Esta es, como me pasa algunas veces una de esas críticas que, dado que se trata de un espectáculo que se produce una vez, pues ya no le doy importancia a cuando se publica, y dejo que se convierta en mi “publicación obligatoria mensual” para cuando convenga.
Quién me iba a decir que unas críticas que en teoría iban a estar relativamente desfasadas para el momento de su publicación, vuelven ahora a estar de rigurosísima actualidad, ya no por lo que pensaba, que era que habría otro concierto de los Stradivarius en algún momento del nuevo año, sino porque la Tedesco vuelve al Fernán Gómez, una y otra vez, como un mosquito por la noche en verano (en esta misma temporada, estuvo por primera vez en noviembre -de lo cual hago la crítica-, también en enero, y volverá este mismo mes de febrero).
Debe de tener un enchufe trifásico y conocer a alguien allí (no sé si en el sentido bíblico de la palabra), porque yo no me lo explico, bueno, ni yo ni nadie, porque en el espectáculo al que yo fui, del que hago la crítica abajo, no estaba precisamente lleno (y por lo que sé, en el estreno tampoco); eso o en el teatro están desesperados por rellenar la programación, no saben con qué, y además no tienen presupuesto, porque yo no me lo explico… pero, ¿en qué están pensando?.
¡Ay!, ¡qué ganas tenía de volver a ver los Stradivarius palatinos!, ¿volvería a quedar deslumbrado o simplemente sería el efecto de una única vez?, era un enigma que necesitaba desesperadamente resolver….
Y no iba a ser fácil, porque, como de costumbre, conseguir entrada es casi imposible; todo ello sin mencionar que la web de Patrimonio Nacional creada al efecto es realmente desastrosa y absurda, es más, yo perdí la entrada que había pedido, y tuve la suerte de que le pasó a otras personas lo mismo, para poder volver a conseguir un sitio, pero a punto estuve de no conseguir ir… no es normal teniendo en cuenta que es el único medio de compra, debería de funcionar a la perfección y tendrían que revisarlo muy seriamente para evitar estas situaciones tan esperpénticas.
Por lo demás, la publicidad para este evento es pésima, pero no le hace falta ninguna… en menos de cinco minutos las entradas están agotadas invariablemente, así que ya me dirás tú que falta tiene de promoción (¿habrá influido en ello mi artículo sobre la primera vez que acudí? lo cierto es que suele ser muy visitado en general, y especialmente de forma previa a algún concierto).
Y ya no debería, porque Patrimonio Nacional se está empezando a pasar, ¿qué es eso de subir la entrada a 15 euros?, ¡yo que tantísimo había alabado aquel precio tan popular y accesible de los 11 euros, y ahora…!, horrorizado estoy, más vale que no sigan subiendo el precio; aunque lo peor de todo, es que está visto que se lo pueden permitir.
Por lo demás, la organización ha mejorado cuantiosamente frente a mi anterior experiencia, ya no se obliga a ir más de una hora antes, sino en un lapso de tiempo prudencial y adecuado que permite, o llegar poco antes del concierto, o lo que yo recomiendo sobre todo, ir con tiempo para pararse y redescubrir el precioso Palacio Real sin restricciones museísticas (¡todo un placer!).
La experiencia como tal, de ir al evento, sigue siendo una maravilla: con todos esos trajes de época llevados por los trabajadores de Patrimonio Nacional, que son amabilísimos y dan una excelentísima atención al público; ciertamente ya están entrenados de los actos oficiales, pero aún así, ¡una gran felicitación desde aquí!.
Por lo demás, he notado un cambio en el público asistente, ahora la gente ya parece ser más consciente de a que viene, se nota una mayor elegancia, un mayor cuidado en el vestuario, y el ser conscientes de que se está acudiendo a algo especial y excepcional. Aunque lamentablemente eso se queda más en una actitud superficial que otra cosa, porque sigue viéndose muchísima gente que claramente no tiene idea de de qué va el tema; entre ellos numerosos jovencitos, que se han multiplicado exponencialmente, algunos de los cuales, de forma evidente, tienen la cabeza sólo para peinarla. No deja de apenarme mucho que alguien se molestara en conseguirles entrada para un espectáculo tan demandado a unas personas que ni tienen la capacidad, o siquiera muestran la actitud o voluntad, de apreciarlo. Como curiosidad adicional, comentar que también se empiezan a ver turistas, la cosa está trascendiendo….
-Música de cámara el 4 de noviembre con los Stradivarius Reales: y ya estamos en el XXXI Ciclo de Música de Cámara con los Stradivarius de las Colecciones Reales, aunque con toda probabilidad habrá algún concierto más a lo largo del año (de modo que mi crítica podrá seguir resultando útil).
Como ya dije, tenía muchas ganas de volver a ver los Stradivarius, y especialmente con el Cuarteto Quiroga, para confirmar aquellas primeras y espectaculares impresiones. Finalmente, y como se puede deducir porque estoy escribiendo esto en la modalidad express, mi respuesta ante mi segunda vez fue menos entusiasta.
En ningún caso voy a negar que esos instrumentos tengan un sonido, único, especial, “divino”, como lo llegué a calificar, que deba escucharse al menos una vez en la vida; pero su poder para embriagarme en esta segunda ocasión fue menor, y ya, la capacidad de desconcentración (tan propia de mí, y especialmente con música instrumental) pudo más en varias ocasiones que el embrujo de esos instrumentos únicos.
¿Qué tenían una fuerza maravillosa y sin igual?, ¿Qué tenían una gran capacidad para emocionar?, jamás dudaré de eso y efectivamente así es; pero su hechizo sobre mí ya no fue completo.
Tal vez fueran las piezas elegidas, pues al fin y al cabo, eran un tanto posteriores a cuando fueron concebidos los violines (la primera vez que fui, eran mayoritariamente contemporáneas a estos), y al fin y al cabo, no sé hasta que punto eso puede ser una limitación, pues lo mires como lo mires, un lutier hace un instrumento pensando en la música de su época… que luego estos sigan con su vida a posteriori, es otro tema… pero eso es mi teoría personal.
Y la culpa desde luego no se le puede echar a los músicos, que viven con una intensidad desmesurada su trabajo, sólo hay que echar una ojeada a sus caras, especialmente a la de Cibrán Sierra que salta, literal y figuradamente de su asiento… es más, a veces los músicos están tan emocionados con su propia interpretación, que te preguntas si te están robando parte de esa sensación porque la están acaparando ellos. Como curiosidad tonta, comentar que Helena Poggio parece tener un único vestuario, pues siempre la he visto con el mismo vestido cuando toca.
En cualquier caso, también hay que agradecer al cuarteto que, debido a los aplausos recibidos, dé la típica “propina” musical al final del concierto; algo que la primera vez no sucedió, y la verdad, se echó de menos.
En fin, creo que es muy probable que vaya una tercera vez (probablemente con otros músicos, quiero ver como suenan esos instrumentos en otras manos, que a veces se hace), pero, teniendo en cuenta como está subiendo el precio, y que mi fascinación por esos sublimes instrumentos ha caído, no creo que vuelva mucho más; todo lo cual, sin embargo, no borra ni desmerece en absoluto mi primera crítica de la primera vez que acudí.
La verdad es que conocía (de vista, en eventos como este) a esta mujer de antes, se junta con otros “artistos” y de vez en cuando siempre resulta curioso y divertido ver como les va a estas gentes bohemias que creen ser artistas (es como seguir una historia por fascículos).
Y digo “creen ser artistas” porque pensar que eres diferente por intentar llevar una vida, digamos, medianamente fuera de las normas sociales o practicar disciplinas artísticas, no te convierte en un artista, eso es otra cosa. Como yo suelo decir, todos los años salen miles de licenciados en bellas artes de todas las universidades de España… pero eso no significa que salgan miles de artistas (son los que yo suelo llamar artistas “de título” o “oficiales”); y es que conocer las técnicas artísticas no te convierte en un artista (no dejas de ser un artesano), y fingir serlo tampoco.
Pero dejando de lado estas reflexiones sobre las gentes de falsa vida bohemia (que quedó muy pasada de moda, muy atrás en otros siglos, y que sea reproducida hoy día no significa que sea real); me interesa también profundizar en un gran absurdo de este espectáculo, que pretende ser un cabaret (y la propia Tedesco se autodenomina “cabaretera”). Lo haré en la crítica que hago a continuación, pues es el lugar más adecuado.
Quiero comentar también que en mi función hubo un fallo técnico (¡el primero que he visto!, la excepción que confirma la regla de la maestría de los técnicos de los teatros del ayuntamiento) que fue que se anunció que habría un coloquio posterior que ya había sucedido; ello no hubiera sido especialmente grave si no fuera porque hubo gente que se quedó esperándolo y desconcertada, y nadie se molestó en aclarar el malentendido, que hubiera sido lo lógico. Pero bueno, todos tenemos un día malo, y un error lo tiene cualquiera.
El programa de mano no era muy bueno, tenía un texto bastante tonto sobre el que profundizaré a continuación.
La publicidad era espantosa, utilizar una especie de foto de book para promocionar un espectáculo es el colmo de lo cutre; aunque tampoco tenía mucho sentido una promoción tan intensiva para un espectáculo con apenas cinco representaciones.
-El amor y otros vicios (Pía Tedesco cabaret): cuando se estrenó la película “Burlesque” hace unos años, hubo un crítico que dijo, sagazmente, que en el filme era “como sin el burlesque hubiera muerto y hubiera subido al cielo”, la increíble inteligencia y profunda ironía de este comentario estaba precisamente en que el burlesque original no consistía en chicas cantando bien, con originales y cuidadas puestas en escena de fondo… sino en espectáculos extremadamente eróticos, sazonados con todo tipo de exhibiciones grotescas, que se disfrutaban con considerables cantidades de alcohol, en locales que, por supuesto, eran clandestinos, ya que había la llamada ley seca en los EEUU. Dicho de otro modo, el burlesque no era un precioso y sofisticado espectáculo, sino algo más bien vulgar que se hacía en locales de no muy buena reputación.
Lo mismo se puede decir del cabaret (y peor), sobre el que, poniendo un ejemplo un tanto brusco pero muy ilustrativo: ningún respetable caballero de épocas decimonónicas iba al Moulin Rouge a deleitarse con el arte de la danza (para eso tenía la ópera Garnier, en la que él, y su respetable esposa, tendrían un palco magníficamente situado que dejara bien claro ante todo el mundo su situación social y económica), sino para ponerse cachondo, caliente como una fragua, viendo a mujeres enseñar lo que apenas se podía siquiera intuir bajo las disimuladoras ropas del XIX. Nadie se ponía a apreciar la hipotética belleza del cancán, porque toda la sangre que en el cerebro pudiera estar, había bajado con gran rapidez a otro órgano que, por lo general, suele anular todo pensamiento y razonamiento masculino. Puede que lo que digo suene repugnante y repulsivo, pero la realidad suele ser así.
Así pues, es ridículo denominar a lo que hace Pía Tedesco cabaret, puesto que es más asexual que un ángel, y contemplar el crecimiento de la hierba resulta más excitante a nivel erótico.
Por supuesto, podemos leer en el programa sus ridículas, absurdas reflexiones, y aunque asegura haber hecho una “investigación” sobre el tema (a echar una ojeada a Wikipedia se le llama así ahora), es más que evidente que sólo se quedó en una superficialidad totalmente vacua y tonta; y más centrada en lo que ella quería creer que es el cabaret que en lo que es realmente. En definitiva, un cabaret no es, ni será jamás, una tipa cantando canciones antiguas con una ropa pretendidamente retro.
Por lo demás, este no es un espectáculo teatral, pues no tiene argumento (porque la Tedesco soltando frases sueltas, y apenas conexas, entre canción y canción, con voz que parece de una película de terror -o de suspense en el mejor de los casos-, no se puede decir que haya una historia), sino un simple concierto; y ni siquiera de los buenos, es más, no me extrañaría nada que lo repitieran tal cual en todos los pubs de Madrid, pues a la hora de la verdad, la cosa ni llega ni da para más. Ya lo he dicho muchas veces, la mediocridad con más medios y presupuesto nunca se convierte en talento.
En definitiva, el espectáculo finalmente se reduce a un concierto que podríamos ver en un pub, pero sin poder emborracharnos ni ligar; lo cual, produce que, a pesar de su corta duración, se vuelva sumamente pesado; porque, simplemente, lo dicho, no es un formato teatral, no vale para una sala en la que se espera algo más, que en este caso no se da (de hecho, se utilizan, con demasiada frecuencia, recursos que en un bar de copas pueden dar resultado, pero que aquí, son demasiado evidentes y rechinan, se exige otro lenguaje escénico).
Las canciones elegidas, por otra parte, se han metido como con calzador, de forma arbitraria y sin un esquema lógico; sin mencionar que resulta absurdo mezclarlas en español e inglés; son simplemente el reflejo de un gusto personal, en ningún caso profesional.
Por lo demás, la voz de la Tedesco no me ha impresionado en absoluto, e incluso desafinó en algunas ocasiones. No creo que cantar sea lo suyo.
La dirección de escena, que presumiblemente no hubo, demuestra una vez más un gran amateurismo, pues no era lógico que los músicos tuvieran que avisarse entre sí para tocar (mientras que los técnicos, con una precisión absoluta, no necesitaban aviso de nadie para dar lo mejor de sí).
Y por supuesto, nos encontramos con el completo absurdo de instalar micrófonos y altavoces (lo dicho, como si fuera el concierto de un pub), ¿qué sentido tienen en una sala tan pequeña?, ¿de verdad existe el riesgo de que no oigamos?, venga hombre, por favor, ¡es completamente ridículo! (aunque ya sabéis la manía que le tengo yo a esa cuestión en el teatro, ¡todo en vivo y en directo y sin ningún tipo de interferencia; eso es el auténtico teatro!).
Por otro lado, los músicos estuvieron sorprendentemente bien, entendámonos, no es que hubiera ningún virtuoso, pero cumplieron muy bien su función.
Pero lo mejor, lo más destacable sin duda alguna de este espectáculo fue el sensacional diseño de la iluminación (que no sé quien haría porque no viene en el programa, presumiblemente los técnicos municipales), que fue absolutamente perfecta, imaginativa, y que conseguía realzar un espectáculo, por lo demás, a todas luces mediocre. Me encantaron todos los cambios de luces, la elección de los colores, las tonalidades, las intensidades… era algo realmente perfecto, de una calidad inmensa que este espectáculo no merecía en absoluto, una pena que se haya derrochado en algo que no lo valía, pero al menos, eso lo hizo ligeramente disfrutable (de hecho, la iluminación era lo único que producía una emoción estética, que daba alguna sorpresa o producía algún tipo de emoción).
En definitiva, hagamos una de mis irónicas reproducciones de como fue el espectáculo:
-Pía Tedesco o PT (con voz de asesina en serie, crees que en cualquier momento va a sacar una sierra eléctrica de detrás del corsé): yo… (pausas dramáticas supertremendas)… era de otra forma…
Se interrumpe, se da la vuelta, hace una señal al pianista, este empieza a contar, los músicos comienzan a tocar después de la pausa que se produce tras el “4” (hasta el público podría haberlo hecho también, pues el efecto sorpresa es nulo). Canción, la Tedesco desafina en el momento cumbre. Espera a que la aplaudan, cuando hasta el último amago de ovación se ha apagado, sólo cuando el silencio absoluto vuelve, ella continua con su interrumpido aunque insulso discurso:
-PT (con voz cada vez más intensamente siniestra, y pausas más melodramáticas -¡ni Aurora Bautista!-, mientras tú te preguntas cual es el método que va a usar para asesinarte): y entonces… me convertí… en una… cabaretera….
Te preguntas que, si es una cabaretera porque está tan vestida y por qué no se está quitando nada… pero de repente comienzas a ser consciente de que, teniendo en cuenta sus cualidades físicas y su edad, tal vez pedir tal cosa sea peor el remedio que la enfermedad. Mejor dejemos las cosas tal cual están que ya bastante mal van, y todo puede empeorar si nos ponemos a ello; y no me refiero precisamente a que se ponga a llover, cosa ya inevitable dada su habilidad para el arte del canto.
En cualquier caso se repite el mismo proceso para iniciar monótonamente una canción una y otra vez, y así continuamente en cada ocasión en la que se canta; teniendo en cuenta que es lo que más sucede, os podéis hacer una idea de lo pesado que resulta.
-PT (continúa la voz de película de terror, empiezas a vislumbrar cual va a ser el método de asesinato: ¡matarte de aburrimiento!): porque… me enamoré… y cuando te enamoras….
Comienzas a pensar que la Tedesco podría ser una buena alternativa para asustar a los niños, porque el Coco ya no le afecta a nadie, si les dices, ¡mira que llamo a la Tedesco y te hace un concierto!, seguro que se van zumbados a la cama, y si aún así remolonean, siempre puedes culminar la amenaza diciendo “¡y seguro que se trae también a los del cabaret flotante/rodante!”; no, eso sería llegar demasiado lejos, avisarían al defensor del menor y un asistente social me quitaría a los niños, es un maltrato psicológico muy fuerte.
En cualquier caso, otra vez el mismo rollo con una nueva canción, te aburre cada vez más que todo sea tan insufriblemente predecible, y que lo único que te motive sea el color con el que los focos disfrazan la sala y transforman los colores reales de una forma de lo más original; que es lo único que hace soportable seguir viendo este farsante cabaret… y así, durante una hora y algo.
Al final nos obliga a aplaudir y todo (porque tampoco quieres ser descortés), asegurando que hay bises. Los hace, aunque más bien desearías irte a casa.
No creo que pueda añadir más a lo dicho, resumiendo: no es un espectáculo teatral sino la actuación de un pub de unos “artistos” elevados a un escenario que son incapaces de ganarse porque no poseen el talento para ello. Y para muestra un botón: al finalizar la representación, no dudaron en aclarar que se instalaban fuera para vender sus discos, ¿alguien me dice cual hubiera sido la diferencia si hubieran actuado en cualquier café-teatro?, muy por desgracia, no existe, y las que hay, son para mal.