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Críticas express: Le nozze di Figaro / Los nadadores nocturnos / Donde hay agravios no hay celos

Publicado el 22 septiembre 2014 por Universo De A @UniversodeA

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-Le nozze di Figaro: Hace poco, conseguía por fin entender definitivamente porque Clint Eastwood no me parecía buen director, y mucho me temo que tendré que seguir el mismo método y proceso con Emilio Sagi, puesto que ya van demasiados montajes que no me convencen….

Y aunque sería incapaz de decir que es exactamente lo que falla, sí que me parece estar quedando claro que a sus montajes les falta alma, corazón, emoción… tendré que seguir fijándome más y analizándolo con más detenimiento (y quizás acabe rectificando esta opinión) y así entender que es exactamente lo que no me convence… y es que es increíble como protege la capa de lo clásico y lo académico, es como una especie de barniz que permite ocultar los defectos hábilmente frente a un montaje ultramoderno y vanguardista, en el que suele estar mucho más claro lo que falla y no da resultado.

Y no será lo único con lo que muchos considerarán que blasfemaré en esta crítica, pero… Mozart no me convence, ya llevaba tiempo pensándolo (últimamente estoy alcanzando todo tipo de reflexiones vitales), pero ahora estoy cada vez más convencido. En “Amadeus”, paródicamente, el Emperador le criticaba que su música tenía demasiadas notas, y yo empiezo a creer lo mismo: llega a ser excesivamente compleja en determinados momentos. Todo lo cual, va a juego con el libreto de da Ponte, un caos disparatado sin igual lleno de excesos: demasiadas historias, demasiados personajes, demasiados planes enrevesados… tal vez sea una comedia de enredo, pero eso no significa que haya que liar al público. Todo lo cual, culmina en el hecho de que, ni músico ni libretista, tienen auténtico dominio de lo bufo, pues, al final, si uno se fija, siempre tienden a la comedia dramática (el género por excelencia de los que no saben hacer ni comedia ni drama). Lo que mejor explica y ejemplifica este último argumento son los finales: no son auténticamente felices (la norma por excelencia de la comedia), tienen siempre un fuerte trasfondo dramático que nos da a entender que los protagonistas (por más que canten lo contrario, y la música expresa esto último precisamente) no pueden ser felices ni celebrar nada; ejemplos de ello, estrenados en este mismo teatro podrían ser “Don Giovanni” o “Cosi fan tutte” (de las cuales debemos decir sin embargo, muy en su favor, que ambas se ganaron una crítica y análisis completo, y no una express como esta).

En cuanto a su contenido revolucionario, hay que reconocer que se intuye, por lo cual no deja de llamar la atención que sea una de las óperas más representadas y apreciadas.

En definitiva, aunque algunas de las óperas de Mozart siempre estarán entre mis favoritas (pues fueron las primeras que escuché), mucho me temo que el propio compositor nunca podrá estar entre mis autores de canto lírico predilectos.

Y por fin vemos de nuevo a Ivor Bolton, nuevo director musical del Real, al que sin embargo cuesta encontrar en este (es más, creo que sólo se le volverá a ver una vez más en el foso durante toda esta temporada) pues parece estar siempre de gira. Desde luego, una de las escasas cosas en las que estaba de acuerdo con Mortier era que las orquestas trabajan mejor con amante que con marido; ¡pero resulta absurdo tener bajo contrato a un director musical que nunca está!, ¡es totalmente disparatado!, ¿para qué se supone que sirve o en que trabaja?. Por otro lado, y como ya íbamos confirmando con “Alceste” (la temporada pasada, su “gran” estreno), mucho me temo que parece incapaz de transmitir esa pasión que claramente siente por la música (y se le nota, sólo hay que mirarlo) a través de la orquesta, algo falla, pero tampoco hay expresividad ni corazón, o al menos al público no le llega.

Así, la producción con la que estrena temporada el Real (de la que anticipé y comenté contenidos anteriormente aquí), a pesar de lo dicho, se puede decir que merece la pena pues está bien presentada, aunque entendámonos bien, analizando el conjunto total, no pasa de aceptable.

Además, es la oportunidad de completar la saga de Fígaro en el Real (aunque escenificada del modo más desordenado) pues ya hemos disfrutado de “Los dos Fígaros” (que se trata de una inventada tercera parte -no tiene que ver con la escrita por Beaumarchais-, y que nos presenta a unos protagonistas maduros… pero siempre al pie del cañón) y “El barbero de Sevilla” (paradójicamente primera parte de la saga de Beaumarchais, y sin embargo posterior a la obra de Mozart… aunque no necesariamente segunda en popularidad, pues esta saga de Fígaro ha conseguido ser de lo más imprescindible, e incluso icónico del canto lírico y de la historia de la música en general); con lo que, ¡ya sólo nos quedaba esta!.

En cuanto a los cantantes, no sólo son buenos, sino que incluso llegan a ser magníficos y comiquísimos actores, lo cual es un puntazo en favor de la producción.

En definitiva, ¿vale la pena? bueno, hay una cosa indiscutible, es un título imprescindible del género y con algunas de las arias y melodías más icónicas de la historia de la música, con lo cual, ya sólo por eso, hay que decir que sí que hay que ir. Además, la producción, salvando sus defectos, también es muy aceptable; con lo cual, bien vale la pena acudir a celebrar las bodas de Fígaro.

Y ahora vamos a añadir comentarios extra relacionados con el teatro y con el comienzo de la temporada.

Para empezar, parece que la época de los escándalos de Mortier, que culminó triunfalmente la temporada pasada, parece no tener continuidad en Matabosch, no sé si alegrarme o entristecerme (por una parte siempre gusta cotillear, pero por otra, si no hay críticas, es que todo va bien).

También , decir que los problemas en las taquillas están aumentando; ya había dicho anteriormente que se respiraba un mal ambiente, pero este ya está pasando a los compradores que reaccionan diciendo cosas como “¡cinco personas aquí y sólo atiende uno!”, los modales de los taquilleros tampoco son siempre los más apropiados, y el lugar está empezando a ser incluso desagradable, no sé que pasa, pero alguien debería de poner solución a un tema que acabará por explotar, y será para mal. Si a todo ello le sumamos el conflicto que ya se está viendo venir, y el aumento de las protestas por la ya conocida como “tarjeta sacacuartos” (oficialmente, tarjeta joven del teatro Real) que amenaza con provocar conflictos en la cola de último minuto debido a sus, por lo visto, múltiples y excesivos privilegios, la tenemos montada. Parece que, después del todo, los escándalos no van a desaparecer del Real.

Como nota positiva, sí hay que señalar la vuelta a las conferencias de Jose Luís Téllez Girón, desaparecido hacia el final de la temporada pasada. No se puede dejar de destacar tampoco el gran servicio que hacen poniendo los videos correspondientes de la conferencia y del como se hizo la función en la web del Real, lo que siempre es un gran complemento a la representación, y una de esas razones por las que merece la pena apoyar el teatro público.

Tampoco sobra hablar del muy destacable, didáctico e interesante programa (aunque ojalá fuera algo más largo) y de la renovada Revista del Real (renombrada R21… sólo Dios sabe lo que querrá decir eso), quizás más manejable (la otra era enorme y muy poco práctica, hay que reconocerlo) pero también mucho menos original, además de que parece contener mucha menos información… pero el tiempo nos dirá si el cambio ha sido para bien.

No sobra mencionar también, que supuestamente, pronto el chef Mario Sandoval servirá en el Real; de momento sólo hemos podido pasear por el restaurante abandonado por “Arturo”, que sin embargo, sigue conservando gran encanto; quizás el chef esté esperando a acabar en el Conde-Duque, terraza en la que creo recordar que también estaba implicado (actividad que parece que no ha tenido demasiado éxito de cara al público); quizás pronto podamos juzgar otros resultados en el Real.

 

Críticas express: Le nozze di Figaro / Los nadadores nocturnos / Donde hay agravios no hay celos

-Los nadadores nocturnos: cursilada monumental, todo un elogio a la vanidad y la egolatría del autor.

La verdad es que esta obra y su creador bien podrían ser comparados con los republicanos españoles, que, aunque piden más democracia, son incapaces de admitir o entender que esa misma democracia que exigen les ha dicho una y mil veces que quiere y apoya a la monarquía… pero ellos no lo entienden, y persisten en la idea, precisamente totalmente antidemocrática, de que ellos son los únicos que tienen la razón y los representantes por excelencia de la libertad, así, por autonombramiento. En el caso de esta obra es lo mismo, el autor se ha creído que él y nadie más que él sabe lo que es el auténtico arte, y que vale la pena, porque el resto del mundo no entiende una mierda; sólo él y cuatro elegidos más de su círculo, se supone (o quizás ni eso, a lo mejor es solamente él, y nadie más que él).

Afortunadamente, ha llegado a los escenarios de un TEATRO PÚBLICO, seguramente con cualquier tipo de SUBVENCIÓN que pagamos todos, a juego con el FESTIVAL OFICIAL en el que se estrenó; para descubrirnos lo que es el arte de verdad, y que nos rebelemos precisamente contra la mano que le ha dado de comer; porque él protestará mucho y tendrá mucho que decir contra la sociedad en la que vive, pero eso sí, los medios oficiales los sigue utilizando… aunque ojalá esta fuera la mayor y la única incoherencia de su texto.

Pero una de las cosas que más me enerva es que parece haberse creído que porque haya leído cuatro libros resulta que ya cree sus reflexiones son interesantes y tiene algo que contar, va de culto por la vida, considerando que abre nuevos horizontes en el arte….

Pero seamos francos: la primera media hora es relativamente interesante… pero a continuación ya se empieza a volver insoportable (y es que esta representación está necesariamente destinada a ser corta, es imposible aguantar esto mucho tiempo), en realidad, no te extraña nada que sea el éxito de Fringe de este año (lo cual también habla, y no precisamente bien, del resto de obras que fueron presentadas), es decir: una obrita condenada, y muy merecidamente, a desaparecer o a diluírse en cuatro salas alternativas para los modernos a los que les sobre mucho el dinero, el tiempo, la paciencia, y sobre todo pretendan creerse mentalidades tan artísticas e intelectuales como el propio creador de este texto, que por supuesto es superculto y ha conseguido hacer un esquema social de primer orden, para nada superficial y en absoluto frívolo (y sí, estoy ironizando).

En realidad, uno se acaba dando cuenta de que la historia hubiera sido interesante bien escrita y planteada de otra manera: una serie de personas que se sienten rechazados sociales se unen y forman una orden en la que exploran sus problemas y se conoce lo que les ha llevado allí, hasta cierto punto resulta interesante, y planteado con una narrativa clásica hasta podría haber funcionado e incluso ser una obra dramática muy buena (pero por supuesto, el autor, como persona que está por encima del bien y del mal, también lo está de eso de usar esa chorrada de esquema que funciona desde hace siglos de introducción-nudo-desenlace; él es así de moderno y además está haciendo algo que nuuuunca jamás de los nunca jamases se ha hecho, ¡pero nunca!, aún llegaré más lejos, sería superoriginal y super-nunca-megavisto-de-la-muerte si no fuera por todos los anteriores que hicieron exactamente lo mismo mil veces, y mucho antes que él).

La dirección de escena, es quizás lo mejor, consigue que la obra parezca algo menos aburrida de maneras medianamente ingeniosas con la escenografía, no es que tenga mucho sentido, pero buscárselo a esta obra sería como buscar los tres pies al gato.

Los actores, en general, parece que estén actuando en su escuela de interpretación, les faltan tablas o verosimilitud.

En definitiva, en otro caso quizás diría que es vulgar, pero es que esta obra ni siquiera logra eso, porque lo que destaca principalmente de ella es lo profundamente pretenciosa y cursi que es, quizás esta última palabra sea lo que mejor la defina.

Sin embargo, y como nota positiva, creo que alguna vez ya lo he comentado, pero no quiero dejar de destacar lo atentos y amables que suelen ser los trabajadores de las Naves del Matadero.

 

Críticas express: Le nozze di Figaro / Los nadadores nocturnos / Donde hay agravios no hay celos

-Donde hay agravios no hay celos: ¡ha vuelto!, ¡por fin la Compañía nacional de teatro clásico ha convocado de nuevo el “concurso de sobreactuación Helena Pimenta”!… o esa es la impresión que da. No tengo ninguna duda de que la directora de la compañía, y de muchos de sus estrenos (que parece haberse endiosado de tal modo que considera que su nuevo montaje merece estar en cartel más que ningún otro en un teatro público, ¡cuatro meses, nada menos!, aún llegaré más lejos, este montaje va a estar más en cartel que muchos en teatros privados… ¿habrá respuesta y demanda tan tremenda y desaforada por parte del público? permitid que lo dude…) ama el teatro clásico (a pesar de que su formación, irónicamente, va por campos muy distintos), pero a la vez parece ser incapaz de confiar en la calidad de esos textos, con lo que permite (y seguramente obliga) a sus actores a que los exageren cuanto más mejor (lo que por otra parte, hace también que vocalicen mucho menos, a veces incluso pasas una buena parte del montaje intentando desvelar lo que dicen) para lograr la máxima expresividad, o más bien bipolaridad, de los textos.

Pero yendo al meollo de la cuestión, la historia es una de esas habituales comedias de enredos del siglo de oro, quizás demasiado enrevesada y con excesivos personajes, no es de lo mejorcísimo, pero es aceptable.

En cuanto a este montaje, no lo negaré, Pimenta no me convence en absoluto como directora de escena, lo cual es sencillo de explicar, pues todas las cosas que enumeraré a continuación se pueden aplicar a la mayoría de sus montajes, como se podrá corroborar en críticas anteriormente publicadas como la de “La verdad sospechosa” o “La vida es sueño”).

La puesta en escena es la habitual en Pimenta, mezcla de elementos falsamente clásicos con los que sí lo son. Siempre es un acierto incluír música, cosa que suele hacer en sus montajes… ¡pero no un acordeón, por Dios!, ¡y esos tangos!, ¿pero esto qué es?, hay escenas en las que incluso parece que la obra se va a convertir en un musical de un momento a otro… y lo peor de todo, es que eso la hubiera mejorado muy notablemente.

En lo que respecta a la escenografía, como siempre, simplista (uno no deja de preguntarse si es que lo que falta en este teatro son recursos o imaginación). El vestuario es quizás lo más destacable de todo el montaje, aún pudiendo ser mejorable.

Y los actores… bueno, qué más puedo decir después de lo arriba comentado… por supuesto, hay los habituales actores fetiches de este teatro (Marta Poveda no se pierde una) cual si fuera una película de Almodóvar; y algunas caras conocidas para asegurar más público (Natalia Millán y Clara Sanchis). Pero tanto da, puesto que resultan casi irreconocibles entre tanto movimiento facial desmesurado que deforma sus caras; tanto histrionismo gestual que les obliga a hacer más piruetas que un bailarín de danza clásica; y tanta variación tonal que dejaría avergonzado en gorgoritos al cantante de ópera con más pericia y experiencia en el belcantismo decimonónico.

Al final lo que consiguen es… bueno, no sé muy bien lo que consiguen, a decir verdad. Sé que pretenden que la obra resulte más entretenida, y desde luego cómica (hay que reconocer que hay algunos gestos muy buenos, como los momentos de pensar del protagonista), y en realidad, sólo funciona minimamente, precisamente porque su género es la comedia, sino sería un completo desastre insalvable.

En definitiva, los actores bien podrían resumir su participación en esta obra con una de las frases de uno de los personajes: “¿¡qué es esto que hace mi cuerpo!?”, pregunta que tambien se hacen los espectadores viendo el montaje.

Concluyendo, ¿merece la pena?, bueno para empezar decir que no hay mucha opción, debido a la larguísima permanencia de esta obra, nos veremos abocados a estar sin mucho teatro clásico hasta diciembre (con el consecuente e inevitable empobrecimiento de una temporada que destaca precisamente por eso, su escasez de títulos… parece que no va a ser una gran temporada la del 2014-2015 para el teatro Pavón, de hecho, más bien pinta desastrosa, y sino fuera por lo que sabemos, diría que está terriblemente mal organizada); y la verdad, tampoco es desagradable de ver, es, simplemente, una opción aceptable, no se debe esperar demasiado, ni tampoco esperar que va a ser un desastre… así que queda al parecer de cada cual.

Y, como no sé si lo he comentado, hay que reconocer que el personal de este teatro suele ser agradable.


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