es la típica historia que a todos nos gusta pues es un poco del estilo Cenicienta o quizás, para tener un símil hispano más aproximado, tipo Quijote, es decir: persona que tiene un objetivo aparentemente imposible, se enfrenta contra todo y contra todos para conseguirlo, y triunfa al final. Y eso es lo que hizo María Moliner, una obra monumental, que aún es de referencia hoy día, que puso en jaque a las más altas instituciones y personalidades del momento; y a ello hay que añadirle que además es mujer, lo que le crea un atractivo especial, pues hace el personaje más complejo con esa combinación de fortalezas y debilidades.

Sí, no hay duda de que ya sólo el personaje histórico merece ser recordado; y aunque su vida no me parece para tanto como para hacer una ópera (no es tan desmesuradamente trágica o de gran épica), su historia desde luego merece ser contada, como un auténtico ejemplo de constancia, superación personal, y fe en uno mismo… y para que negarlo, de esperanza. Supongo que por eso me atraía tantísimo acudir a verla.

Y no fue nada fácil, siempre está claro en este teatro cuando no tienen confianza en un montaje (recordémos “Juan José”, y eso que tenían la garantía Sorozábal), porque hacen poquísimas representaciones; así, esta ópera, a pesar de ser un estreno absoluto, sólo tuvo cinco representaciones; y yo pregunto, ¿eso es lógico y rentable?, ¿para que encargas un producto como este si no piensas mantenerlo un tiempo suficiente y respetable?, en mi opinión no tiene sentido, y más cuando está claro que se gasta una fortuna en publicidad (por todo el metro, las calles… etc); la verdad es que yo no veo normal que se programe tan pocos días un estreno absoluto (bueno, ni ninguna otra cosa, a menos que sea una versión en concierto), porque es que no compensa ni a la gente le da tiempo a ir… excepto los más interesados que estamos pendientes, el resto de la gente se la pierde seguro, porque no hay tiempo material para darse cuenta de que tal oferta cultural existe, es que no lo hay (en apenas dos semanas ya estaba fuera de cartel). Dime tú si eso es lógico, normal, y una forma lógica de programar en un teatro; antes que hacerlo así, sería mejor que no se hiciera, porque no tiene ningún sentido hacer las cosas de este modo; si no se confía en un producto pues no se hace y punto, ¿o por qué lo han programado?, ¿para decir que hacen estrenos absolutos?, ¡venga, por favor, menuda tontería y forma de tirar el dinero!.

Y tampoco se puede argumentar que sea por falta de interés del público (y no es la primera vez que comento todas estas cosas en esta misma temporada), pues este teatro tiene gente muy fiel, y a la representación que yo fui, el teatro estaba casi al completo, como casi siempre (por más que fuera una ópera contemporánea); ciertamente, no puedo dejar de decir, que hubo varias deserciones a lo largo de la representación, especialmente en el descanso; y si bien, no afirmaría que la ópera entusiasmase al conservador público de este teatro, sí diría que les pareció aceptable y que muy pocos salieron diciendo que no les había gustado nada de nada. Vamos a entendernos todos aquí, no estoy diciendo que ahora deban de ponerse a hacer experimentos artísticos desde la dirección porque perderían a todos los asistentes inmediatamente (que esto no es el Teatro Real, aquí la gente no viene sólo por aparentar… bueno, no todos), pero sí creo que deberían confiar algo más en la benevolencia y capacidad crítica del público, porque yo, este teatro, vacío, vacío, lo que es completamente vacío, no lo he visto casi nunca (que es mucho más de lo que otros pueden decir), y llevo muchos años yendo.

Pero dejando de lado estos comentarios sobre el modo de programar de esta institución, que muy probablemente tenga más que ver con el anterior director que con el nuevo; lo cierto es que sí he de hablar de notorias mejorías desde mi última visita.

Para empezar, la dirección ha decidido preguntar al público acerca de su satisfacción con el teatro y su funcionamiento, cosa que apruebo enormemente… yo no he rellenado la encuesta, porque ya escribo este blog y tienen aquí mi opinión con pelos y señales.

Y me alegra mucho decir, y les congratulo por ello, que han recuperado las decoraciones especiales y las exposiciones relacionadas con la obra a representar. En este caso, se ha creado una majestuosa entrada en el vestíbulo con la cronología de María Moliner, y según entras en el foyer, te encuentras con decenas de palabras colgadas con los colores de su diccionario… ¡maravilloso!, me ha encantado, toda una manera de introducirse en la ópera. Todo ello se complementa excelentemente con una interesante exposición que está en el lugar habitual, el ambigú, que despertó el interés de todos los que pasamos por allí (formando parte de ella había un vídeo, pero con los grandes defectos de que ni estaba subtitulado -con lo cual era muy difícil de oír en un espacio especialmente ruidoso, y los más interesados teníamos que pegarnos a los altavoces- y que era demasiado largo como para poder verlo entero -la verdad es que para este caso, no debería de durar más de 15 minutos, pues la gente no puede usar su tiempo libremente en esta exposición-).

La atención al público, es tan excelente y familiar como siempre; excepto en las taquillas, dónde su torpeza fácilmente te impide coger buenas butacas; pero estoy encantado tanto con la mujer del guardarropa, que es un prodigio de eficiencia, eficacia y rapidez (si tuvieran a una como ella en el Real no necesitarían a dos que no dan hecho aunque sólo haya tres números, y que tienen que volver a por cada prenda dos veces), y muy especialmente con los acomodadores del centro de platea, unas personas encantadoras con las que da gusto encontrarse cada vez que uno pisa este teatro.

Lamentablemente, el programa de mano sigue siendo un absoluto e infame desastre, no me extraña que luego la gente lo deje tirado por en medio de las butacas, todo el mundo piensa que es una porquería. A ver si volvemos a los buenos de varias páginas, esos que la gente conserva… pero tengo esperanzas, pues ya han mejorado en varias cosas, con suerte, también mejorarán en esta que es especialmente importante y que mucha gente echa de menos.

En definitiva, el Teatro de la Zarzuela tiene muchas posibilidades de conseguir que la experiencia teatral sea absolutamente perfecta, y si afina un poco más determinadas cuestiones, no albergo la más mínima duda de que lo conseguirá.

-María Moliner: aceptable, incluso notable estreno de esta autocalificada “ópera documental”, ¿que qué género es ese?, pues uno que se han creído sus autores que se han inventado para llamar la atención, y porque se creen muy originales, innovadores y rupturistas (para qué mentir).

El libreto de Lucía Vilanova tiene las habituales y vistísimas pretensiones vanguardistas con las que se nos aburre tanto en los últimos tiempos, es decir, prescinde totalmente de la narrativa clásica y se lanza a contar la historia por escenas, pretendiendo que la suma del todo sea mejor que la suma de las partes; y qué decir, esto nunca ha dado mejor resultado que lo clásico (que para eso se experimentó durante siglos) y nunca lo dará, hay que saber que rupturismos se pueden utilizar y resultan prácticos, y cuales no, así de simple. En realidad, en todos los aspectos, el libreto es muy poco original, tanto en su estructura, como en la elección de las escenas, e incluso en los diálogos. No diré que sea un completo desastre, tiene buenos momentos y detalles (entre otras cosas, tiene la habilidad de no llegar a caer del todo en la politización y sectarización tan habitual y que tan aburridos nos tiene), y hasta cierto punto, consigue reflejar bien la figura de Moliner, pero da la impresión de que el propio libreto le está poniendo zancadillas continuamente a la historia que quiere narrar. Con toda probabilidad, todo ello tiene mucho que ver con el escaso talento de Vilanova como contadora de historias. En cualquier caso, quizás, una de las peores cosas que se puede decir del texto es que no te irás sabiendo más de María Moliner ni te aportará nada nuevo sobre ella.

En cuanto a la música de Antoni Parera Fons, pues es la típica de toda ópera contemporánea: minimalista y con marcadas atonalidades, todo lo cual, creo yo, ya va siendo buena hora de superar. No consigue reflejar casi nunca bien el mundo y al personaje de María Moliner y es incapaz de revivirla; ¿qué tiene algunos buenos momentos?, sin duda, ¿qué a veces, en alguna que otra escena -las más tensas-, encaja bien en la historia?, incuestionablemente; pero la mayoría del tiempo no pega, te da la impresión de que si hubiesen puesto música discotequera hubiese tenido el mismo efecto, pues la música que escuchas es una música egoísta, no respetuosa con lo que está tratando, que no se preocupa por investigar, profundizar en la época o el personaje, sino de puro encargo, da la impresión de que el compositor está diciendo siempre “a mí me dijeron que le pusiese música a un libreto y eso he hecho”, y se queda tan ancho. Y he de decir que la música fue, de lejos, lo que menos entusiasmó al público, pues era lo que no se dejaba de comentar.

En definitiva, en muchos aspectos, la obra en sí misma, se queda en algo mínimamente aceptable, incluso olvidable, que desde luego, no es en absoluto la gran obra que María Moliner merece, y que está claro, tendrá que seguir esperando.

Afortunadamente, en socorro de todo ello, aparece la magnífica dirección de escena de Paco Azorín, que está dispuesto a que ese estreno absoluto merezca tal título, y que sea algo realmente espectacular… y vaya si lo consigue; toda la puesta en escena está pensada para impresionar al público, consiguiéndose además un auténtico efecto de estéreo y de sonido envolvente como hacía mucho tiempo que no veía en un teatro, cosa que me dejó absolutamente entusiasmado; así, de las mejores cosas, es hacer que los narradores (y disfrazarlos de acomodadores) recorran todos los pisos cantando, de modo que llega un momento en que no sabes de dónde salen las voces, y estas te invaden por todos los lados, ¡magnífico!; aunque no sólo eso: los simbolismos que se usaron, los movimientos en escena, el uso de los decorados, la ampliación del escenario a todo el teatro… etc, y todo en general de la dirección de escena me ha parecido tan brillante que no puedo dejar de alabar su gran trabajo, sobre todo porque, y estoy convencido de ello, ese material original en otras manos, hubiese tenido un resultado bastante malo. En definitiva, realmente Azorín hace un trabajo absolutamente excelente.

Y si bien la escenografía es bastante pobre (típica de ópera contemporánea), cierto es que está muy bien aprovechada; no se puede decir lo mismo de un excelente trabajo de vestuario y maquillaje y peluquería… ¡me encantó!.

La dirección musical de Víctor Pablo Pérez es bastante efectiva, al igual que los cantantes, de los cuales, sólo me entusiasmaron las voces de los que hacían de acomodadores (otra cosa muy inteligente fue usar todas las tesituras vocales masculinas con ellos). En cuanto a María José Montiel, que hace el papel protagónico, y que parece haber sustituido a Milagros Martín como primera gran figura o diva de este teatro (pues a la segunda ya nunca se la ve desde hace años  -el cambio de dirección, está claro- y la primera no sale de allí, pues parece que está en todas las producciones); sin embargo, no parece que los espectadores hallamos ganado mucho con el cambio, pues Montiel ni tiene una voz espectacular ni es una gran actriz, en consecuencia, su resultado sólo puede ser regular en el mejor de los casos (eso sin mencionar que le hicieron un photoshop espectacular en el poster de la producción, ¡madre mía, si parece que tiene treinta años menos!), no digo que no pueda ser una secundaria efectiva, pero los papeles protagonistas le vienen, siempre, muy pero que muy grandes, y así lo ha demostrado.

En definitiva, el resultado de este estreno absoluto de la ópera de María Moliner ha sido bueno, pero nada más, tan aceptable como olvidable, interesante de ver pero no demasiado trascendental en última instancia… en realidad, a la producción la salvan, y convierten en una experiencia notable el acudir a verla, todas las cosas positivas que la rodean (y que ya he comentado), pero no la obra original en sí misma; y desde luego, y esto está más que claro, no le llega a la altura de la suela de los zapatos a la figura histórica de María Moliner, a ese nivel, el resultado es absolutamente insuficiente.

La Fiesta

Mucho me he alegrado de que la nueva sala de la Cineteca tenga futuro, especialmente porque “Dios K” me había resultado sumamente interesante, pero también mucho me temo que no están sabiendo aprovecharla ni rentabilizarla… formando parte de la Cineteca, pensé que las obras que aquí se representasen tendrían un mayor contenido de proyecciones y de temas relacionados con ese tipo de audiovisual, pero mucho me temo que sólo fue un vano espejismo y que estos montajes no aportarán nada nuevo al Matadero, ni debemos esperar ninguna cosa especial de esta sala. Ahora bien, vuelvo a formular la pregunta, ¿existe tanta demanda para tanta oferta?, porque luego más vale que no hablemos de números rojos y no nos extrañemos de las deudas que salen por todos los lados….

En cualquier caso, la atención al público es absolutamente perfecta y excelente.

El programa de mano era un horror y un desastre, la misma información que en internet y para. Espantoso.

-La fiesta: madre mía, que desastre, en apenas una hora, esta obra consigue: aburrir y que no nos la tomemos en serio. Imagínate la escena: los actores dándolo todo (por decir algo) esforzándose vanamente en hacer un drama, y el público carcajeándose, sin disimulo alguno, a mandíbula batiente. Sin duda alguna, eso es lo que se te queda de esta función.

Y es que hay veces, en las que un producto es tan malo, tan terriblemente pésimo, tan deleznable, que consigue darle la vuelta a su intención original y acaba teniendo otro resultado totalmente distinto, que, aunque eres consciente de que no ha sido intencionado, y en realidad supone un auténtico fracaso, al menos no es el fastidio completo que sería de esperar por el simple hecho de que, al menos, has conseguido verle el lado positivo al asunto.

En este caso, se pretende hacer una especie de obra dramática, incluso trágica, que reflexione sobre la familia en la actualidad… el resultado final, sin embargo, es una comedia espectacular, para empezar a reír y no parar en el resto de la función, porque todo es tan extremadamente ridículo, que es imposible tomárselo en serio. Mirémosle la ventaja, al menos sales riéndote y no muerto de asco.

El problema está en… todos los sitios, pero como hay que empezar por alguna parte, pues hablemos del texto de Spiro Scimonte, que versionó (quizá dejándolo incluso peor, por increíble que suene) Álvaro Vicente; y que se caracteriza por su falta de talento, así, coge un tema de rabiosa actualidad y de indudable interés como es la composición de la familia actual y el cómo han cambiado las formas de vida… y se las arregla para transformarlo en una obra infumable, en un texto ridículo, tópico y mal escrito a todos los niveles; todo está mal, desde una pésima estructura narrativa que no tiene ningún sentido, hasta unos diálogos que tratan de imitar las típicas “naturalidades” de productos como los del cine independiente (en plan de repetir una y otra vez una misma frase porque a un iluminado se le ocurrió la gran idea de que la gente se reitera mucho en las conversaciones reales… cosa que yo no he visto en mi vida); el texto al final da tanta vergüenza ajena que provoca risa, es tan extremadamente tonto, irrisorio y grotesco que no hay manera de tomárselo en serio.

A todo ello contribuye la dirección de Jorge Muñoz, que comete todos los errores habidos y por haber: un pésimo uso del sonido que siempre está distorsionado y cada vez que se usa te deja sordo; una concepción de la escena que, a pesar de tener al público rodeándola, no se ve bien desde ningún punto; unos movimientos de escena absolutamente evidentes y absurdos; una escenografía absurdamente reducida que hace que la interpretación de los actores sea aún más grotesca si cabe; una iluminación mal utilizada a todos los niveles… etc. En definitiva, fatal, yo hasta llegué a pensar que no había habido director de escena, porque para el trabajo que hizo, podía haberse quedado en su casa, y a lo mejor la obra hubiese salido algo mejor (sí claro, qué risa jajajaja).

En cuanto a los actores, pues unos esperpentos, a cada cual peor, pero debo destacar muy especialmente a Marta Betriu, que en los momentos más trágicos de su personaje logra una comicidad única a través de una sobreactuación espectacular, y es que todo lo hace mal: como habla, se mueve, dice las frases, el tono empleado… terrible, y muy divertido, para qué negarlo; toda una pena que hacer gracia no fuese el objetivo.

En fin, acabo esta crítica con uno de mis mordaces retratos de como es acudir a una de estas representaciones:

Repentinamente se ilumina todo y los altavoces han puesto a todo trapo un sonido muy desagradable… perfecto, ahora que el público está medio sordo y ciego, es el momento de que empiecen a apreciar la obra. Idea genial.

Salen los actores, peleándose por algo de sitio en un reducido escenario en el que apenas se pueden mover (lógicamente, a causa de esto, ya comienza la comicidad). Empiezan a soltar el texto, no te lo puedes creer, ¿qué chorradas están diciendo?, tratas de comprenderlo, abandonas, te aburres, eso no tiene ningún sentido, y la verdad, no estás por la labor de buscárselo.

Oyes a los actores decir cosas como las siguientes: “el niño tiene que conocer a la hija de las legumbres, tiene que ir a ver a la de las legumbres; la de las legumbres está intacta, está intacta la de las legumbres, las legumbres la de intacta está; está intacta, como yo, que fui al matrimonio intacta, por eso me gusta la hija de la de las legumbres, porque está intacta como yo cuando fui al matrimonio”, y te das cuenta de que no es una excepción, esas chorradas continuas son la regla.

Comienzas a observar al resto del público, todos ponen caras de estar aguantando la risa, cada vez más colorados, más hinchados… ya está, alguien estalla según le dan la más mínima oportunidad. Los actores siguen diciendo chorradas y haciendo estupideces como cambios de vestuario tontos y evidentes que no se harían ni en una función escolar. Comienza a haber un murmullo de risitas, cada vez es más contagioso, hasta que la obra alcanza tales puntos de ridículo que la gente ya ni se molesta en disimular, las carcajadas estallan entre todo el público y los espectadores ya no pueden parar de reír y reír, todo es demasiado irrisorio, no hay forma de tomarse eso en serio.

Entre risotada y risotada, ya con lágrimas en los ojos y el estómago dolido de tanto reír, ves a los actores, sientes compasión por ellos porque los ves intentando hacer un drama y fracasando estrepitosamente, así que, como te dan pena, tratas de comportarte… pero no hay manera porque ya acaban de volver a mencionar a la de las legumbres o soltar otra perla parecida, si es que no están muy ocupados poniendo una pose rara de circunstancia tremenda en plan “¡Dios mío, que tragedia estoy viviendo!”.

Así, entre altavoces a todo volumen, frases cursis y absurdas y cierto aburrimiento que nubla lo mucho que te has reído, pasa cerca de una hora que ha parecido mucho más. Cuando sales, sabes que te han estafado, pero al menos el estafador te ha parecido simpático, así que eso disminuye la indignación natural que sientes.

En definitiva, “La fiesta” es una de las mejores comedias involuntarias que se han representado en el Matadero (y se han hecho unas cuántas); vale, sí, es mala hasta decir basta en todos los aspectos, pero lo es tanto que al menos te hace gracia, y desafortunadamente, no de todos los productos del estilo se puede decir lo mismo (pues sueles acabar o adormilado o furioso). Dicho esto, allá vosotros si queréis verla.

Quijote. Femenino. Plural.

Que miedito le tenía a esta obra, que miedo. “Quijote. Femenino. Plural”, suena a ridícula reivindicación feminista, sectaria y politizada, ya imaginaba al pobre Cervantes, una vez más (ya ni me molesto en poner enlaces, porque sólo en esta temporada ya ha sucedido varias veces, y tenemos un ejemplo de ello abajo del todo de este mismo artículo… bueno venga vale, sólo un ejemplo más, la infame “Cervantina”), profanado y destrozado, tergiversado para responder a los intereses e ideología de los “artistos” de turno… ¿qué por qué fui entonces?, bueno, la verdad es que me gusta tanto el Quijote, y la profundización en su perspectiva femenina me parecía tan interesante que no pude resistirme… y no me arrepentí, del todo; digamos que fue más pasable de lo imaginable.

-Quijote. Femenino. Plural: aunque la idea de la que parte es muy buena y muy interesante, que es destacar el papel de las mujeres en la obra por excelencia de Cervantes, lo cierto es que se queda todo en muy poca cosa.

Ciertamente se logra el objetivo de repasar los principales roles femeninos de “Don Quijote de la Mancha” y se hace un bastante buen trabajo en ese aspecto; pero aún así, el resultado final deja mucho que desear.

Ello se debe a que no se ha contado con el talento necesario (a ningún nivel) para llevar a cabo tal proyecto, y es que da la impresión de que estamos asistiendo a la emisión de un documental o una conferencia en vez de a una obra de teatro; de hecho, parece una versión dramatizada de uno de esos dos géneros. Ello se debe a múltiples fallos bastante evidentes.

En primer lugar Ainhoa Amestoy no tiene talento para la escritura, así, es incapaz de redactar un auténtico argumento (lo de Sanchica como hilo conductor no funciona en ningún momento) y se limita a hilar y enlazar a las distintas mujeres que salen en la novela y sus historias; apenas aporta nada nuevo, y las pocas novedades que hay, son tonterías que resulta inconcebible que Cervantes hubiera escrito; así, podemos comprobar que no estamos ante un auténtico texto teatral, sino a casi un trabajo escolar, o quizás, afinando más el asunto, se podría comparar este texto a cuando un amigo te cuenta una película que acaba de ver en el cine… bueno, en realidad, es lo mismo, sólo que en este caso son unas chicas que te cuentan partes de “Don Quijote de la Mancha”, así, sin más.

Con un texto tan tendente a resultar aburrido, necesitaría otros talentos que lo rescataran e hicieran que elevara el vuelo… pero eso no sucede.

La dirección de Pedro Víllora se limita a quedarse fascinado con sus actrices y pensar que la sobreactuación es expresividad, y que ellas solas tienen la suficiente fuerza y presencia escénica como para fascinar al público sin que el director de escena tenga que hacer nada… eso o es un tipo muy astuto que supo hacerles bien la pelota a las actrices para poder cobrar un sueldo sin hacer absolutamente nada (tal vez sea un amigo o un familiar). En cualquier caso, yo llegué a pensar que ellas se habían dirigido a ellas mismas, porque es imposible que alguien que las viera pudiera aprobar tantas tonterías y desatinos.

Y es que todo en la puesta en escena está mal (sólo salvo, y con reservas, el vestuario), desde una pésima dirección de actrices, hasta la utilización del atrezzo, con unas siniestras muñecas, cuya utilización no sólo no aporta nada a la acción, sino que encima la ralentiza aún más, algo que esta obra no puede permitirse de ningún modo.

Lo dicho, el director como si no estuviera… es más, a mí no me extrañaría nada que sólo hubiese estado al final de cada ensayo y dijese “bueno, a ver, ¿qué habéis hecho hoy?”, o apareciese los últimos días antes de estrenar en el Español, porque es inconcebible que nadie pueda ver tanta torpeza y calamidades evidentes y que no diga nada (a menos que odie a las actrices, esa es mi otra teoría alternativa).

En cuanto al reparto artístico, conformado por Ainhoa Amestoy y Lidia Navarro, autodenominadas “las juglaresas de Lavapiés”, se olvidan totalmente que están en la sala de un teatro y se dedican a sobreactuar como si estuviesen en un espectáculo infantil en medio de la calle (en realidad, lo peor que se puede decir de este espectáculo es precisamente eso, que bien pudiese haber sido hecho en medio de la calle, con la mitad de recursos y gastos… y no se hubiese resentido en lo más mínimo)… el problema es que no es así, de modo que el resultado de sus interpretaciones es ridículo, infantiloide e incluso desagradable porque da la impresión de que te están tomando por tonto (están poniendo todo el rato la típica voz aflautada y exagerada que se les pone a los niños).

En definitiva, no negaré que es útil y efectivo para repasar los personajes femeninos de la novela española por excelencia; pero en otros aspectos es terriblemente aburrida e infantil (en el mal sentido); por lo que no puedo recomendarla.

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A veces imagino a los autores del siglo de oro removiéndose en sus tumbas, agitándose cada vez más, y evoco como sus cenizas vuelven a tomar forma… recreo como salen de sus enterramientos, cuales zombis, por el barrio de las letras y acuden a los teatros para devorar a los “artistos” que los profanan con la mayor crueldad.

Y es que es gran verdad que “el mejor autor es el autor muerto”, y sin duda los autores deben pensar lo mismo, porque si vieran lo que hacen con sus obras, volverían a morirse otra vez, no sé si del susto o del disgusto, o de ambos, que no es incompatible.

Porque menuda temporadita llevamos en el Teatro de la comedia, pues la reapertura de este teatro, si bien ha sido triunfal en el aspecto de la reutilización de un espacio que llevaba tanto tiempo cerrado; ha sido un completo fracaso con la temporada programada, en la que casi todos los estrenos han sido malos o peores (o al menos los que yo he visto)… y apenas quedan obras para terminar la temporada, que muy buenas tendrían que ser para que considerásemos el conjunto siquiera regular; sino, está claro que ha sido un completo fiasco.

No mentiré, conseguir entradas era casi imposible (también en esta “Celestina”, aunque los que se quedan fuera no se pueden imaginar la suerte que tienen de no gastar su tiempo y dinero en esto), y la verdad, la atención al público en ese aspecto me pareció absolutamente excelente pues no era nada fácil… pero también es cierto que no creo que dure mucho la cosa si seguimos por estos derroteros, que val de mal en peor.

No obstante, la Compañía nacional de teatro clásico intenta mejorar, y ha organizado por una vez dos exposiciones (que desgraciadamente se queda todo en una buena intención, pues lo han hecho mal a todos los niveles): una relacionada con la obra (más o menos, en realidad son una serie de carteles que abordan el tema de los judíos en los tiempos de Fernando de Rojas… ¿qué no tiene nada que ver y es muy absurdo?, ya lo sé, pero ahí están los carteles, superpretenciosos y cargados de citas por todas partes, de citas, eso sí, elegidas de los libros convenientes y siempre los mismos, no vaya a ser que tengamos algún sentido crítico); y otra que conmemora los 30 años de la Compañía (y que es un desastre porque no se puede acceder a ella ni en el momento previo a la obra ni durante el descanso, sino que tienes que tomarte la molestia de volver en cualquier otro día, eso sí, con la entrada que has comprado para la función, porque no es de acceso libre; está pésimamente comisariada y peor organizada -los asistentes no saben a donde ir y los guardias de seguridad se vuelven locos para controlar a la poca gente que se molesta en acudir-; no hay folleto y apenas información de sala… y poco de lo que se expone merece mucho la pena… en definitiva, un completo desastre), la cual resulta terriblemente irónica pues se refleja perfectamente, a través de fotos y especialmente del vestuario, la terrible decadencia que atraviesa esta institución desde los años 90; la verdad es que todas las personas que forman parte de ella deberían de pasarse por la exposición para ver con sus propios ojos lo que fueron y lo que son, tal vez hacer esto se los abra y comiencen a mejorar las cosas, pues es muy necesario.

En cuanto a la asistencia al propio teatro, la atención al público es muy buena por parte de los acomodadores; pero penosa en el guardarropa, con una mujer malencarada, que sólo sabe poner pegas y a la que le cuesta mucho esfuerzo hacer su propio trabajo.

El programa de mano es una cursilada infame, típica de José Luís Gómez. Como cosa positiva, decir que, sorprendentemente, el nombre de Helena Pimenta no aparece por todos los lados, para variar; aunque supongo que ello sólo se debe a que en este caso había un ego incluso mayor: el de José Luís Gómez.

Y como siempre, es todo un placer ver una y otra vez la sala principal de este precioso teatro magníficamente restaurado.

-Celestina: y siguiendo la, ya tradicional, costumbre de destrozar los clásicos que se está expandiendo como una enfermedad contagiosa por los teatros de Madrid, nos llega esta versión de “La Celestina”, que bien sería comparable, en lo plúmbea que resulta y en las reacciones del público, a “El burlador de Sevilla” de principios de esta temporada del Español.

Y es una pena, porque tenía muchas ganas de verla, sobre todo porque soy consciente de que es siempre un desafío montar un texto que, aunque está escrito como una “tragicomedia”, lo cierto es que tiene muy poco de teatral y más de novela, pues es sumamente difícil de montar tal cual; por ello, siempre resulta interesante ver que decisiones se toman, como se hace esto o lo otro para que funcione… etc.

Supongo que por eso, por el deseo de volver a verla en escena, me deje llevar; a pesar de que supiese que al mando estaba José Luís Gómez, y digo a pesar, porque este hombre es el típico actor que no conoce sus muchas limitaciones, la inmensa escasez de sus registros, que no es consciente de su gran falta de talento, y se empeña en hacer cosas tan absurdas como imposibles, cuando no megalómanas (no olvidemos “El principito” para su propio teatro); en esta ocasión, le da por creerse que puede hacer, y resultar creíble, el papel de la Celestina… para cualquiera resultaría obvio que no, pero él se empeña en ello con una testarudez, estupidez y vanidad de manual, porque él está convencido de que es un magnífico y excelentísimo actor como no ha habido otro igual en toda la faz de la tierra… y no señor Gómez, no lo es usted para nada, despierte que ya va teniendo usted mucha edad para andar con esas fantasías juveniles, que está haciendo un tremendo ridículo y alguien tiene que decírselo. Pero mucho me temo que nos encontramos con una persona tan desmesuradamente ególatra que por más que se lo dijeran, sería incapaz de escucharlo o entenderlo, si es que no hay peor sordo que el que no quiere oír.

Sin embargo, es mi deber decirlo igualmente, así, el señor Gómez, mete sus manos en todo (texto, dirección, interpretaciones…) porque considera que está perfectamente capacitado, cual humanista renacentista, para dominar todas las artes con igual maestría… de modo que convierte todo en una pifia porque su intervencionismo permanente, continuo, y sin talento, destroza cuanto toca con invariable y cruel meticulosidad.

El texto o adecuación para la escena que trazan él y Brenda Escobedo es, digámoslo así, aceptable, bien es cierto que es un poco una versión MTV, pues se eliminan casi todos los monólogos de cuajo (a menos que sean los de la Celestina, que siempre son los más largos, adivina tú por qué, pero seguro que no tiene nada que ver con que la interprete Gómez), pero también hay que reconocer que acerca más la obra al público intentando que haya más acción y menos diálogo… o eso es así hasta que meten sus manazas en los textos originales y comienzan a cambiar las frases, palabras y sus sentidos, casi siempre para conseguir un resultado mucho más vulgar, ordinario y chabacano. En definitiva, la adaptación resulta cuanto menos desigual, o como mínimo defectuosa.

Esto podría ser tolerable e incluso el resultado final podría ser sumamente bueno si se contasen con grandes talentos para levantar el texto, pero no es así.

La dirección de José Luís Gómez no es tal, sino las indicaciones de un actor protagonista para asegurase su propio autolucimiento, él no ejerce como director, simplemente se asegura que los demás no lo eclipsen a él, así, Gómez sólo tiene una misión, y es que, pase lo que pase, sólo haya una estrella en el espectáculo, que la gente sólo recuerde una gran interpretación, y esa es la de José Luís Gómez, el resto, le da igual, como si se les cae el teatro encima.

Por tanto, no se puede decir que haya dirección de ningún tipo, desde luego no de actores, que están totalmente descontrolados y sobreactuados, cosa que Gómez permite para asegurarse de que será el quien resalte con un egoísmo y una inquina vergonzosas; y tampoco de escena, porque hasta una representación en un instituto tiene más escenografía, atrezzo y estos están mejor diseñados y preparados; y en cualquier caso, yo me niego en rotundo a considerar una escalera y una paserela de metal, con todo el fondo real del escenario a la vista (con sus enchufes y cables), como escenografía; ¡es que me niego!, es más, me parece un timo intolerable. Probablemente, toda esa desmesurada austeridad, también es otra forma de egocentrismo de Gómez, que tendrá miedo de que una espectacular puesta en escena desvíe la atención de él mismo; también es muy posible que se deba a que tampoco tiene talento para más… o ambas cosas, que no son en absoluto incompatibles.

Los actores están a cada cual peor y más sobreactuado que el anterior, con decir que producen risa en los momentos más dramáticos lo digo todo. Aunque brilla con luz propia, de entre lo malo lo peor, Raúl Prieto en el papel de Calisto, que no sólo es incapaz de hacer creer ni una sola de las frases que dice, sino que lo hace con tal afeminamiento, que parece que en vez de querer acostarse con Melibea, a quienes les tiene ganas es a Pleberio y a Sempronio, y que todo este asunto en el que acaba implicando a la Celestina, sólo es una excusa para pasar más tiempo con ellos y acabar organizando una orgía homosexual.

De Gómez haciendo un espantoso ridículo interpretando a la Celestina en un papel en el que no entra ni con calzador, ya ni me molesto en hablar porque es muy fácil de imaginar.

¿Y cómo reacciona el público?, pues mirándose entre sí, incapaces de creer el bodrio que están viendo, bostezando, dormitando; y muchos, sabiendo que no hay entreacto a pesar de que la obra dura más de dos horas, acaban por desertar, vaciándose, así pues, palcos y platea antes de que termine la función; según acaba, la gente, sin ganas de más tonterías, da el aplauso básico (cuando no se larga directamente, que ya bastante hemos aguantado) y se apura a salir por la puerta con cara de cabreo o aburrimiento en el mejor de los casos.

En definitiva, una más de las peores producciones de teatro clásico de las últimas temporadas, pero como últimamente ya llevamos tantas, ni destaca, sólo es otro desastre deleznable más que olvidar cuanto antes y que esperar que nunca más se repita, o que al menos, no nos vuelva a tocar aguantarlo.

Numancia

“Adios teatros públicos, honrados

por la ignorancia que ensalzada veo

en cien mil disparates recitados”

Sin duda estos versos definen bien la etapa de Juan Carlos Pérez de la Fuente en la dirección de los teatros municipales… por supuesto, no son míos, sino de Miguel de Cervantes que los escribe en su “Viaje del Parnaso”, y dado que Pérez de la Fuente se ha decidido a profanarle en su última producción, justo es que el ilustre escritor tome, aunque sea por mi mano, su venganza con sus propios versos.

¡Qué final más brillante el de Pérez de la fuente en los municipales! (y por eso yo tenía que acudir a verlo, no podía resistirme), ¡que dramático, que operístico, que espectacularidad!… ¡está hecho toda una diva gay! (cumple totalmente el tópico del homosexual dramático), es que ya me lo imagino diciendo: “me marcho (porque lo han echado, vamos a entendernos todos aquí), pero lo haré con semejante superproducción que dejaré deslumbrado a todo el mundo… y me pediréis que vuelva”, mientras echa atrás, con un afeminado y afectado gesto, la melena que no tiene… si no le dan un premio en las fiestas del Orgullo es que no hay justicia en el mundo, ¿dónde hay que votarle o proponerle?, ¿¡dónde!?.

Y no es para menos, pues con él también se cumple ese viejo rumor de la famosa “velvet mafia” (la expresión proviene de EEUU) o “mafia de terciopelo”, según el cual, una persona homosexual en una posición de poder se ocupará de favorecer a los suyos… por encima de cualquier otra consideración, pero sobre sus enchufismos, ya totalmente demostrados en esta última producción, ya profundizaremos luego, no obstante, si voy a citar el programa de mano, en el que se dice claramente “el reparto es un lujo de (…) compromiso”, no os costará imaginar como se han sentido tan… “comprometidos”.

De momento volvamos al tema de la grandilocuencia de su gran despedida, pues, no conforme con el discursito previo a la obra de Garci para su defensa y salvarle del oprobio; su final, ha sido de traca: Numancia, nada menos que “El cerco de Numancia”, una de las grandes obras de Cervantes (quizás su pieza teatral más conocida), que por encima trata sobre una de las grandes y más míticas gestas hispánicas por excelencia… ¿se puede pedir más?, ¿alguien puede dar más?… ¡qué teatral, qué grandiosidad!; es que es cómo si los viera, a él y a sus enchufados gays o gay friendly en los ensayos, imaginándose cuales numantinos, viéndose víctimas de una tremendísima injusticia, creyéndose victoriosos al final por su sacrificio y que acabarán por darles la razón… por favor.

Y todo esto no es todo teoría mía, que como muestra un botón, sino, leed el programa de mano, leedlo, todo un panfleto de autodefensa, una auténtica arenga.

Sin embargo, mucho me temo que el público fácilmente asociará con mayor facilidad a Pérez de la Fuente, y a sus secuaces, con los romanos más que con los numantinos, pues con estos últimos, cualquier espectador puede sentirse identificado después de la masacre que han cometido una y otra vez con una terrible impiedad hacia nosotros; bueno, de los pocos que quedan tras este asedio a las artes, pues, para mayor humillación del director de los municipales, en mi representación (que fue poco después del estreno, un desastre que empezó tarde y mal -más de media hora tuvieron que esperar los asistentes bajo la lluvia-, con múltiples problemas técnicos al parecer -que sin duda alguna no fueron por causa de los profesionales que trabajan allí, sino de las incapacidades de quienes pretenden dirigir sin talento para ello-; y al final, ¿para conseguir qué?), ni la mitad de la platea estaba llena, apenas unos palcos en el primer piso, y si juntásemos a todas las personas del teatro en las butacas de platea… seguiría sobrando mucho sitio. Luego, eso sí, se colgarán falsos carteles de que no hay localidades, que no sería la primera vez.

En definitiva, paradójicamente, el gran final triunfal que había planeado Pérez de la Fuente, una vez más se convierte en el terrible y estrepitoso fracaso que ha definido su gestión de los teatros municipales, un perfecto reflejo que horroriza mirar; y que hace que acudir al espectacular funeral simbólico de este director artístico y de escena te haga decir esa frase que solía decir cierta viuda que conocí acerca de su difunto marido: “que Dios lo tenga en su gloria… y no le permita salir de ella”; en definitiva, “tanta paz lleve como descanso deja” señor Pérez de la Fuente y acólitos.

Y es que esta vergonzosa situación debe terminar; tras ver “Numancia” pude entender porque todo iba tan mal en los municipales, porque íbamos desastre tras desastre; ¡estos enchufismos deben terminar!, esta desvergüenza que en la obra de despedida se ha lucido con tantísimo descaro.

La verdad es que ahora se entiende muy bien como es que estaban tan coordinados a la hora de atacar este blog y las razones para ello… está claro lo que les unía.

Por ello, sin duda es el momento de que esta república de la “artistada” sea derrocada y destruida definitivamente, y que los “artistos” sean expulsados definitivamente de los municipales; sí, es el momento de restaurar la monarquía del arte, que bien acompañada por su augusto rey consorte, el talento, necesariamente, sólo podrán tener como princesa heredera a la obra maestra; ¡sí, muerte a la república de la artistada, y viva la monarquía del arte!, pues con tan gran reinado, sólo se podrá alcanzar la satisfacción de todos, y sobre todo, la buena inversión de los fondos públicos.

-Numancia: de vergüenza ajena, una escandalosa dilapidación del dinero público, el perfecto y más ideal ejemplo de porqué Juan Carlos Pérez de la Fuente debe abandonar definitivamente la dirección de los teatros municipales.

Trataría de encontrar algo que esté bien, pero me parece imposible.

Al pobre Cervantes, igual que el brazo, le han destrozado el texto, haciendo un vergonzoso cadáver exquisito con él (y me da igual que parte de la versión -porque también aparece como coautora Alicia Mariño- sea de Luis Alberto de Cuenca), dando como resultado algo totalmente incoherente a nivel narrativo (nada tiene demasiado sentido, a los personajes y sus motivaciones no hay quien los entienda, apenas se consigue seguir el hilo de la historia… como alguien dijo a la salida “esto… iba de una gente que estaba asediada, ¿no?”, pues eso da una idea de lo que el público había entendido), y en el que apenas se reconocen los versos originales. En definitiva, “Numancia” es una versión infame que profana y prostituye el texto original debido a la presunción intolerable de unos “artistos” actuales que se han creído más genios que los genios de verdad. Que asco.

La dirección de escena es un magnífico ejemplo de falsa vanguardia, nula originalidad, vanidad, pretensión y soberbia; pero sobre todo, y lo que es peor, descarada extravagancia y dilapidación de los fondos públicos, para tratar de hacer una superproducción que no le interesa a absolutamente nadie y que de ninguna manera recuperará la inversión, porque sólo hay que ver lo vacío que está el teatro. Como se nota que el dinero no es suyo y le da igual, y luego nos pedirán que apoyemos el arte y la cultura, ¡ja!, lógico que la gente esté ya de malas con el tema.

Detallaría en cosas, pero todo lo que se ve sobre la escena da tanta vergüenza ajena, y me resulta tan doloroso (en el mejor de los casos irrisorio) el recordar aquellas escenas completamente repugnantes, que se regodean en lo escatológico, lo repulsivo y en lo vulgar… que prefiero ni pensarlo. Eso ya sin mencionar errores básicos de escenografía e iluminación, porque nos pasamos casi toda la función deslumbrados por los dichosos focos (que nos atacaban por todos los lados, apenas se conseguía ver nada) y espejos del escenario, eso siempre que no nos atormentaban los malditos altavoces (supongo que ponían los diálogos tan altos para que no nos durmiéramos, algo que no consiguieron con todo el mundo).

En cuanto al reparto artístico, pues una afrenta indignante, como era la última vez, pues ya no hay que disimular, así que cogemos a todos los favoritos y recomendados, ¿que ni uno sólo vale, tiene talento, y todos son pésimos actores?, ¿y desde cuando eso importa?, son recomendados del señor Pérez de la Fuente (lo que demuestra, de forma evidente, el que casi todos ellos han estado y reaparecido constantemente en múltiples producciones durante el tiempo en que ha sido director)… pero se les ha acabado el cuento, y más vale, que según hagan la última función sea también la última vez que pisen este teatro, que ya está bien de tanto protegido inútil.

Entre ellos, por supuesto, destaca, como siempre para mal, Alberto Velasco, que una vez más cumple su función de presumir con total desfachatez de lo repulsivo que puede llegar a ser, tampoco sabe hacer otra cosa, así que…. Y ya puede venir a asediarme, o mejor dicho en este caso, a cercarme (aunque no creo que sepa lo que significa la palabra, por más que sea el título de la obra en la que ¿”actúa”?) el blog todo lo que le de la gana que me da muy igual.

En cualquier caso, el reparto artístico al completo demuestra su inutilidad y nula idoneidad para sus papeles, así, a pesar de que les han dado un Cervantes masticado a más no poder, no son capaces de hacer otra cosa que recitarlo como si estuviesen en el colegio, en una de esas lecturas colectivas en las que se duerme hasta el profesor, pero que hay que hacerlas porque supuestamente así se anima a la lectura… yo la verdad, tengo la teoría de que muchos ni se saben sus papeles y se los estuvieron soplando por pinganillo (práctica que al parecer se ha hecho en más de una ocasión durante la gestión de Pérez de la Fuente), porque es la única manera de conseguir que un texto suene tan leído, plano, falso, poco sentido y emotivo; y en cualquier caso, estoy convencidísimo de que ninguno de ellos entiende ni una sola palabra de las que pronuncian, simplemente las vomitan sobre la escena y ya está, así sin más. Por supuesto, el resultado es asqueroso.

En fin, sólo diré, como conclusión general, que todo lo estético, todo lo que pudiera ser bello o agradable de cualquier modo es expulsado del montaje de “Numancia” sin piedad alguna; y todo lo que pudiéramos considerar auténticamente artístico, destruido con saña y crueldad desmesurada.

Y así, se deja al público sin alicientes, el cual rápidamente empieza a removerse en las sillas haciendo ruido, a coger los móviles, hablar entre sí, toser, marcharse directamente… entre otras muchas cosas que demuestran aburrimiento e incluso desesperación; y eso que en mi función se contaba con aliados, la mejor de ellas, una que trabajaba en el Teatro Español, que se sentó al final de las butacas y se encargaba de seguir aplaudiendo aún cuando la gente había dejado de hacerlo, para tratar de que la ovación se mantuviera… vano y ridículo intento, no hay quien salve a esta producción de la lógica catástrofe. Y que den gracias a que no están en un teatro con tradición de abucheos, que bien se los merecían (en el Real no hubiese habido el más mínimo reparo en hacerlo).

En conclusión, empezamos con versos así que acabamos con versos; y ya que todo el mundo hace lo que le da la puta gana con los clásicos, ¡pues yo también, joder, yo también!, pero al menos mi profanación servirá para defenderlos; veamos pues,  para terminar, haré mi propia versión (porque ya es un milagro oír un texto original que no haya sido revisado o versionado, así que yo también me subo al carro, y a la mierda) de “El cerco de Numancia” de Cervantes, que en mi traslación será “El cerco a las artes o el asedio a los teatros municipales” (y sí, lo sé, he tenido que alterar la métrica, la rima y a veces no pega ni con cola, pero peores cosas se han visto, ¡id al Teatro Español si no os lo creéis!) que trata del fin de la gestión de Pérez de la Fuente en el Teatro Español, sus enchufados y la reacción del público (que alegóricamente, representa Universo de A); pues hala, aquí os la dejo, como perfecto panegírico invertido de este simbólico funeral, para conmemorar el fin de esta etapa en los municipales, y con algo de suerte, también de las “artistadas” y de los “artistos” (que eso ya va a ser más difícil, porque podremos cambiar al director, pero si el nuevo nos trae también a sus propios “artistos”, seguimos en la misma):

-Pérez de la Fuente: !Oh santos dioses! Y ¿ qué es esto?

-Alberto Velasco: ¿De qué te admiras?

-Pérez de la Fuente: De mirar de butacas

Un rojo lago, y de ver mil cuerpos

tendidos por el Teatro español,

por el aburrimiento traspasados.

-Alberto Velasco: ¿Qué? ¿No hay ninguno despierto?.

-Pérez de la Fuente: ¡Ni por pienso!

A lo menos, ninguno se me ofrece

En todo cuanto alcanzo con la vista.

Saltemos, pues, dentro, y hallémoslo por tu vida.

-Universo de A: En balde, negligente director imprudente,

Han sido vuestras fuerzas ocupadas.

En balde no te has mostrado diligente,

Pues en humo y en viento son tornadas

Las inciertas esperanzas de victoria,

De tu industria contino aseguradas.

En lamentable fin la triste historia

Del público que cual Numancia

Merece ser eterna en la memoria;

Sacado han de su pérdida ganancia;

Quitádote han el triunfo de las manos,

Desertando con magnánima constancia;

Vuestros disinios han salido vanos,

Pues ha podido más el honroso intento

Que la potencia de directivos.

El fatigado público en fin violento

Acaba la miseria de su vida,

Dando triste remate al largo cuento.

El Español está en un lago convertida,

De rojas butacas y sin cuerpos llena,

De quien fué su rigor propio homicida.

De la pesada y sin igual cadena

Dura de esclavitud se han escapado

Con presta audacia, de temor ajena.

Y un solo espectador no he hallado

Que poderte traer contento siquiera,

Para que fueras dél bien informado

Por qué ocasión, de qué suerte o manera

Se acometió tan grave desvarío,

Apresurando la mortal carrera.

-Perez de la Fuente: ¿Estaba, por ventura, el pecho mío

De bárbara arrogancia, enchufismo lleno,

Y de necesario talento vacío?.

-Universo de A: Sí.

Telón.

Pues eso, definitivo y esperemos que para siempre. Adiós señor don Juan Carlos Pérez de la Fuente y protegidos varios.


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